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Eduardo Goligorsky

Contra la memoria

'Contra la memoria' es el título de un libro de David Rieff que el injustamente acosado ministro Wert debería incluir como texto de lectura obligatoria.

'Contra la memoria' es el título de un libro de David Rieff que el injustamente acosado ministro Wert debería incluir como texto de lectura obligatoria.

Contra la memoria es el título de un libro de David Rieff (Destino, 2012) que el injustamente acosado ministro Wert debería incluir como texto de lectura obligatoria en las escuelas e institutos españoles. No para españolizar a las nuevas generaciones sino, sencillamente, para estimularlas a valorar la búsqueda desprejuiciada del conocimiento y para purgarlas de los detritos falaces y mitológicos con que los intoxican los adoctrinadores sectarios.

Traficantes de rencores

Rieff, ensayista, reportero de The New York Times Magazine y colaborador de varias publicaciones estadounidenses, explica que perdió su objetividad cuando asistió como corresponsal a la masacre de Bosnia, masacre que "emponzoñó para siempre mi idea de rememoración":

La rememoración enardeció las guerras de secesión en Yugoslavia; sobre todo la rememoración de la derrota serbia en Kosovo Polje en 1389. En las colinas de Bosnia aprendí a detestar, pero sobre todo a temer, la memoria histórica colectiva.

Con una salvedad muy importante que es indispensable subrayar antes de abordar las virtudes de determinadas categorías de olvido. Rieff rechaza que "ese olvido deba ocurrir inmediatamente después de un gran crimen o incluso cuando sus perpetradores están sueltos". Los argumentos de Rieff no se aplican a los asesinos etarras ni a los restantes sádicos y violadores que han recuperado su libertad junto con ellos.

El olvido del pasado que propone el autor está encaminado a frustrar la estrategia de los traficantes de rencores y a garantizar la paz entre las naciones y la convivencia entre los hombres. El texto no admite equívocos:

La memoria histórica colectiva tal como las comunidades, los pueblos y las naciones la entienden y la despliegan -la cual, para reiterar lo esencial, siempre es selectiva, casi siempre interesada y todo menos irreprochable desde el punto de vista histórico-, ha conducido con demasiada frecuencia a la guerra más que a la paz, al rencor más que a la reconciliación, y a la resolución de vengarse en lugar de obligar a la ardua labor del perdón. (…) La memoria histórica de un acontecimiento, con lo cual nos referimos en general a la memoria colectiva de la gente que no lo presenció, sino que fue transmitido por crónicas familiares, la educación pública o las ceremonias conmemorativas, no solo es imperfecta, sino imposible.

La magna insumisión

Crónicas familiares, educación pública, ceremonias conmemorativas. Rieff parece estar levantando acta de los instrumentos de que se valen los secesionistas catalanes para convertir el año 1714 en el eje en torno al cual gira la magna insumisión que están promoviendo. No le faltan ejemplos de estos abusos nefastos de la memoria:

Piénsese en Irlanda hasta hace muy poco tiempo, donde, como expresó un poeta del Ulster, el país "tuvo mártires cuando necesitaba hombres". ¿No hubiera sido preferible para toda la gente de los seis condados que aquellos agravios de siglos pasados -reales o imaginarios, descritos con fidelidad o sin ella- mejor desaparecieran de la memoria colectiva de los hombres y mujeres de Irlanda? En suma, ¿por qué la memoria, sobre todo la memoria histórica, se tiene por una bendición cuando, de manera irrefutable y precisamente en el plano histórico, tan a menudo ha sido un lastre, cuando no una maldición?

Rieff cita otro caso de manipulación del pasado con fines espurios que nos afecta en carne propia:

Considérese por ejemplo el uso que hacen Al Qaeda y otros grupos yihadistas, y en realidad muchos clérigos islámicos dominantes desde Marruecos hasta Indonesia, de las palabras cruzadas y cruzado. Como ha puesto de relieve el antropólogo social de Cambridge Paul Connerton, el heredero más dotado de Halbwachs: "Los historiadores musulmanes del medievo no compartían con los europeos cristianos del medievo el sentido de que presenciaban una gran pugna entre el islam y la cristiandad por Tierra Santa".Añade que las palabras cruzada y cruzado nunca se citan en las crónicas musulmanas del periodo, que en cambio emplean los términos francos o infieles. Pero en nuestra época, sostiene Connerton, "un creciente conjunto de escritos históricos árabes se han interesado por el tema de las cruzadas", por lo que el término ha venido a convertirse en una palabra clave para designar las intenciones malvadas de los poderes de Occidente.

Osama ben Laden la utilizaba profusamente en sus alocuciones grabadas.

Explotación demagógica

Esta explotación demagógica de rencores fundados sobre tergiversaciones grotescas es la que practican los promotores del simposio "Espanya contra Catalunya, 1714-2014", donde se congregarán los profesionales de la mitificación sectaria que con tanta razón escarnece Rieff. La degradación del saber histórico que allí se producirá será tan escandalosa que incluso un grupo de intelectuales nacionalistas sufrió un acceso de vergüenza y se desvinculó públicamente del mamarracho. El Cercle de Cultura que los agrupa, presidido por Pere Vicens i Rahola, hijo del historiador Jaume Vicens Vives, proclamó (LV, 28/11):

La cultura, en este caso la historia, "no se ha de rebajar hasta convertirse en un elemento propagandístico de posiciones políticas o ideológicas".

Por su parte, Josep M. Fradera, un historiador cabal, no dejó títere con cabeza cuando hizo la autopsia de esta pantomima maniqueísta (LV, suplemento Cultura/s, 27/11):

No deja de ser anómalo que el periodo objeto de análisis aún no haya concluido (el 2014 -que yo sepa- no ha empezado). (…) Al fin y al cabo, de todo ello se desprende una conclusión: imponer un relato centrado en la eterna enemistad entre Catalunya y Castilla/España no puede ser considerado de otro modo que como un retroceso historiográfico. Se puede formular de una manera menos fatalista (pero no menos fatal). Nos tendremos que acostumbrar a la coexistencia de una historiografía de doble vía: aquella que responde a incitaciones de una coyuntura obsesivamente dominada por el mito del eterno conflicto, y la que se mueve en el territorio tentativo e incierto que establecen las reglas de la disciplina. En esta danza con esqueletos no se ve una tercera vía por ningún lado.

Arsenal de patrañas

Si las reflexiones de Rieff desmontan el tinglado teórico sobre el que los secesionistas intentan escenificar su sainete, y si Fradera repite la operación con el tinglado práctico, Robert Trivers los remata en un fragmento de su libro La insensatez de los necios (Katz) que Sergi Pàmies cita en su artículo "La fuerza del engaño" (LV, 29/11):

Las narraciones históricas falsas son mentiras que nos contamos acerca de nuestro pasado histórico, cuyo objetivo es autojustificarnos y glorificarnos. Sugerir que somos especiales, que también lo son nuestros actos y que lo fueron los de nuestros antepasados. (…) En el campo de la historia se plantea una gran contradicción entre el afán por descubrir la verdad acerca del pasado y el empeño en construir una narración histórica falsa acerca de él.

Quienes se han pertrechado con este arsenal de patrañas para justificar el secuestro de siete millones de ciudadanos y la consiguiente ruptura traumática con los restantes cuarenta millones de compatriotas -ruptura que también se producirá a sabiendas con la ONU, la UE, la OTAN y todas las instituciones del mundo civilizado- empiezan a convencerse de que la nave de los locos que pilotan está enfilando, en medio de un guirigay (Artur Mas dixit), hacia los arrecifes de un ridículo meteórico (Francesc Homs dixit).

Barcelona ya tiene un monumento a este desbarajuste: el museo del Born. Los restos arqueológicos que exhibe han sido maquillados para fomentar el odio cainita, por lo que el iconoclasta contumaz Gregorio Morán lo definió (LV, 30/11) como "una especie de Valle de los Caídos" de los secesionistas catalanes. Encarna los vicios de la memoria histórica acomodada a los moldes sectarios que impugnan Rieff, Fradera y Trivers, pero podría reivindicarse si sobre su frontispicio se grabara en letras indelebles la opinión que vertió, todavía en 1930, el hoy oportunamente recuperado periodista catalán Gaziel:

El separatismo es una ilusión morbosa que encubre una absoluta impotencia.

En España

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