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Emilio Campmany

El florero de Macron

El resurgir de la 'grandeur' nos ha pillado con un palurdo engreído al frente del Gobierno.

El resurgir de la 'grandeur' nos ha pillado con un palurdo engreído al frente del Gobierno.
Pedro Sánchez | EFE

Igual que Napoleón quiso dominar Europa, Macron quiere dirigir el mundo. La marcha de Merkel, el Brexit de Reino Unido, el neoaislacionismo de Trump le dan una oportunidad para intentarlo, aunque a Francia, que siempre está hambrienta de gloria, le quedan pocos dientes con los que morderla. Pero la ocasión que ofrecen las circunstancias es una tentación para cualquier gobernante francés.

A nosotros esas ambiciones nos resbalan, pero deberíamos hacernos con un presidente que evitara las humillaciones que tanto gusta a los gabachos infligirnos cuando se vienen arriba. El resurgir de la grandeur nos ha pillado con un palurdo engreído al frente del Gobierno inclinado a sufrir cualquier afrenta a nuestra nación con tal de que se la paguen con armiño y oropel, para él y para su esposa. Ya se dejó embolicar Sánchez cuando hubo que cubrir los cargos de la Unión Europea. Macron consiguió poner a una francesa al frente del Banco Central Europeo y tiró por el barranco al socialista que iba a presidir la Comisión gracias al supuesto buen hacer de Sánchez. Pero al menos en aquella ocasión nuestro presidente recibió para Borrell el premio de consolación que es estar al frente de la fútil diplomacia europea.

Que te lo hagan una vez, pase. Pero que te lo hagan de nuevo y sin recibir nada a cambio es del género idiota, que no es masculino ni femenino y que abunda en la persona de nuestro presidente. Porque ¿a qué ha ido Sánchez a Biarritz? ¿A acompañar al representante de Burkina Faso? No intervino en ninguna sesión, no se reunió con nadie y, por supuesto, no se trajo ningún compromiso, al menos en beneficio de los intereses de España. Si alguna misión tuvo allí, no fue consciente de ella. Macron castigó a Boris Johnson sentándole al lado de Sánchez, que le colocó un tablón de los de no te menees explicándole lo malo que es salirse sin acuerdo. Todavía hoy está el primer ministro inglés arrepintiéndose de, por asistir a la cena, haber cancelado la hora que tenía con su dentista para sacarse las cuatro muelas del juicio, un solaz divertimento comparado con una cena al lado del palizas de Sánchez.

No hubo más. ¿Y qué más va a haber con Sánchez? Lo más gracioso es cómo El País trata de ocultar la irrelevancia del presidente del Gobierno, al que califica de "aliado clave de Macron en la Unión Europea". No es aliado clave de nadie, y menos de Macron, con quien apenas intercambió dos palabras, y porque el francés era el anfitrión. Si no, ni eso. Lo que sí hizo el presidente francés es, en un receso, reunirse con su mujer para discutir en qué habitación del palacio colocarían el precioso, aunque inútil y un poco hortera, florero español que acababan de mercarse. Los dos coincidieron en que, debidamente cuajado de rosas rojas, donde mejor luciría era en el salón Pompadour. De belle a beau, comentó divertida Brigitte.

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