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Cristina Losada

¿Puedo sacar la pala o no?

Cuidado con sacarla sin permiso del Consejo de Ministros.

Cuidado con sacarla sin permiso del Consejo de Ministros.
Cordon Press

Mientras en Madrid se organizaban batallas de bolas de nieve, en la política se tiraban los trastos. Nada nuevo, salvo la nevada. Nada nuevo en la elección de los acusados por negligencia e incompetencia: todos. Sánchez, desaparecido en combate durante las primeras horas. Ayuso, la favorita de la izquierda, acusada de no personarse y de personarse en exceso. Casado, objeto de mofa por salir con una pala y sujeto a minucioso cálculo de la cantidad de nieve que desplazó. Y prácticamente todos los que, en relación a la epidemia, se burlaron de los capitanes a posteriori, ejerciendo de capitanes a posteriori con la nevada de la que días antes no decían ni mu. Nulla di nuovo sotto il sole. Sólo un asunto, no del todo nuevo y especialmente cargante, merece consignarse.

En apariencia, va de lo público y lo privado. A ese plano lo elevan los que introducen la cuestión. ¿Puede o no puede un alcalde o cualquier autoridad pedir a los ciudadanos que colaboren quitando nieve de las calles si tienen el instrumento para hacerlo, es decir, una pala? Parecerá cómico, pero a tal pregunta están abocando, y para destilar toda una mística de lo público en oposición a lo privado.

La cuestión, en realidad, es sencilla y práctica. Hay una nevada como no ha habido en décadas. Las Administraciones no disponen de la cantidad de equipos y material necesarios para despejar calles y carreteras con rapidez. Si en España nevara de esta forma con frecuencia, tendrían que tenerlos, pero no es el caso. De modo que, en pueblos y ciudades, la colaboración ciudadana para quitar la nieve es fundamental. En países donde las nevadas abundantes son habituales suele ser obligatoria. Bien. ¿Qué tiene de malo que aquellas personas que disponen de una pala se pongan a quitar nieve de las aceras? Para no darle más vueltas: lo que tiene de malo es quiénes lo han pedido.

No habría ningún debate si la autoridad que hubiera hecho esos llamamientos no fuera del PP o de Ciudadanos. Pero fueron ellos. ¡Ellos! Y el mundo podemita ve ahí conspiración para acabar con los servicios públicos. Igual que la vieron en contratar a una oenegé como la Cruz Roja para la vacunación en Madrid. De pronto, la Cruz Roja fue una odiosa empresa privada que se prestaba para desbancar a la sanidad pública al dictado de los turbios intereses del Gobierno madrileño. Con los de las palas, más o menos lo mismo. Esos ciudadanos que están quitando nieve con sus propios medios son individuos que, con su libre iniciativa, amenazan lo público. Salvo que pertenezcan a una red vecinal, que entonces están encuadrados. En la estrecha calzada mental del mundillo, lo público es exclusivamente lo estatal. Y la iniciativa privada es siempre y por antonomasia el mal. Cuidado con sacar la pala sin permiso del Consejo de Ministros.

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