La segunda forma del karma, el sanchita, permanece latente durante esta vida y sólo se exhibe de a poco, como la conciencia de los gobiernos latinoamericanos, que en materia económica adoptaron renuentemente los beneficios del mercado pero a quienes acecha el fantasma de la Liga Árabe en política exterior. El tercer tipo, menos frecuente, es el sanchiyamana, que posterga la maduración para vidas futuras, como parece ser el incurable caso de Austria.
Todo el ciclo kármico se ha visto sacudido en estos días, que cerraron varios círculos de la historia.
En un proverbial 7 de mayo, España no desentonó con un generalizado ponerse al día y concluyó la normalización de trabajadores extranjeros después de los tres meses que se otorgó como plazo para legalizar a 700.000 residentes ilegales. El mismo día, en el Líbano, el karma se había manifestado más dramáticamente: el líder cristiano Michael Aoun regresó después de 15 años de exilio en París, que le impusiera la ocupación siria. El repliegue del régimen de los Asad desde el País de los Cedros augura su subsiguiente retirada definitiva de la Siria ocupada.
Ni siquiera ese milagro tiene por qué escapar del karma, si en Irak el primer ministro, Ibrahim al Yafari, consiguió completar –con una demora de varios meses y la aprobación del Parlamento (112 legisladores, de un total de 155)–, los seis puestos que aún quedaban vacantes en el Gabinete. Nace así la primera democracia del mundo árabe, y no deja de ser motivo de emoción.
Para celebrar la victoria sobre Alemania (la rendición firmada por Alfred Jodl en Reims, 7-5-45), Bush asistió a una ceremonia en el cementerio holandés de Margraten, donde están enterrados más de 8.000 soldados americanos.
En el camino se detuvo en Letonia y en Georgia. En la primera admitió el error histórico del Gobierno de su país durante la Conferencia de Yalta (4/11-2-45), en la que se dio a Stalin luz verde para apoderarse de Europa Oriental. La presidenta letona, Vike-Freiberga, publicaba en el Washington Post (7-5-05, el mismo día de la visita de Bush) una exhortación a que todas las naciones democráticas exijan de Rusia que reconozca sus crímenes durante la era comunista.
En cuanto a Bush y a Putin, el karma rozó también a Israel y a los judíos.
En Jerusalén, dos ilustres visitas señalaron el cierre de círculos pendientes. Por un lado, el primer ministro turco, Recep Erdogan, aseveró aquí (1-5-05) que ve en la judeofobia un crimen de lesa humanidad. Como Turquía preside la Organización de la Conferencia Islámica, su visita podrá estimular una línea basada en la moderación y el diálogo.
Asimismo, por primera vez en la historia visitó nuestro país un presidente ruso (28-4-05): Vladimir Putin se comprometió a que Rusia –a la que definió como aliado estratégico de Israel– jamás perjudique al Estado hebreo, y felicitó a Ariel Sharon por su lucha contra el terrorismo. El premier israelí respondió que la fecha de la visita era auspiciosa: el pueblo hebreo no olvida la contribución de los rusos en la liberación de los campos de la muerte.
El mundo ha cambiado tanto últimamente que estos gestos de amistad parecen ser hoy en día más huidizos por parte de Europa Occidental. Austria es un caso singular. Su presidente, Heinz Fischer, urgió a sus compatriotas (8-5-05) a enfrentar la verdad de la era nazi. Lo hizo en el castillo de Hartheim, donde fueron gaseadas 30.000 personas. Aún reverberaba el eco de las declaraciones de dos legisladores: John Gudenus, que acaba de poner en duda la existencia de las cámaras de gas, y Siegfried Kampl, quien hizo pública su defensa de los nazis que sufrieron (sic) "brutal persecución".
Los austriacos niegan su historia, lo que es un modo de agravarla. En una reciente encuesta, el 40% respondió que el nazismo había sido parcialmente beneficioso. Es el resultado de una educación en la que Austria viene obcecadamente presentándose como víctima del nazismo y no como uno de sus principales instigadores. De Austria provinieron los peores cabecillas nazis, y la invasión alemana de 1938 fue allí recibida con una algarabía que la eximió de disparar un solo tiro.
Casi medio siglo después, en 1986, cuando ya se había desvelado su pasado como criminal de guerra, el único castigo que el pueblo austriaco dio a Kurt Waldheim fue designarlo presidente del país.
Pero, aun fuera de Austria, es difícil imaginar en algún país europeo una decisión como la que acaba de tomar el presidente Bush, quien una vez más designó una semana (del 8 al 15 de mayo) como Semana de la Herencia Judía, a fin de que los norteamericanos lleven a cabo actividades que celebren la contribución de los judíos a la nación, destacando de ellos "el triunfo de la fe, el sacrificio personal, el poder de la esperanza, la supervivencia, la fe duradera en la libertad humana, su compromiso con la excelencia en las ciencias, en la ley, la literatura…"
En los mentados festejos y reconciliaciones de los aliados vencedores debería incluirse a quien el periodista holandés-canadiense Pierre van Paassen denominó "el aliado olvidado", en su libro homónimo de 1943. Paassen denunció el abandono de los judíos: cuando Occidente venció a las fuerzas del caos, relegó a su peor víctima.
Basura intolerable
A Latinoamérica el karma parece costarle más, y en estos días kármicos opta por encaminar sus gestos de acercamiento a los regímenes de la Liga Árabe. Tal vez sea un modo de nuevos gobiernos nominalmente de izquierda (Chile, Argentina, Brasil, Uruguay) para mantener viva una llama ideológica después de que en términos económicos la realidad haya superado sus utopías.
Cuando Tabaré Vázquez asumió (1-3-05) como primer presidente izquierdista de la historia del Uruguay, llegaba tarde: ya no hay izquierda. Su Administración debe conservar un crecimiento económico de casi 13 por ciento durante 2004, para lo que confirmó en sus cargos a algunos funcionarios del vilipendiado Gobierno saliente y designó a un empresario ministro de Economía.
En un encuentro con 600 empresarios en Buenos Aires (5-5-05), el presidente uruguayo fue inequívoco en su "fuerte compromiso con la inversión, llegue de donde llegue", y no se inhibió al desearles "buenos negocios". La revolución proletaria ha quedado en la nostalgia. Por ello, es de temer que pongan el énfasis en el campo en que todavía parece fértil el fracaso: la política exterior. En vez de promover un mayor encuentro con Occidente, están flirteando con el último resabio del totalitarismo. Se reúne en Brasilia la Cumbre de Países Sudamericanos y Árabes (10/11-5-05) para debatir sobre "cooperación política, comercial, cultural, científica y tecnológica".
El primer adjetivo de la cooperación es preocupante. El debate podría circunscribirse a que Sudamérica enseñe a los regímenes árabes cómo democratizarse, pero sospechamos que no es lo que tienen en mente los jeques y reyes petroleros, que probablemente optarán por arremeter por enésima vez contra el aliado olvidado.
Nuestra sospecha se funda en que la idea de la cumbre la planteó el presidente anfitrión, Luiz Inácio Lula da Silva, precisamente durante su visita a Medio Oriente en diciembre de 2004, durante la que salteó cuidadosamente a Israel. A su vicepresidente, José de Alencar, lo desacredita otro antecedente: durante la campaña electoral que lo llevó al Gobierno (septiembre de 2002) recomendó que el Estado de Israel se trasladara a otro lado.
Pero no: coincidiendo con la cumbre, Israel ha preferido festejar en su tierra los 57 años de independencia (12-5-05). Compárese el verdor de sus desiertos con la "cumbre" de sus vecinos, sus logros sociales, su prosperidad cultural y educativa, su libertad y democracia, con el estancamiento y violencia que le rodea, y todos celebrarán la pujante vida del aliado olvidado.
Todos, salvo quienes elijan los valores postrerohablantes de Chávez, o los de algún dictador del Caribe. Fidel Castro calificó (4-5-05) de "muy bobito" al recién designado (2-5-05) secretario general de la OEA, Juan Miguel Insulza, ex canciller del Gobierno socialista chileno. ¿El motivo de su ira? Notable: Insulza declaró que la OEA promoverá el "progreso en materia de democracia y derechos humanos". La inusitada reacción de Castro habla por sí sola: "No estamos dispuestos a tolerar estas basuras".
Gustavo D. Perednik es autor, entre otras obras, de La Judeofobia (Flor del Viento) y España descarrilada (Inédita Ediciones).