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Cristina Losada

El 'sorpasso' y el 'gallina'

Si el objetivo estratégico del PP es un mapa político en el cual el PSOE sea sustituido por el partido Podemos, adelante con los faroles.

Para ganar elecciones, los dos grandes partidos habían recurrido siempre a subir la tensión. Digo tensión porque es la palabra que empleó Zapatero en aquel comentario privado a Gabilondo que recogieron los micrófonos en 2008. "¿Qué sondeos tenéis?", le preguntó el periodista. Y la respuesta del presidente fue: "Bien, sin problemas, lo que pasa es que yo creo que nos conviene que haya tensión… yo voy a empezar a partir de este fin de semana a dramatizar un poco… pero nos conviene mucho, si no la gente, bueno…". Ay, la gente es muy pasota si no se inyecta una buena dosis de tensión. Al menos, en campaña electoral.

Ambos partidos han recurrido a la fórmula hipertensa una y otra vez. El PSOE agitaba el miedo a la derechona y el PP el miedo a la izquierda, y ambos se presentaban como la única tabla de salvación posible a cada una de las catástrofes, ruinas y barbaridades que el otro iba a traer. El PSOE tenía que movilizar a sus votantes fijos y atraer a los volátiles de la izquierda para impedir que el PP ganara, y el PP debía evitar esa movilización y ofrecerse como refugio de todo lo que no fuera izquierda. De forma aproximada, ese era el cuadro hasta ahora. No muy edificante, pero real.

Esto se acabó. En parte. La tensión no ha descendido, al contrario, pero ha encontrado otros focos. Unos más intensos y otros más suaves, pero el PP y el PSOE han dejado de tener la exclusiva de la fórmula. Hay nuevos actores, como es sabido, y sería absurdo esperar que desaparecieran tan pronto del escenario. Cuando acaban de entrar. De ahí que no pueda sorprender que el barómetro último del CIS arroje unas intenciones de voto similares a los resultados del 20 de diciembre.

Se mueven, sin embargo, los decimales y esto, en el trance actual, tiene su importancia. Las posiciones de los partidos de cara a la formación de Gobierno se decantarán en función de las expectativas que cada uno de ellos tenga en una repetición de los comicios. Los que esperen ganancias electorales torpedearán cualquier intento de acuerdo y los que barrunten pérdidas tendrán todo el interés de mundo en forjar pactos. Cosa distinta es que puedan lograrlo. Y cosa aún más diferente es que alguien pueda dar por garantizadas ganancias o pérdidas a día de hoy. En seis meses, vaya usted a saber. Y la propia campaña tiene su influencia. La tensión.

El trabajo de campo del barómetro del CIS se hizo antes de un acontecimiento reseñable: el encargo a Sánchez de formar gobierno. Ese encargo le ha dado al PSOE un balón de oxígeno. Y la oportunidad de mostrar su disposición y capacidad para llegar a acuerdos con otros partidos, si bien no con el PP (ni con los separatistas, dicen). Mientras no se sepa cómo acaba la historia, y si el intento del PSOE merecerá premio o castigo, hay que mirar las encuestas cum grano salis, y desde luego con más escepticismo que los dirigentes del partido Podemos. Para ellos, el triunfalismo es una táctica: creen en la profecía (suya) autocumplida.

El sorpasso del partido Podemos al PSOE que detecta el CIS, aunque es en votos y no necesariamente en escaños, y siempre sumando a sus coaliciones periféricas, le viene muy bien a Iglesias. No engaña cuando dice que su objetivo es sobrepasar a los socialistas, dejarlos reducidos a un partido regional, andaluz y extremeño mayormente. Pero también le viene bien al PP, que pese a subir muy poco en el sondeo, puede soñar con unas elecciones hipertensas en las que vuelva a presentarse como el único refugio posible, esta vez para los que temen a los podemitas.

Si el objetivo estratégico del PP es un mapa político en el cual el PSOE sea sustituido por el partido Podemos, adelante con los faroles. Cabe, no obstante, que estemos en un juego del gallina entre ambos. Que uno y otro estén esperando a que en el último minuto, antes de tirarse por el precipicio, uno de ellos dé marcha atrás y se avenga a permitir que el otro gobierne. El detalle diabólico es que, para el PSOE, apoyar a un gobierno del PP cuando el partido Podemos le está adelantando, viene a ser igual que lanzarse al abismo. La incógnita es si los dirigentes de los dos grandes partidos actuarán con mentalidad cortoplacista –salvar sus liderazgos ahora– o mirarán más allá.

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