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ESTADOS UNIDOS

La nueva rebelión de las gentes

Cuando en el otoño de 2008 publiqué mi libro Quién es John McCain, el mundo político e intelectual vivía los momentos cumbre de la seducción de Obama, que, en efecto, venció holgadamente en las Presidenciales de aquel año –aunque no de forma tan arrolladora como hizo en su tiempo Ronald Reagan–, y parecía haber enviado el movimiento conservador al limbo de las largas esperas.

Cuando en el otoño de 2008 publiqué mi libro Quién es John McCain, el mundo político e intelectual vivía los momentos cumbre de la seducción de Obama, que, en efecto, venció holgadamente en las Presidenciales de aquel año –aunque no de forma tan arrolladora como hizo en su tiempo Ronald Reagan–, y parecía haber enviado el movimiento conservador al limbo de las largas esperas.
En las páginas de aquel libro, enseguida arrumbado por la actualidad, se pasaba revista no solo al emergente y nuevo republicanismo norteamericano (que únicamente aguardaba un líder sólido capaz de unificar sus diversas alternativas), sino a la debilidad real de las propuestas de Obama y, sobre todo, a datos reveladores que casi nadie tenía en cuenta: los índices de rechazo del presidente George W. Bush eran, desde luego, elevados, muy superiores al 50 por ciento, pero el rechazo y desprestigio del Congreso (dominado por los demócratas y presidido por Nancy Pelosi ) era aún mayor. El estallido de la crisis hizo que se tambalearan las viejas políticas y  muchos de los nombres que las habían servido. ¿Acaso nadie había previsto la catástrofe?, ¿dónde se ocultaban los auténticos responsables –más allá de un grupo de estafadores o especuladores?

Lo que se ha registrado desde entonces es una auténtica rebelión de las gentes, de millones de hombres y mujeres que, mucho más allá de las etiquetas políticas, desconfían de un sistema político que parece haber sido copado por una casta específica que desde hace demasiado tiempo tiene como principal norte su propio mantenimiento.

Durante un tiempo, Obama permitió que el aire fresco penetrara en los departamentos públicos y la Casa Blanca. Pero –y dejando de lado su buena fe y sus cualidades personales– lo cierto es que el presidente norteamericano es más imagen que realidad. La vieja política y la falta de alternativas se apoderaron enseguida de la maquinaria de Washington, y poco a poco la popularidad del demócrata se fue viniendo abajo, sin que sus muchos defensores y apologetas –sobre todo en el campo de la cultura– hayan hecho declaración alguna al respecto.

Pero la rebelión va mucho más allá del rechazo a Obama, un presidente como tantos otros, un hombre como los demás, un político convencional como docenas de colegas de su partido y del Republicano.

La crisis económica, la arriesgada reforma sanitaria, la lejanía de Washington de los problemas reales y el creciente intervensionismo del Estado han hecho florecer las famosas tea parties, un auténtico movimiento social que amenaza con provocar auténticas convulsiones en el seno de los dos grandes partidos. Los resultados electorales han sido reveladores: veteranos políticos convencionales como A. Spector han perdido elecciones primarias (demócratas, en este caso), hay candidatos que no quieren contar con el apoyo de Obama; entre los republicanos están empezando a ganar los nuevos hombres y mujeres que cuentan con el respaldo del Tea Party y se está dejando a un lado a viejos dinosaurios sobrados de respaldo oficial. El triunfo de Rand Paul (hijo de Ron Paul, ilustre candidato presidencial republicano), la popularidad de Sarah Palin o la presencia creciente en los medios de personalidades como Mike Huckabee, Scott Brown o Bobby Jindal constituyen una buena prueba de las ansias de renovación en las filas conservadoras.

Por supuesto, para dibujar un programa sólido de gobierno hace falta una reflexión profunda y unos equipos eficaces y sólidos. Seguramente, el Tea Party no puede hacerlo en soledad, pero no se puede obviar el descontento real que millones de personas expresan a través de canales como ése.

Es preciso reinventar la política, acercarla a las personas, ofrecer soluciones integrales , morales, éticas, políticas y económicas. No en vano la renovación viene desde un fondo conservador, y las réplicas a las tea parties desde posiciones llamadas progresistas han sido un rotundo fracaso.

Claro que, esta rebelión es posible en un lugar como Estados Unidos, que facilita la participación política directa en la designación de los candidatos de los partidos y donde éstos no son máquinas burocráticas que controlan todos los movimientos, todos los candidatos y todas las propuestas.


© Semanario Atlántico

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