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Eva Miquel Subías

Esas batallas diarias

La líder conservadora refleja claramente lo que Winston Churchill quiso decir con aquello de que “el político se convierte en estadista cuando empieza a pensar en las siguientes generaciones y no en las próximas elecciones”.

Permítanme que les diga que esta semana estoy de subidón. Y antes de que la temida curva vaya descendiendo y afecte a mi carácter como a la mayoría de mis compis ciclotímicos, quiero apuntar un par de cosillas.

La sublime interpretación de Meryl Streep en The iron lady no ha permanecido al margen de ese estado de agitación corporal y mental. Dejando de lado la cuestión de que hubiera preferido una mayor concentración en la toma de decisiones clave a las que tuvo que enfrentarse Margaret Thatcher a lo largo de su trayectoria en detrimento de su etapa más senil ya que, aún siendo ésta muy emotiva, no es precisamente lo que más ha caracterizado a nuestra querida ex primera ministra de ojos azules, el largometraje merece la pena por varios motivos. Y uno fundamental es por lo que supone un acercamiento al verdadero significado del liderazgo.

Se debería ir a verla con una Moleskine bien a mano. Y aunque no pocas escenas y algunas de sus palabras aparecen recogidas en sus libros de memorias, conviene siempre recordarlas. Es una fragancia de lo más agradable y estimulante.

La líder conservadora refleja claramente, a través de cada una de sus disposiciones, lo que Winston Churchill quiso decir con aquello de que "el político se convierte en estadista cuando empieza a pensar en las siguientes generaciones y no en las próximas elecciones".

Bien es cierto que el liderazgo en sí mismo no se ejerce de una manera aislada –con los riesgos que ello también supone– sino que éste, en el caso de la sociedad británica, va acompañado de unas instituciones profundamente democráticas y empapadas de enorme dinamismo y fluidez; así como la libertad que te otorga la presencia de un sistema de listas abiertas, cuya movilidad no sólo contribuye a una mayor transparencia, sino que el ritmo con el que te sientas o levantas de tu escaño viene determinado por la directa implicación del ciudadano.

Convicciones, esfuerzo, perseverancia, firmeza o valor y coste de las cosas, no son palabras huecas en el vocabulario thatcheriano. Ni siquiera sus críticos pudieron vislumbrar el más mínimo asomo de cinismo en ellas.

Porque no sólo la transformación económica del Reino Unido fue manifiesta, no sólo se controló la inflación –tras una serie de medidas severas–, no sólo se empeñó en un férreo control del gasto público iniciando una recuperación que se prolongó durante todo su mandato, no sólo se empleó a fondo con las reformas sindicales y desreguladoras. Se dedicó en cuerpo y alma en cambiar la mentalidad de los británicos.

Tanto, que hasta los laboristas tuvieron que reinventarse. Y Tony Blair fue una buena muestra de ello.

Otra cosita. Alfred Bosch, que ha llegado esta semana al Polo Sur en solitario y sin asistencia de ningún tipo, ha explicado en Catalunya Ràdio "el valor de los momentos difíciles, que te enseñan más que otros". Ha apelado, así, a la lucha, al esfuerzo. Y ha criticado el "victimismo y la apatía, que sólo te conducen a la decepción contigo mismo". Creo que en las cabinas de la emisora pública catalana estaban subrayando con un Staedler color turquesa.

Termino. Y lo hago volviendo a ella. Porque en estos días duros, en los que además debes convivir con el aumento imparable de la mala educación a tu alrededor, con trepadores voraces que, en estos tiempos de crisis, se multiplican y reproducen, me he grabado a fuego lento unas palabras.

"With all due respect sir, I have done battle, every single day of my life". Pues ya saben.

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