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EDITORIAL

Cs y el arte de lo posible

En esta hora, la lucidez política consiste en apreciar lo mejor para España y en saber distinguir lo malo de lo peor.

Una cosa es que ni PP, ni Ciudadanos ni Vox puedan evitar que Pedro Sánchez acceda nuevamente a la Moncloa y otra, muy distinta, que no puedan influir, ya sea por acción o por omisión, en cuáles sean sus compañeros de viaje o en su acción de gobierno en la nueva legislatura. En principio, Sánchez puede reeditar sus alianzas con la extrema izquierda podemita y las formaciones separatistas o, por el contrario, llegar a un acuerdo de gobierno con Ciudadanos, tal y como de hecho hizo en 2016, cuando ambas formaciones no sumaban –como sí sucede ahora– más de 175 escaños. Es más, PP y Ciudadanos podrían evitar que el socialista llegase nuevamente al Gobierno del brazo de comunistas y golpistas si simplemente se abstuvieran en la investidura de un Sánchez dispuesto a gobernar en solitario, tal y como recomendaba hace más de un mes Esperanza Aguirre o han pedido, más recientemente, intelectuales próximos a Ciudadanos como Arcadi Espada o Francesc de Carreras.

Noticias como la de que el PSOE está redoblando la presión sobre Ciudadanos, ya sea para alcanzar un acuerdo de gobierno, ya para obtener simplemente la abstención naranja en la investidura de Sánchez; o la filtración de que la reunión del pasado lunes entre Sánchez y Pablo Iglesias concluyó "sin avances" y con la "persistente negativa" del primero a "un Gobierno de coalición con Podemos", dan la oportunidad de explorar la posibilidad de un Ejecutivo no escorado a la extrema izquierda ni entregado a los separatistas.

Informaciones como la de que el Tribunal Supremo no se opondrá a la decisión que tome el Gobierno respecto a si los golpistas han de estar o no en cárceles catalanas son sólo una muestra de lo mucho que puede diferir un Gobierno que pacte con separatistas y podemitas de uno que, por el contrario, llegue a una serie de acuerdos con las formaciones constitucionalistas; acuerdos que podrían y deberían ir mucho más allá de la promesa de no indultar o no enviar a cárceles catalanas a los golpistas.

Desgraciadamente, lo de desalojar a los socialistas allí donde se pueda y a la vez tratar de evitar que estos se rodeen de las peores compañías allí donde no se pueda es algo que Cs parece no entender. Quizá no se haya tomado la decisión de no entorpecer el nombramiento y la acción de un Gobierno de Sánchez que quisiera de verdad no tener ataduras podemitas y separatistas para que ni PP ni el propio Cs saquen provecho partidista de aparecer como única alternativa al sanchismo. Sea como fuere, aún se está a tiempo de explorar esa vía si verdaderamente se pretende evitar la conformación de un nuevo Gobierno Frankenstein o la celebración de nuevas elecciones.

En esta hora, la lucidez política consiste en apreciar lo mejor para España y en saber distinguir lo malo de lo peor. Y Ciudadanos, que tanto se jacta de haber contribuido al final del bipartidismo, debería ser el primero en entender que el pluripartidismo impone el establecimiento de alianzas de distinta índole en función de las circunstancias. Al fin y al cabo, la política sigue siendo el arte de lo posible.

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