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EDITORIAL

La indignidad del PSOE

Comunistas bolivarianos apoyados por regímenes dictatoriales, golpistas y terroristas: estos son los compañeros de viaje de los socialistas.

En sólo unos días, el PSOE ha generado dos imágenes que resumen la absoluta falta de dignidad de un partido y de una cúpula dirigente que están demostrando ser capaces de todo con tal de ocupar o retener el poder.

La primera fue la de María Chivite, presidenta de Navarra gracias a Bildu, negociando con los proetarras los presupuestos forales de 2020. Cuando llegó al poder el pasado verano, la socialista negó por activa y por pasiva haber pactado con los herederos de ETA, pero las concesiones posteriores y esa imagen hablan por sí solas: los que han justificado, apoyado y hasta jaleado el terrorismo nacionalista vasco son ahora aliados del PSOE en una región tan sensible al problema separatista como la Comunidad Foral.

La segunda imagen ha tenido por escenario el Congreso y se ha producido este jueves: la de la reunión entre el partido que maneja el Gobierno de España, aunque sea en funciones, y el que tiene a su máximo líder en la cárcel condenado por sedición.

La indignidad del PSOE es tal que no sólo se ha reunido con ERC, siglas manchadas por los hechos de octubre de 2017 y por la insistencia de sus dirigentes en que lo volverían a hacer, sino que ha transigido con que uno de sus interlocutores sea un sujeto procesado por esos gravísimos hechos, Josep Maria Jové, al que incluso se ha llegado a llamar "el arquitecto del 1-O".

Con su habitual forma patética de expresarse, la vicepresidenta Calvo ha iniciado la labor de blanqueamiento de ERC hablando de "otra izquierda histórica". Es curiosa la desmemoria histórica de los socialistas con un partido que ha demostrado su voluntad de destruir el actual orden constitucional; que fue la primera formación que se sirvió del modo de actuar e incluso de la simbología fascista en España; que ya participó en otro golpe de Estado, el de 1934 contra la República; que fue el refugio de militantes de la banda terrorista Terra Lliure y que tuvo hasta hace bien poco un presidente –Heribert Barrera– que era un execrable racista y un xenófobo.

Si tremendo es pactar con ERC, no lo es menos hacerlo con Bildu, también imprescindible para la investidura de Sánchez. Se trata de un partido liderado por un personaje siniestro dos veces condenado por terrorismo; de un partido que aplaudía a los que daban los tiros en la nuca o que incluso ponía las dianas; que formaba parte de la estructura de la banda terrorista ETA; que organiza y llena de gente los homenajes a los asesinos etarras cuando salen de la cárcel.

Es absolutamente inconcebible e injustificable que, mientras demoniza a Vox por cada cosa que dicen o hacen los de Abascal, el PSOE confiera legitimidad democrática a partidos que no sólo tienen un historial terrible, de hecho criminal, sino que han expresado en repetidas ocasiones su voluntad de acabar con España.

Comunistas bolivarianos apoyados por regímenes dictatoriales, golpistas y terroristas: estos son los compañeros de viaje de unos socialistas que, mientras dan lecciones de ética y de memoria histórica, dejan claro que pactarían sin problemas con un partido nazi… siempre que pasase por ser de izquierdas.

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