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EDITORIAL

La izquierda como amenaza

Por más que lo peor del periodismo estupendo se empeñe orwellianamente en lo contrario, lo cierto es que la izquierda española no es la solución a los problemas que tiene planteados la Nación sino uno de sus más graves problemas.

La amenaza de la ultraizquierda populista de lanzarse a las calles ha comenzado a adquirir carta de naturaleza, como se pudo constatar en la ominosa huelga feminista del pasado jueves. La primavera de movilizaciones anunciada por Iglesias y orquestada por su movimiento liberticida comienza así a dar sus frutos, en una evidente y repulsiva apuesta por tratar de dar la vuelta a las encuestas, que andan vaticinando el tan necesario desplome de Podemos.

No cabe duda de que los medios están desempeñando un papel esencial en esta operación de la extrema izquierda para imponerse por el miedo en una sociedad que cada día le es más hostil. Repárese de nuevo en la infausta huelga feminista del 8-M, que llevaba por reclamo un manifiesto infame plagado de mentiras y manipulaciones y que fue vendida como un acto de liberación de las mujeres contra el capitalismo y el heteropatriarcado; precisamente en España, uno de los cinco mejores países del mundo para nacer mujer. Qué miserable hay que ser para negar esta realidad y perpetrar mensajes apocalípticos mientras se da a la espalda a, por ejemplo, las mujeres iraníes, que viven un auténtico infierno por culpa de los ayatolás que engrasan la cuenta corriente de Pablo Iglesias.

La huelga feminista y concentraciones como las que han tenido como objeto de manipulación a los jubilados, hasta ayer despreciados por la extrema izquierda por su respaldo mayoritario al PP, no son la culminación sino tan solo el comienzo de una etapa de agitación callejera que se va a agudizar a medida que se aproximen las elecciones europeas, autonómicas y municipales. En el horizonte está la movilización de la enseñanza pública, otro campo fecundo para la izquierda desestabilizadora, tremenda responsable del deplorable estado de aquélla.

Por más que lo peor del periodismo estupendo se empeñe orwellianamente en lo contrario, lo cierto es que la izquierda española no es la solución a los problemas que tiene planteados la Nación sino uno de sus más graves problemas. Lo trágico es que el PP, sabiéndolo, se frota las manos y vuelve a aprestarse a confiar su éxito al discurso del miedo a un Gobierno frentepopulista en manos de PSOE, Podemos y el resto de la izquierda ultra. Mariano Rajoy y Soraya Sáenz Santamaría vuelven a encomendarse a un Iglesias con el que comparten televisiones y el desprecio a Ciudadanos, el partido que ha permitido al PP seguir en el Gobierno de la Nación y de no pocas comunidades y ayuntamientos importantes. Qué espectáculo más abominable.

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