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EDITORIAL

Disturbios callejeros: la izquierda goebbelsiana ya no se emociona

Ahora son ellos los que están en el Gobierno. Los que jalean a Antifa en EEUU y a la izquierda golpista en Chile. Y, claro, ahora lo que está en la calle no es el pueblo sino el fascio.

Las restricciones de movilidad impuestas abusivamente por el Gobierno a través del liberticida estado de alarma han desencadenado una oleada de protestas que han degenerado en disturbios en no pocas ciudades. La crisis cataclísmica que está desbaratando la economía nacional y las lúgubres perspectivas del futuro previsible han llevado a muchos ciudadanos a protestar contra un Ejecutivo tremendamente incompetente, demagógico y mendaz, máximo responsable del pavoroso estado de cosas, circunstancia que algunos han aprovechado no pocos para dar rienda suelta a su vesania y otros para robar con exultante impunidad.

El Gobierno social-comunista y sus terminales mediáticas se han apresurado a atribuir goebbelsianamente la autoría de los disturbios a grupos organizados de extrema derecha apoyados por Vox. Sin embargo, la trayectoria de los vándalos detenidos y las propias imágenes que se han dado a conocer apuntan más bien a la extrema izquierda. Es decir, a quien está siempre detrás de estos despliegues de violencia callejera, tan loados por el mundo proetarra, cuparra y podemarra.

En efecto, los que se escandalizan por estas escenas desgraciadamente tan familiares son los mismos que las han jaleado en el pasado como ejemplos encomiables de resistencia popular ante los poderosos. Para la izquierda criminógenea, la violencia callejera que se perpetraba cuando gobernaba el PP era jarabe democrático de primera categoría; y hasta se emocionaba cuando agredían a policías que protegían la sede de la soberanía nacional ante una turba que se movilizaba al grito de "Rodea el Congreso". El vicepresidente Pablo Iglesias no nos dejará mentir.

Pero ahora son ellos los que están en el Gobierno. Los que jalean a Antifa en EEUU y a la izquierda golpista en Chile. Y, claro, ahora lo que está en la calle no es el pueblo sino el fascio. George Orwell se volvería a morir de puro asco.

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