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Cristina Losada

Rastreadores

Leo con atención las noticias sobre rastreadores, aunque noticia, en realidad, no hay más que una.

Leo con atención las noticias sobre rastreadores, aunque noticia, en realidad, no hay más que una.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso | EFE

Leo con atención las noticias sobre rastreadores, aunque noticia, en realidad, no hay más que una. Sólo despiertan el interés noticioso los rastreadores de Madrid: los que tiene o no tiene la comunidad madrileña, los que contrata a dedo o en nocturna y alevosa oscuridad y, naturalmente, los que privatiza, que ése es el notición. Por ahí he dado con una lista de los rastreadores que tiene cada autonomía, compuesta para poner en contexto abochornante lo de Madrid. Pero la presentación es tan sesgada que los datos pierden credibilidad. Y tanto los que pone en duda, que son los que ofrecen las autonomías del PP y Ciudadanos, como los que da por ciertos, que corresponden a las de izquierda o nacionalistas. Las noticias que rulan, qué le vamos a hacer, son así.

El gran asunto noticioso, privatización aparte, es el número de rastreadores, y hay que anotarle unos cuantos peros. No está claro que los datos publicados por las autonomías sean homogéneos, problema recurrente a lo largo de la epidemia. No suele decirse que ese número depende de una serie de factores, entre ellos, lógicamente, los casos que se detectan. La cantidad de rastreadores tendrá que ajustarse a la evolución de los contagios, pero por hacerse una idea: 15 por cada 100.000 habitantes es una cantidad mínima recomendada por diversas instituciones en otros países. En el pico de la pandemia, en la ciudad de Wuhan contaron con 81 rastreadores por cada cien mil residentes.

Si tiene o no tiene Madrid la cantidad adecuada para su situación epidemiológica ya no es, sin embargo, tema para especialistas, sino para la batalla política. De ese modo, la cantidad, sea cual sea, será insuficiente para la oposición y sus votantes. En consecuencia, atribuirán cualquier repunte de casos a la falta de rastreadores. O a que se ha contratado a dos decenas de ellos con una empresa del sector sanitario. Con veintidós rastreadores de una empresa ¡privada! por medio, el repunte, el rebrote y la segunda ola están asegurados. Así es la mentalidad. La mentalidad que hubo de reprimirse durante el estado de alarma –no iban a ser Sánchez, Iglesias o Simón los culpables– se siente ahora, por fin, libre para culpar. Ya puede culpar a los políticos, porque no son de los suyos. Qué liberación.

La mentalidad, siempre reacia a todo lo que responsabilice al individuo, tiene otro punto fuerte. Cree que los rastreadores podrían bloquear la transmisión del virus por sí solos e incluso detectarlo antes de que se manifieste, cuando aquello que pueden ‘detectar’ son los contactos de los casos que se van diagnosticando. Es un trabajo esencial, pero no suple las medidas de precaución que debe tomar cada persona. Aunque la mentalidad se resista a aceptarlo, en esta epidemia casi todo depende de cumplir las reglas.

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