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ARGENTINA

¡Es la economía, Cristina!

Antes de 1992, George Bush padre contaba con un 90% de aceptación en EEUU, fruto de su política exterior, o más precisamente debido al final de la Guerra Fría y la Guerra del Golfo Pérsico.


	Antes de 1992, George Bush padre contaba con un 90% de aceptación en EEUU, fruto de su política exterior, o más precisamente debido al final de la Guerra Fría y la Guerra del Golfo Pérsico.

James Carville, jefe de campaña de Bill Clinton en las presidenciales de ese año, recomendó al futuro presidente que se centrara en cuestiones más relacionadas con la vida cotidiana y las necesidades más inmediatas de los ciudadanos. Así surgió el principal eslogan de la victoriosa campaña del demócrata: "¡Es la economía, estúpido!".

El otro día, mientras escuchaba el moderado discurso de Cristina Fernández de Kirchner luego de que ésta hubiera hecho realidad su sueño de un segundo mandato –tercero del kirchnerismo–, aquel eslogan vino a mi mente.

Ya he brindado en otra ocasión mi lectura de la economía argentina. Si uno quisiera hoy comprender por qué, ante esa realidad, la señora presidente obtiene los resultados que obtiene, le basta observar la dinámica del PIB real.

Tras la profunda crisis de 2001-2002, la economía inició en 2003 un proceso de recuperación acelerada. Ese primer gobierno (2003-2007) fue polémico en varios sentidos, pero la economía fue recuperándose año a año y permitió que en 2007 el pueblo argentino renovara la confianza en el modelo kirchnerista.

El segundo gobierno (2007-2011) también evidenció dificultades, como la guerra con el campo. Pero el mayor golpe sobre la imagen positiva del oficialismo llegó en 2009, cuando emergió el efecto de la crisis global y la economía argentina cayó un 3 por ciento, aunque el Indec jamás lo reconociera. La recesión fue de tal importancia, que en las elecciones legislativas de 2009 Néstor Kirchner se vio superado por Francisco de Narváez como primer candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires. Esa derrota electoral estuvo muy cerca de terminar con el kirchnerismo, según han explicado los analistas políticos. Pero los días pasaron, la economía global empezó a sentir los efectos de las políticas económicas estadounidenses, traducidas en inyecciones de liquidez y planes de estímulo fiscal, y poco a poco la economía argentina se revitalizó. Con ello, el kirchnerismo volvió a ganar enteros.

Las internas abiertas de hace unos meses anunciaron la segura victoria del kirchnerismo. Las encuestas mostraban una imagen positiva de cerca del 60 por ciento, lo que hizo que no sorprendiera una victoria tan contundente.

Gabriela Pousa ha escrito, a propósito de las elecciones de hace dos domingos:

Se ha privilegiado la política de patotas más allá de que continúe Guillermo Moreno en su cargo, se ha justificado el saqueo votando al ideólogo del traspaso de fondos de las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP) a manos de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), (...) se priorizó el doble discurso frente al escenario internacional (...) Por último, se puede asegurar que se ha inclinado el electorado por la demagogia nacional y popular... No hace falta agregar mucho más.

Yo no estoy de acuerdo con esta impresión, y la señora presidente debe saberlo. Este resultado en la campaña no ha sido un premio a lo peor del kirchnerismo, sino que se ha producido a pesar de él. Este resultado electoral es el premio a un gobierno que acompañó la recuperación de la economía argentina tras la profunda depresión de 2001. Una recuperación que, insisto, tiene sus debilidades de largo plazo.

Cristina Fernández de Kichner ha sido bien asesorada en los últimos meses y ha aprendido a manejar los silencios; además, ha moderado su discurso, al punto de que ha agradecido a Mauricio Macri y Sebastián Piñera que la felicitaran por el resultado de la elección. Esto ayuda en el corto plazo, pero lo que decidirá el futuro del modelo es el resultado que éste ofrezca sobre las variables macroeconómicas relevantes. Me refiero al crecimiento económico, la inflación y el empleo.

Reconocer que la economía ya no crecerá al 8 por ciento, sino sólo a un 4 por ciento, abre algunas incógnitas.

Los analistas más optimistas afirman que el gobierno reducirá la emisión monetaria para intentar controlar la inflación. Saben que esto le obligará a reducir el gasto público, para lo cual ya se habla de recortar subsidios (las tarifas subirían un 18 por ciento). Amado Boudou, antes ministro de Economía, ahora vicepresidente, ha manifestado su interés por llegar a un acuerdo con el Club de París para volver a colocar deuda en el mercado internacional, crear algo de confianza y reducir la fuga de capitales, que sigue preocupando al Banco Central.

Los más pesimistas –quizás yo sea uno de ellos– piensan que el oficialismo realmente profundizará en su modelo y que, aunque llegue a un acuerdo con el Club de París, seguirá agotando los recursos del Estado (Anses y reservas del Banco Central), al tiempo que aplicará todo tipo de controles de precios para evitar la escalada inflacionaria.

El presupuesto 2012 nos puede dar una primera respuesta. Ya no queda oposición, ni siquiera en el Congreso. Señora presidente, la economía argentina está a su merced.

 

© El Cato

ADRIÁN RAVIER, doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala).

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