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Cristina Losada

No es la unidad

La unidad no frena al virus. Parece obvio, pero como se insiste, e insiste Sánchez, no queda otra que discutirlo.

La unidad no frena al virus. Parece obvio, pero como se insiste, e insiste Sánchez, no queda otra que discutirlo.
Pedro Sánchez, en una imagen de archivo | Ricardo Rubio (Europa Press)

Ha llamado la atención que el presidente del Gobierno inaugure el curso político reuniendo a las grandes empresas del IBEX 35. Qué contraste, remarcan algunos, con aquellos tiempos en que los socialistas lo hacían en Rodiezmo con el sindicato de mineros. Pero lo llamativo no es, en verdad, el escenario del espectáculo. Ni siquiera el público, aunque la elección tenga su importancia. Aquello que marca la gran diferencia es precisamente que no hay diferencias. Y en una situación excepcional debería haberlas. Pero el presidente Sánchez no dijo nada que no haya dicho desde que empezó la epidemia. Es más, quizá ahora lo ha dicho con menos pathos que entonces.

Resulta por ello inevitable repetirse. Hay que afirmar, de nuevo, contra lo dicho, que la clave para hacer frente a la epidemia no es la unidad. Para contener al virus no es "unidad, unidad, unidad" lo que hace falta. Tampoco para la reconstrucción y la recuperación, asuntos de los que habló también el presidente. Y es que para reconstruir y recuperar la condición primera y necesaria es contener la expansión del virus. Si la contención no se consigue, no habrá plan de recuperación que pueda salir adelante.

La unidad no frena al virus. Parece obvio, pero como se insiste, e insiste Sánchez, no queda otra que discutirlo. El virus no se transmite a causa de "la pelea partidista", ni deja de transmitirse cuando los partidos se llevan bien, pactan y aprueban los Presupuestos del Gobierno. La covid-19 no es más virulenta por que el CGPJ y algún alto tribunal hayan concluido sus mandatos ni va a retroceder cuando los partidos acepten renovarlos. Qué poco sutil, por cierto, incluir este ítem en el discurso. Dejó claro que uno de los propósitos del acto celebrado era presionar al PP para que "arrime el hombro" renovando esos organismos. O conseguir que algunos de los invitados le presionen. Este tipo de maniobras, si hay que hacerlas, conviene hacerlas sin que se noten.

Al virus no lo contiene la unidad. Lo pueden frenar una mejor gestión, una mejor coordinación, una mayor capacidad de detección y rastreo, por citar tareas que corresponden a Gobiernos y Administraciones. Pero el Gobierno central –y tal vez algún otro, autonómico– eligió, desde el principio, el suavizante afectivo. Prefirió atemperar la dureza de la crisis con retórica de manual de autoayuda, retórica que distorsiona hace tiempo todo el discurso político. Prometió que esto lo parábamos unidos, pero lo paramos con un confinamiento estricto. Infantilizó a los ciudadanos, cuando había que exponerles la gravedad de la epidemia. Y con esta vuelta atrás, con este remake de la unidad-panacea, se sustituyen otra vez los planes de contención de la epidemia, que son los que tiene que anunciar un Gobierno, por la ilusión gratuita. La ilusión de que todo va a salir bien siempre que los partidos políticos, chicos malos, dejen de pelearse.

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