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EDITORIAL

Soporífera despedida del bipartidismo

Pasarán muchos años antes de que este debate lo vuelvan a protagonizar dos partidos que acaparen el 80 o el 90 por ciento de los escaños

Lo llamarán "debate sobre el estado de la nación", pero pocas veces una disputa parlamentaria ha sido tan aburrida y ha reflejado menos la situación por la que atraviesa el país que la que se ha celebrado este martes en el Congreso de los Diputados. Es lógico que un presidente del Gobierno fije la atención en los aspectos positivos de la situación y que el líder de la oposición se centre en las sombras. Sin embargo, el grado de triunfalismo del discurso de Rajoy es tan exagerado y ajeno a la realidad española como el catastrofismo que el todavía líder de la oposición, Pedro Sánchez, ha mostrado al acusar al Ejecutivo de crear un "destrozo descomunal".

Al presidente del Gobierno se le podrá reprochar una política continuista que, a menos de nueve meses de concluir la legislatura, ha sido incapaz de reducir la presión fiscal, el nivel de endeudamiento o el altísimo nivel de desempleo dejado por Zapatero. Se le podría señalar su tímido reformismo y el escaso vigor que muestra la frágil recuperación económica. Sin embargo, Pedro Sánchez ha responsabilizado demagógicamente a Rajoy de una crisis que, aun lejos de estar ya superada, no nace con el Gobierno del PP.

Ni la crisis económica es todavía cosa del pasado ni tampoco es obra del actual Gobierno, por mucho que se empeñen un presidente y un líder de la oposición que, paradójicamente, coinciden en hacer caso omiso de la gravísima crisis que padece España como nación y como Estado de Derecho. Ante el desafío secesionista de los nacionalistas catalanes, Rajoy y Sánchez coinciden en ponerse de lado o en competir a ver quién hace más referencias a un vacío y contraproducente "diálogo" con los nacionalistas. Ni una sola mención de ninguno de los dos al hecho de que las víctimas del terrorismo estén escandalizadas por el elevadísimo número de injustas excarcelaciones de terroristas. En esa paz sucia que ha dejado en papel mojado la Ley de Partidos, el PP de Rajoy y el PSOE de Sánchez parecen estar tan cómodos como lo están con la politización de la Justicia, que imposibilita una auténtica separación de poderes.

Salvo una descontada referencia al caso Bárcenas, replicada con una no menos previsible referencia a Chaves y a Griñán, ningún análisis en profundidad han dedicado Rajoy y Sánchez a la corrupción, fenómeno que está erosionando las instituciones y dando alas al populismo totalitario de Podemos.

Podrá resultar "patético" que Sánchez se haya traído de casa la réplica a Rajoy, por lo que no ha hecho referencia a la intervención de éste. Pero no menos impresentable es que el presidente del Gobierno, por el hecho de que se le haya mentado el caso Bárcenas, pierda los papeles hasta el punto de decirle al líder de la oposición: "No vuelva usted aquí a hacer ni a decir nada".

Resulta por otra parte surrealista ver a Rajoy y a Sánchez discutir sobre cuál de los dos partidos, PP o PSOE, es capaz de elevar más el gasto social o la presión fiscal. Parecería que ambos hubieran celebrado un debate en unas primarias por el liderazgo del mismo partido. No extrañe que de este soporífero debate pueda salir victorioso Pablo Iglesias.

Lo que parece seguro es que pasarán muchos años antes de que este debate lo vuelvan a protagonizar dos partidos que acaparen el 80 o el 90 por ciento de los escaños, tal y como ha venido sucediendo hasta ahora. El bipartidismo, también en esto, ha dejado de ser reflejo del estado de la nación.

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