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Emilio Campmany

Italia contra Europa

Urge reinventar la Unión, como intuye Macron. Pero Merkel no quiere ni oír hablar del asunto.

Urge reinventar la Unión, como intuye Macron. Pero Merkel no quiere ni oír hablar del asunto.
Angela Merkel | EFE

El martes nuestros medios de comunicación, bastante ignorantes acerca de lo que es Italia, dieron como segura la imposibilidad de que haya un acuerdo para formar Gobierno e inmediatamente saltó la noticia de que podría haberlo.

Berlusconi, en una fina jugada que podríamos calificar de retirada táctica, ha dado permiso a su aliado Matteo Salvini, de la Liga Norte, para que trate de llegar a un acuerdo con Giulio Di Maio, del Movimiento Cinco Estrellas. Hasta ahora, Salvini había exigido que el acuerdo incluyera a Berlusconi y Di Maio había replicado que con el cavaliere no iría a ninguna parte. El paso atrás de Berlusconi tiene evidentes ventajas. La primera es la de evitar aparecer como el culpable si finalmente no hay acuerdo y toca volver a las urnas. La repetición de las elecciones perjudicaría al Partido Democrático, el de Renzi, guardián de las esencias de la vieja política, pero también a Forza Italia. La segunda es la de obligar a su atrabiliario aliado, Salvini, a retratarse poniéndose de acuerdo con alguien con quien comparte relativamente poco. Y la tercera es dar ocasión a los estrellados de empezar a hacer política en serio e inevitablemente decepcionar a sus votantes.

Lo cierto es que la Liga y el Movimiento están en posiciones muy alejadas. La Liga, que obtiene sus mejores resultados en el rico Norte, defiende un único tramo para el impuesto sobre la renta, en beneficio de sus votantes, y el Movimiento, que triunfa en el pobre Sur, quiere una renta básica en favor de los suyos. Encima, Salvini hace buenas migas con Putin, mientras Di Maio se ha convertido al atlantismo.

Sin embargo, hay algo en lo que los dos están de acuerdo: aborrecen la Unión Europea. Salvini quiere que Italia se vaya de allí y Di Maio exige un referéndum sobre la pertenencia al euro. Ambos son contrarios a las imposiciones de Bruselas y los dos quieren derogar la reforma de las pensiones del Gobierno Monti, que fue impuesta desde la UE. Si llega el acuerdo, lo lógico es que ambos líderes aparquen sus programas en aquello que divergen y se propongan ejecutar lo que les une. Y en lo que más de acuerdo están es en lograr sustraer a Italia de los dictados de la Unión.

En Bruselas deben de estar de los nervios porque una cosa es que se vaya Gran Bretaña, que nunca estuvo dentro del todo, y otra muy diferente que uno de los tres grandes fundadores del invento lo haga volar por los aires. Podrán decir que Berlusconi es un payaso, Salvini un xenófobo y Di Maio un populista; pero, si la Unión quiere sobrevivir a lo que se le viene encima, Alemania y Francia deberían inventar algo que no consista sólo en imponer disciplina presupuestaria a los demás mientras ellos, cuando les van mal las cosas, hacen lo que les parece. Urge reinventar la Unión, como intuye Macron. Pero Merkel no quiere ni oír hablar del asunto.

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