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Eduardo Goligorsky

Y seguiremos crispados

Si no coordinamos la resistencia será porque ya estemos, como temía, aletargados. ¡A despertar y ponerse en marcha!

Siempre me he definido como un pragmático posibilista, partidario de los pactos y las transacciones y enemigo de los sectarismos y las ortodoxias. Un talante que, a primera vista, parecería entrar en contradicción con la promesa de seguir crispados que sirve de encabezamiento a este artículo. Pero seguiremos crispados y con razón.

Fraternidad y concordia

Vayamos por partes. Según las encuestas –con porcentajes poco fiables pero que no dejan de reflejar el estado de ánimo de sectores populares–, uno de los problemas que más preocupan a los entrevistados es precisamente la crispación que invade los debates de la clase política: la polarización, los insultos, los vetos.

También parece existir en la opinión pública un acuerdo en torno a la necesidad de que los partidos políticos y las organizaciones representativas de todas las fuerzas vivas (perdón por el arcaísmo) de la sociedad española se aglutinen, sin exclusiones, en un gran frente de salvación nacional cuyo único objetivo sea la restauración de la normalidad institucional, sanitaria, económica y cultural en un clima de fraternidad y concordia. Sin embargo…

Testimonio elocuente

Sin embargo seguimos crispados. La crispación flota en el aire y lo satura todo. Incluso las relaciones laborales, familiares y de amistad. Recojo un testimonio elocuente. El predicador nacionalista Francesc-Marc Álvaro rechaza lo que a su juicio es “el argumento falaz según el cual todo lo que ocurre en Catalunya es ‘un problema de convivencia’” (“Amistades procesadas”, LV, 8/10). Pero cuenta a renglón seguido:

El fuerte desencuentro con un viejo amigo –a quien admiro y respeto– a raíz de la presidencia de Torra y de la manera como unos y otros valoramos lo que ha hecho o dejado de hacer. Esta discusión –breve pero intensa– (…) finalizó con un frío adiós por parte de ambos. Pareció que se rompía algo importante. (…) Llega un día en que el lazo suave que une a dos individuos se transforma en un alambre que hiere.

Si una discusión sobre las barrabasadas del mamarracho Torra puede generar choques entre viejos amigos que comparten la misma ideología, no debe extrañarnos que a la mayoría sensata la crispen los actos despóticos que una minoría desquiciada perpetra contra el modelo de Estado y la unidad nacional.

Falacia repetida

Parte del arsenal de la crispación consiste en sostener que el culpable de la fractura es el adversario político. Curiosamente es el mismo Álvaro quien se dispara un tiro en el pie cuando, convertido en portavoz vicario del bloque Frankenstein, enumera, sin quererlo, las razones que tienen todos los ciudadanos fieles a la democracia para crisparse ante la política aberrante del contubernio de sanchistas, comunistas, supremacistas étnicos y bilduetarras (“Romper el juguete”, LV, 15/3).

El embaucador tiene el tupé de acusar al Partido Popular de “dinamitar las instituciones (poder judicial, Corona, Parlamento) para intentar recuperar el Gobierno”, y al mismo tiempo se desentiende de “varios patinazos del líder de Podemos desde el cargo de vicepresidente”. O sea, enumera en apretada síntesis todas las dianas contra las que disparan los felones del Gobierno entreguista (poder judicial, Corona, Parlamento) y las carga sobre las espaldas del PP. ¿Cómo no crisparse ante tamaña falacia repetida por todos los corifeos de la sedición tramada contra la España constitucional?

Argumento difamatorio

Desenmascaremos las falacias como corresponde, porque sus autores son los únicos culpables de que sigamos inmersos en la crispación. Ahí está la vicepresidenta Carmen Calvo, tildando a Pablo Casado de “antiespañol” porque acude a la Comisión Europea para informar sobre la ofensiva de matriz totalitaria que el conglomerado sancho-chavista ha puesto en marcha contra la independencia del Poder Judicial.

El argumento difamatorio de la jerarca es idéntico al que empleaban el nazismo, el fascismo, el comunismo, el franquismo, el castrismo, el peronismo y todos los regímenes despóticos, que calificaban de “antipatriotas” o incluso de “gusanos” a los disidentes y emigrados cuando estos denunciaban sus iniquidades ante el resto del mundo. Sobresale el recuerdo de Solyenitsin, despojado de la ciudadanía rusa por oponerse a la dictadura bolchevique. Hoy los imitan los sátrapas chinos, polacos, húngaros y tercermundistas. Y la vicepresidenta Carmen Calvo. Con el añadido de que el vicepresidente segundo Pablo Iglesias vocifera su admiración por el psicópata sádico Ernesto Che Guevara, profeta de la guerrilla y el paredón, al que presenta como modelo a seguir (El Español, 9/10). ¿Aspira a emularlo a él, o a Maduro, o a Ortega, para evitar, como prometió, que lo que él llama “la derecha” vuelva a gobernar España?

¡A despertar!

La sociedad tendría que estar aletargada para no crisparse cuando una banda de aventureros guerracivilistas toma por asalto los resortes del poder con un programa explícito: 1) convertir el Parlamento en un sóviet que obedece a la voz del amo; 2) derrocar arteramente la Monarquía constitucional y sustituir el Reino de España por un mosaico de republiquetas tribales; 3) apropiarse del Poder Judicial para aniquilar todos los valores que figuran en el texto de la Carta Magna, empezando por la libertad de pensamiento y siguiendo por el derecho de propiedad; y 4) premiar a los sediciosos impenitentes y a los terroristas mal reciclados que ayudan a consumar esta depredación.

Así se explica que los observadores internacionales califiquen a España de Estado fallido, más castigado que cualquier otro de su entorno por la crisis sanitaria, económica e institucional, y anquilosado –en esto coinciden todos– por la anárquica fragmentación regional. Su dictamen concuerda, aunque no están crispados, con el de los españoles que sí lo están –estamos– porque lo sufren –sufrimos– en carne propia.

Como trágico corolario, este cataclismo nos coloca al borde de la ruptura con la Unión Europea y el mundo civilizado y promueve el notorio acercamiento diplomático a países con regímenes dictatoriales.

Hagamos el balance, y si no nos crispamos y coordinamos la resistencia es porque ya estamos, como temía, aletargados. ¡A despertar y ponerse en marcha!

PS: Asombra que una veintena de embajadores de los países de la UE en España hayan acudido a escuchar la arenga republicana y sectaria anti PP que les endilgó el caudillo chavista Pablo Iglesias. Informa La Vanguardia (“La wiphala de Iglesias”, 20/10) que el pichón de dictador ostentaba en la mascarilla, en homenaje a la victoria de Evo Morales, una wiphala, la bandera multicolor de los indígenas andinos oficializada en el Estado Plurinacional de Bolivia junto al emblema nacional. Olvida el demagogo multiculturalista Iglesias que fueron esos indígenas andinos quienes propiciaron la captura y ejecución del Che Guevara, cuando denunciaron ante las fuerzas del orden que este había invadido sus tierras al frente de un pelotón de extranjeros blancos armados hasta los dientes. Les agradecemos este servicio que prestaron a la democracia, pero no incurriremos por ello en la payasada de disfrazarnos con la simbología precolombina.

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