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EDITORIAL

Alerta roja en el Mediterráneo

España y Europa deben activar todas las alarmas y ponerse de inmediato manos a la obra. Las consecuencias de la inacción pueden ser, de hecho ya están siendo, funestas.

De un tiempo a esta parte apenas hay semana en que el Mediterráneo no ocupe un lugar destacado en los medios de comunicación. Por desgracia, casi siempre para mal. Sirvan como ejemplo dos de las últimas noticias que lo tienen como escenario: el naufragio en aguas libias de un buque que podría llevar a bordo más de 700 inmigrantes africanos y una nueva matanza anticristiana del Estado Islámico, también en Libia.

Si los peores augurios se confirman, el referido naufragio podría ser la peor tragedia relacionada con la inmigración ilegal registrada en la zona. Es éste un problema de una formidable magnitud que supera a los países ribereños y que vuelve a dejar en evidencia a la UE, que de nuevo se demuestra manifiestamente incapaz de gestionar crisis de estas características. Cada vez que se tiene noticia de un drama así abundan las sentidas proclamas, se trazan planes y se convocan numerosas reuniones al más alto nivel. Pero luego todo sigue igual. Pero luego, nada.

Por razones de todo tipo, económicas, políticas, de seguridad, morales, Europa no puede seguir actuando así, tanto en su propio territorio como en África. La vigilancia y control de las fronteras debe ocupar un lugar preeminente tanto en su agenda doméstica como en sus relaciones con los países de los que proceden los inmigrantes que se embarcan en esas travesías terribles. Países como Libia, cuya calamitosa situación agrava aún más éste y otros problemas formidables, empezando por el que representa el terrorismo islámico.

Libia, hoy, no es un país sino un pandemonio desinstitucionalizado donde campan por sus respetos distintos pero muy violentos grupos armados. Grupos como el psicopático Estado Islámico, que se mueve como pez en el agua en entornos de ese estilo y que obtendría un éxito resonante si consiguiera imponerse en buena parte del territorio libio, tremendamente valioso tanto por sus recursos naturales (gas, petróleo) como por su posición geoestratégica, en el centro del Mediterráneo y a muy poca distancia de la hipersensible frontera sur de la Unión Europea.

Difícilmente puede exagerarse la importancia que, en las actuales circunstancias, tiene el Mediterráno. Nada cuesta imaginarse un escenario tremendamente peligroso por una confluencia letal de factores de riesgo extremo. Es por eso que España y Europa deben activar todas las alarmas y ponerse de inmediato manos a la obra. Las consecuencias de la inacción pueden ser, de hecho ya están siendo, funestas.

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