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EDITORIAL

Obama puede...

En estos cuatro años, ya sin la presión de las urnas y con la firme determinación de sacar adelante su programa ultraideologizado, puede hacer mucho daño, y no sólo a los norteamericanos.

Barack Obama ha vuelto a jurar el cargo de presidente de los Estados Unidos de América, en una ceremonia discreta en la Casa Blanca que se complementará con la majestuosa que tendrá lugar este mismo lunes frente al Capitolio. Estamos ya, pues, en la segunda etapa de la Era Obama.

Ni siquiera sus partidarios creen que los cuatro primeros años del obamato han sido fructíferos: de hecho, en las elecciones del pasado noviembre obtuvo 3,6 millones de votos menos que en 2008. Estados Unidos no se ha recuperado por completo de la crisis económica que tan espectacularmente le sacudió en 2008, y no lo ha hecho, en buena medida, porque su presidente es un adepto de las políticas dirigistas y distorsionadoras del libre mercado que llevaron el país al borde del colapso. Obama no sólo no ha conseguido resolver los graves problemas de la economía norteamericana, sino que los ha agravado: bajo su mandato, la deuda pública ha crecido un abracadabrante 55% para alcanzar la tan inimaginable como intolerable cifra de 16,6 billones de dólares.

En cuanto a su proyecto estrella, la reforma sanitaria comúnmente denominada Obamacare, se concibió mal y se impuso aún peor. Obama se reveló en este asunto la antítesis de lo que sus alabarderos dicen que es, el campeón del consenso y la transparencia: no buscó el acuerdo sino arrollar a los críticos –a los que él asignó la categoría de enemigos–, presionó con arrogancia inaudita a la Corte Suprema –a cuyos miembros motejó de "gente no electa" por la ciudadanía– y sus secuaces hicieron del trámite parlamentario de este mamotreto de 2.700 páginas un festival de opacidad y marrullería.

Tampoco ha sido lo que dijo ser, un presidente aglutinador, sino, todo lo contrario, uno de los que más divisiones ha azuzado entre los norteamericanos, lo que ha hecho que salten las alarmas incluso en algunos sectores del ámbito demócrata.

Por lo que hace a su política exterior, se ha venido caracterizando por la ambigüedad, la reticencia y el retraimiento. Por la contemporización con enemigos jurados como Irán y el trato displicente a aliados fundamentales como Israel. Por otro lado, se ha dado la formidable paradoja de una victoria extraordinaria, la caza de Ben Laden, coronada por una retirada de Afganistán que no sólo los talibanes van a concebir como una derrota de EEUU (y de la OTAN). Y actuarán en consecuencia.

Con este panorama, no es de extrañar que esta segunda etapa de la Era Obama suscite numerosos interrogantes e inquietudes. Obama no ha cumplido las expectativas, Obama ya no es el candidato de la esperanza. Obama, de hecho, en estos cuatro años, ya sin la presión de las urnas y con la firme determinación de sacar adelante su programa ultraideologizado, puede hacer mucho daño, y no sólo a los norteamericanos. Yes, he can.

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