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Cristina Losada

El bufón del Rey

Si Iglesias no contiene su pulsión por atraer el foco corre el riesgo de convertirse en lo que parecía viendo la imagen de su encuentro con el Rey: un bufón.

Si Iglesias no contiene su pulsión por atraer el foco corre el riesgo de convertirse en lo que parecía viendo la imagen de su encuentro con el Rey: un bufón.
EFE

¿A qué tareas relacionadas con la política europea dedica sus horas el dirigente de Podemos? Dicho de otra manera, ¿qué hace Pablo Iglesias en su escaño del Parlamento Europeo? Qué hace, es decir, aparte de votar en contra de que se exija al Gobierno venezolano la puesta en libertad de los líderes de la oposición que encarcela. Bien, ahora ya lo sabemos o por lo menos lo barruntamos. El eurodiputado Iglesias dedica parte de su bien pagado tiempo en la Eurocámara a preparar performances, golpes publicitarios, gags, payasadas o como quieran llamarse.

Así, el gag que protagonizó dándole al Rey, en lugar de un simple saludo, una pequeña caja que no llevaba, como podía esperarse, el reloj del tic-tac y el ding dong que él imitaba para apremiar y ridiculizar a sus interlocutores en las tertulias. Pues no. No había un reloj para marcar el tiempo que le queda a Felipe VI en el trono, como hubiera mandado la coherencia ideológica, sino la colección de la serie televisiva Juego de Tronos. ¡Qué guiño!, ¡qué chiste!, pero qué gracioso, taimado e ingenioso es el líder de Podemos. Y, naturalmente, su número ha sido muy celebrado, porque en España, como acreditan los siglos, siempre se celebra más al ingenioso que al genio.

De acuerdo, Pablo Iglesias sabe cómo atraer la atención. No de la cámara parlamentaria, pero sí de la cámara de televisión. Una cámara ésta que, al modo de muchos espectadores, se aburre en el transcurso de un debate político, pero se anima enormemente cuando un espontáneo ofrece espectáculo. Una que se quita la camiseta, otros que se la ponen, la que se sube a una mesa y arroja unos papelitos sobre Draghi, o el traspié y caída de un preboste. Todo esto sale en las primeras páginas de los periódicos, como ha salido la ofrenda de Iglesias al Rey, exactamente igual que salían Revilla y sus anchoas, sin que tenga mucho misterio el porqué.

La atracción fatal por el espectáculo en detrimento de la política la explicó un asesor de comunicación de Nixon, Reagan y Bush padre con la teoría del foso de la orquesta: "Si en el escenario hay un tipo que dice tener la solución para los conflictos de Oriente Medio y hay otro, en el mismo escenario, que se cae al foso de la orquesta, ¿quién crees que estará en los informativos de la noche?". Todos lo sabemos, y Pablo Iglesias también. Es más, él estará dispuesto a caerse al foso de la orquesta con tal de salir en los informativos de la noche. Más aún, habrá planeado la caída.

Si el líder de Podemos no contiene su pulsión por atraer el foco mediático, por robárselo a otros y robárselo a la política, corre el riesgo de convertirse en lo que parecía viendo la imagen de su encuentro con el Rey: un bufón. El bufón del Rey, más precisamente. No tan entrañable como los bufones que pintó Velázquez, como el Calabacillas o el Barbarroja, pero bufón al fin. En algún momento tendrá que decidir Iglesias si quiere hacer política o quiere hacer gags. Porque a este paso, que ya no es espectacular, pero sigue yendo de espectáculo, lo que entrará bajo las siglas de Podemos en el Congreso no será un grupo de representantes políticos, sino el grupo de bufones de las Cortes.

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