El Gobierno de Íñigo Urkullu asumió este lunes la competencia que le habilita para gestionar la política penitenciaria en el País Vasco. Desde este momento, el Ejecutivo nacionalista controlará las cárceles de su región y decidirá sobre los permisos y excarcelaciones de los presos, incluidos los de la banda terrorista ETA. Pedro Sánchez cumple así la principal exigencia de los proetarras de Bildu y del PNV a cambio de su apoyo en la moción de censura que le llevó a la Moncloa.
El control de las cárceles vascas fue una de las peticiones más insistentes del separatismo vasco en el debate de la moción de censura; y una de las contrapartidas fijadas por PNV y Bildu a cambio de aprobar los Presupuestos Generales del Estado, los primeros del sanchismo, que hasta ese momento gobernaba con unas cuentas públicas diseñadas por el último Gobierno del PP.
Mientras se sustanciaba el traspaso de esa competencia, paralizado a causa de la pandemia, el Gobierno ha acercado a 121 terroristas al País Vasco como gesto de buena voluntad hacia el mundo proetarra, cuyo apoyo le resulta imprescindible. Tras esta cadena de genuflexiones del execrable Sánchez y su semejante Fernando Grande-Marlaska, el Gobierno culmina su rendición entregando a los dirigentes peneuvistas la facultad de gestionar las prisiones y, por ende, las condiciones del cumplimiento de las penas de todos los presos, muy especialmente los de la banda terrorista ETA, con todo lo que eso conlleva. Basta recordar cómo han gestionado los separatistas catalanes las competencias penitenciarias en relación con los golpistas presos para intuir lo que va a ocurrir en el País Vasco a partir de ahora.
Miquel Iceta, cuya postración ante el nacionalismo es proverbial, ha asegurado en Bilbao durante el acto de entrega de las transferencias penitenciarias que se trata de "saldar una deuda". En efecto, lo es. Pero no de la sociedad española, que nada debe a la canalla asesina etarra ni a sus protectores y beneficiarios. La deuda que ha saldado el descalificable Iceta es la del traidor Sánchez con los enemigos jurados de la Nación.

