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EDITORIAL

Iglesias, Errejón y las purgas

Ojalá Podemos implosione en el corto plazo, comido por los resentimientos y las querellas internas. Es el final que merece un partido tan perjudicial para España.

Como era de prever, la victoria de Pablo Iglesias en Vistalegre II se ha traducido en una auténtica purga de los partidarios de su rival, Íñigo Errejón. El propio Errejón ha sido apartado de la portavocía del grupo parlamentario y a partir de ahora será la pareja sentimental del líder supremo, Irene Montero, quien ejercerá esa importante función. La imagen habla por sí sola y retrata a la perfección a esta partida de hipócritas que pueden dar un paso sin quedar en evidencia.

Junto con Errejón, Iglesias ha desplazado a la mayoría de los que se atrevieron a plantarle cara en Vistalegre y tan sólo ha permitido una presencia anecdótica de errejonistas en la dirección del partido. Una vez más, las decisiones de los capos de Podemos desmienten las continuas prédicas con que pretenden presentarse ante la sociedad, como un partido democrático en el que las decisiones las toman las bases y todas las corrientes están representadas. Más bien es todo lo contrario: Podemos es un partido de corte autoritario en el que quien se atreve a cuestionar al caudillo sufre ostracismo y escarnio.

En movimientos ultras como Podemos, la democracia asamblearia es el pretexto de los déspotas que los manejan para para imponer su criterio y eliminar cualquier oposición. Una vez conquistado el favor de las bases utilizando la presencia mediática, las tácticas populistas y el sentimentalismo más grotesco, Iglesias se ha alzado con el poder hegemónico en una organización que, supuestamente, venía a dar ejemplo de pluralidad. Desde el minuto uno, era fácil saber que mentían. Ahora, lo difícil es mostrar sorpresa y no quedar como un auténtico estúpido.

En los partidos comunistas, la purga del discrepante ha sido siempre una práctica crucial. Iglesias se ha hecho con el control de un turbio movimiento que amenaza las libertades en España para actuar como el déspota que es. Nada de qué sorprenderse. Menos aún cabe lamentarse por la suerte de Errejón y sus secuaces, tan liberticidas como los que les han defenestrado. Ojalá Podemos implosione en el corto plazo, comido por los resentimientos y las querellas internas. Es el final que merece un partido tan perjudicial para España y que vive, precisamente, de excitar las peores pasiones en la ciudadanía.

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