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Daniel Blanco

Inter - Bayern 2020: la obra más completa de Mourinho

El técnico portugués ganó el triplete con el Inter, pero no volvió a Milán con el equipo. Se quedó en Madrid para firmar con el Real.

El técnico portugués ganó el triplete con el Inter, pero no volvió a Milán con el equipo. Se quedó en Madrid para firmar con el Real.
José Mourinho posa con la Copa de Europa, minutos antes de cerrar su acuerdo con Florentino Pérez. | Archivo

Terminó el partido en el Bernabéu y José Mourinho apretó los puños. Había concluido su obra, la más excelsa de su carrera como técnico. Había cumplido un año fantástico en el Inter y con el triplete se iba a despedir del equipo neroazzurro. Ese césped, ese estadio le iba a pertenecer durante los siguientes tres años de su vida profesional y Mourinho estaba feliz. Tanto que no volvió a Milán con sus jugadores, se quedó unos días para perfilar su contrato con el Real Madrid.

Esa noche del 22 de mayo de 2010 su Inter ganó al Bayern con dos zarpazos de Diego Milito. No fue una final extraordinaria, no fue ni siquiera un partido tenso, de nervios. Fue esperar a que fallara el equipo alemán y aprovechar el contragolpe. Esa obra, que fue perfilando Mou durante todo el año, acabó de manera magistral esa día con la consecución de la Copa, pero un mes antes había tenido su punto álgido en Barcelona.

La semifinal le había enfrentado al equipo de Pep Guardiola. Había ganado el Inter en Milán 3-1 y en el Nou Camp todo eran nubarrones para el cuadro italiano, cuando a la media hora se quedó con diez por expulsión de Motta. No dudó el técnico portugués en mandar a todo su equipo a cuidar de Julio César, el portero más resguardado en un partido en los últimos tiempos. El Inter no salió ni siquiera una sóla vez y tuvo el balón trece minutos efectivos. Marcó demasiado tarde el Barcelona y Mourinho consiguió su fin. Siempre dijo el luso "fue la derrota más maravillosa de mi carrera".

Tras la final del Bernabéu el equipo entero volvió a la ciudad italiana pero Mou se quedó. Esa misma noche tuvo que bajar del coche para consolar a un Materazzi hundido. Mezclaba el defensa la tensión propia de ganar la final y, quien sabe, la tristeza de ver a su técnico marchar. Y el técnico se quedó en Madrid porque como ha dicho en alguna entrevista "volver a Milán y ver la acogida de la gente para celebrar la Champions me hubiera hecho quedarme y eso hubiera supuesto decir otra vez "no" al Madrid".

El 31 de mayo, nueve días después de ganar la final, Mourinho era presentado como técnico blanco. En aquella rueda de prensa se vislumbraba ya que la relación con Valdano no iba a ser buena. El director deportivo entonces tuvo que tragar saliva para presentar a un tipo que no era de su cuerda, que seguramente si fuera por él no entrenaría al Real Madrid. Pero ahí estaba el argentino en la labor que más se le vio aquel año. Un portavoz entre el presidente y el entrenador, el apagafuegos que encendió alguno de manera involuntaria pero que perdió la guerra final. En mayo de 2011, tras una temporada conviviendo, la pareja se disolvió. "Florentino se ha decantado y se ve bien quién ha ganado", sentenció en su rueda de prensa de despedida.

De la historia de Mourinho en el Madrid se ha escrito mucho. Aquí hace unas semanas dijimos que nunca se vio a una masa social tan dividida por un técnico. Una Copa y una Liga y el acercamiento a un equipo inalcanzable, aquel Barcelona de Pep. Pero de la noche que ganó en Madrid, de su negativa a volver a Milán, de sus deseos de entrenar al equipo blanco, de su personalidad habiendo ganado un triplete histórico con un club, se ha hablado menos. Da muestras de la mentalidad de este entrenador, ganador por encima de lo normal.

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