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Emilio Campmany

Carta de naturaleza para la casta

Lo crucial de esto no es si va a cambiar algo o va cambiar todo. Lo sustancial es que se hace para que todo siga igual.

Lo crucial de esto no es si va a cambiar algo o va cambiar todo. Lo sustancial es que se hace para que todo siga igual.

Tras presentar la vicepresidenta del Gobierno el plan de adelgazamiento de la Administración, los políticos, incluidos muchos del PP, han reaccionado como cabía esperar de ellos, llamando a rebato e identificando la reforma como un ataque directo a sus privilegios. Tan es así que Soraya Sáenz de Santamaría ha tenido que dar un puñetazo encima de la mesa y decir eso tan bonito de que ha llegado la hora de que los políticos asuman también sacrificios. La frase, en general muy celebrada, encierra todos los horrores y despropósitos que nuestro sistema entraña.

Para empezar, implica reconocer la existencia de la casta. Cuando la vicepresidenta les exige que asuman ellos los sacrificios que hasta ahora no habían querido asumir, tan sólo está hablando de la supresión de unos pocos cargos que ya no podrán repartirse. Naturalmente, esto perjudica a la casta, y es lógico que proteste, pero no es lo peor que le podía pasar, porque la casta como tal sobrevivirá. Y eso es lo que la propia frase de la vicepresidenta implica. Si quieren subsistir, tendrán ellos también que asumir algún sacrificio. Téngase en cuenta que la casta no son sólo los cargos públicos, electos o no. Son también los representantes de la patronal y los sindicatos. Son esos empleados que deben su puesto de trabajo en la Administración o en empresas públicas a la decisión arbitraria de un político. Incluye a los empresarios que logran tener éxito a base de subvenciones, así como a sus empleados, en la medida en que sus puestos de trabajo dependen de ellas.

Lo que Saenz de Santamaría les está diciendo con fingida severidad es que no hay más remedio que asumir algunos sacrificios si quieren seguir disfrutando de la mayoría de los beneficios de los que hasta ahora disfrutan. En este sentido, el Gobierno está haciendo lo que mucha gente, citar mal a Giuseppe Tomasi di Lampedusa y aceptar que algo tiene que cambiar para que todo siga igual. La verdad es que lo que el escritor italiano puso en boca del príncipe de Salina es algo mucho más sutil, que todo tiene que cambiar para que todo siga igual. Sin embargo, lo crucial de esto no es si va a cambiar algo o va cambiar todo. Lo sustancial es que se hace para que todo siga igual.

Francamente, no creo que este plan vaya a cambiar nada importante. Pero lo que es seguro es que, sean o no muchos y profundos los cambios, la casta seguirá existiendo y buena parte de sus canonjías, también. Lo que ha hecho la vicepresidenta ha sido dar carta de naturaleza a la casta reconociendo oficialmente su existencia al hablar de ella como un cuerpo aparte que, sin haber sufrido hasta ahora la crisis y haber seguido disfrutando de sus sempiternos privilegios, está obligado ahora a aceptar un recorte para sobrevivir. Y eso es lo terrible, que van a recortarlos, no a suprimirlos. La casta y sus prebendas subsistirán. Ahora, de forma oficial.

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