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Eduardo Goligorsky

El contubernio de los mal nacidos

El calificativo que les cuadra no figura en el vocabulario académico sino en la jerga arrabalera.

Es ingenuo juzgar a los depredadores de España con la retórica de las ciencias políticas. Cuando escribimos que nos gobierna un contubernio socialcomunista elevamos a estos chisgarabises por encima del cambalache donde trafican. Maquillamos su baja estofa y seguiremos maquillándola para no emplear un lenguaje procaz, pero conscientes de que no nos ajustamos estrictamente a la verdad.

¿Socialcomunistas? El apelativo “socialista” les sirve a estos felones para explotar falazmente la herencia moderada de Pablo Iglesias Posse, fundador del PSOE, y enmascara los apetitos de poder de unos tránsfugas sin escrúpulos. Y el rótulo “comunista” no alude a las utopías de Marx y Engels sino que sirve de tapadera a los vasallos de las narcodictaduras tercermundistas. Con una escolta compuesta por albaceas de terroristas contumaces y supremacistas étnicos de matriz feudal. Atribuir ideología, por muy atrabiliaria que esta sea, a tan despreciable morralla es un error de bulto. El calificativo que les cuadra no figura en el vocabulario académico sino en la jerga arrabalera. Son unos hdp. El lector espabilado sabrá descifrar la clave del vituperio compendiado. Llamémoslos mal nacidos.

El virus cainita

Los portadores del virus del odio cainita son hijos bastardos de la carcundia oscurantista. Obedecen a sus vísceras. Cuando los conjurados alardean de sus planes para fracturar España en taifas tribales no operan movidos por eruditas cavilaciones enciclopédicas, sino que dan rienda suelta a los bajos instintos de su paleoencéfalo reptiliano. Ni siquiera están capacitados para redactar truculentos manuales de psicopatías necrófilas como los que parieron los genocidas Hitler y Stalin. Sus obscenos precursores fueron Calígula y Nerón, Heliogábalo y Atila.

Hostiles a todo lo que dejan al descubierto las inconsistencias de su discurso irracional, las sectas que se yuxtaponen dentro del contubernio de los mal nacidos se ensañan con el pensamiento libre y la cultura. Y lo hacen desde la etapa formativa utilizando herramientas como la Ley Celaá. Se introducen en la escuela para lavar el cerebro de los niños, los despojan de la lengua que los cohesiona con la civilización circundante, les inculcan mitos fratricidas que los aíslan de sus compatriotas, los privan del estímulo derivado de la competitividad y del reconocimiento del mérito y los colocan bajo la tutela de inspectores designados a dedo por los caciques autóctonos. Proceso este de domesticación que continúa durante el resto de la vida a través de los medios de comunicación subordinados, las redes sociales y las dosis narcóticas de pan y circo.

Guerra sin cuartel

Involucionistas acérrimos, estos mal nacidos abominan de la convivencia entre ciudadanos libres e iguales. Han declarado la guerra sin cuartel al Estado de Derecho, que ven materializado en la Constitución aprobada por mayoría absoluta y en la Monarquía parlamentaria que custodia la unidad y la soberanía de la Nación. Su fobia antimonárquica no les da patente de republicanos sino de matones sembradores de la discordia y el caos. La república que nos tienen reservada no es la de la Ilustración sino un gigantesco gulag equipado con paredones de fusilamiento e instrumentos de tortura.

Allí donde una tropa de renegados ha usurpado el poder hegemónico, como sucede en Cataluña, proliferan los caudillos facciosos que exhiben su vocación carroñera y alternan los golpes subversivos contra el Estado con las puñaladas traperas contra sus propios cofrades supremacistas, en el típico estilo mafioso. Demuestran sin pudor que la independencia les importa un rábano, y que solo la utilizan como señuelo para embaucar incautos, cuando su fin último consiste en adueñarse del botín codiciado: los fondos del erario público. Unos fondos que, para más inri, sustraen a los servicios sanitarios en plena pandemia y desvían hacia el tonel sin fondo del parasitismo clientelar.

Inmunizados

Todo esto sucede con la participación activa, en unos casos, y el visto bueno, en otros, del contubernio de mal nacidos apoltronados en la Moncloa. Un monstruo creado por el doctor Frankenstein para fulminar la Constitución, la Corona y la unidad de España. Y para desguazar el Poder Judicial, barrera infranqueable contra la que se estrellan los chanchullos de los camanduleros que subastan indultos y amnistías para los sediciosos y malversadores impenitentes predispuestos a reincidir en sus delitos. ¿Socialistas? ¿Comunistas? ¿Independentistas? Mucho peor. Una plaga de hdp enceguecidos por el odio a nuestra patria y a nuestra civilización.

Feliz Año, inmunizados contra todas las plagas.

En España

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