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Cristina Losada

Referéndum simulado

Ateniéndose en sentido estricto a lo que diálogo significa, lo hubo y lo hubo hasta el último minuto antes del golpe de octubre

Ateniéndose en sentido estricto a lo que diálogo significa, lo hubo y lo hubo hasta el último minuto antes del golpe de octubre
José Antonio Nieto | EFE

Es axiomático desde hace tiempo que el Gobierno de Rajoy no dialogó con el separatismo catalán antes del golpe. Lo sostiene así el propio separatismo, que siempre hace saber que el sueño de su vida es dialogar. Lo sostienen sus auxiliares, tanto los conscientes de serlo como los que no. Incluso el hoy presidente del Gobierno se ha sostenido precisamente en esa premisa, que no necesitaría demostración, y en la lección que deduce: si hubiera habido diálogo, ¡ay!, nunca se habría llegado al 1-O. El axioma ha adquirido tales visos de verdad que prácticamente todo el mundo lo repite sin ponerle ningún pero. Cuando digo todo el mundo, digo también el mundo mundial, y particularmente su prensa. Casi no hay artículo sobre el asunto en que el axioma no aparezca. Y, sin embargo, no es cierto.

No lo es, a menos que bajo el nombre de diálogo se quiera hacer pasar otra mercancía, como una negociación sobre el troceamiento de la soberanía nacional. Pero ateniéndose en sentido estricto a lo que diálogo significa, lo hubo y lo hubo hasta el último minuto antes del golpe de octubre. Una de las pruebas más notables la acaba de proporcionar quien fuera secretario de Estado de Interior del Gobierno Rajoy. En el juicio contra los golpistas, donde declaró como testigo, José Antonio Nieto dijo que se transmitió a los jefes de la rebelión una salida legal a la convocatoria de referéndum que habían realizado. Este fue su testimonio:

"Todo esto se pudo haber evitado no tratando de sostener algo manifiestamente ilegal como la celebración de un referéndum. Se podría haber simulado ese referéndum en las plazas de los municipios o en lugares abiertos, donde no se fuera en contra de ese mandato (judicial). Así se les trasladó también."

El Gobierno no dialogante fue tan considerado con los separatistas que les indicó un camino para sortear el mandato judicial. Se puso tanto en su lugar, que les ofreció una manera de salvar la cara sin atropellar (más) la ley. No tenían que renunciar del todo a su empeño anti constitucional. Sólo debían de rebajar un poco el grado alcohólico. Sólo tenían que simular. Si en vez de ocupar los colegios electorales, hubieran puesto las urnas compradas en los chinos (ministro Méndez dixit) en las plazas y en las calles, el Gobierno hubiera hecho la vista gorda. Otra vez. Como la hizo el 9-N, cuando estaba al frente del tinglado el astuto Mas. Pero esta vez la astucia iba por otra parte.

Simular, dijo exactamente Nieto. Es decir: representar algo, fingiendo o imitando lo que no es. El problema, claro, es que el 1-O, se hiciera donde se hiciera, ya era una simulación. Así lo proclamó entonces el Gobierno de Rajoy, tanto antes como después. La frase gubernamental antes de los hechos fue: "No habrá referéndum". La frase a posteriori fue: "No ha habido referéndum". Aún volvió a decirlo el otro día, en el mismo juicio, la testigo Sáenz de Santamaría. Pero la simulación también tiene grados. Y el separatismo quería darle el máximo: colegios, observadores, sala de prensa, recuento. Todo el aparato de un referéndum auténtico. Ilegal, pero auténtico. Un símbolo. Y no conviene rebajar el poder de lo simbólico, como se hace continuamente con el golpe y la declaración de independencia.

La oferta del disimulo demuestra que el Gobierno Rajoy no había calibrado el nivel de la exaltación separatista. Revela una imprudente confianza en que en el último instante, de una o de otra forma, se podía llegar a un regateo y a un trato. Indica que esa falsa creencia indujo a ralentizar y minimizar toda la acción gubernamental frente a la escalada de ilegalidades del separatismo catalán. Y ya, cuando no quedó más remedio, tuvo que actuar quien tiene que actuar para que la ley se cumpla. Ha habido, en ex ministros que testificaron, cierta toma de distancia respecto a la actuación de las fuerzas de seguridad. Como si también ellos se creyeran lo de la "violencia policial" y quisieran aparcar el asunto bien lejos de sus cargos y personas.

Nieto, al menos, no lo ha hecho y dejó bien claros el cómo y el por qué. Su respuesta al defensor de Junqueras merece destacarse. Terminó así: "Ustedes están tratando de convencernos de que la fuerza ejercida por las personas que no son efectivos policiales está bien y la que ejercieron los policías está mal. Y yo eso no se lo puedo admitir".

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