Menú
COMER BIEN

¿Desayunar o comer?

Llevan años diciéndonos que la comida más importante del día debe ser el desayuno; nos lo dicen algunos especialistas en nutrición, pero, sobre todo, nos bombardean con la idea en los incontables anuncios de empresas que se dedican a producir alimentos precisamente para el desayuno.

Ya saben a quiénes me refiero: marcas de leche, de zumos, de cereales... Probablemente tengan algo de razón, pero estoy seguro de que no tienen toda la razón. Es evidente que conformarse con un café bebido a toda prisa al salir de la ducha no es bueno; pero he de reconocer que la perspectiva de meterme en el cuerpo, recién levantado, unos huevos con algo porcino –¿no habíamos quedado en que el colesterol era veneno?–, unos cereales, un zumo, fruta, un yogur y qué sé yo cuántas cosas más me atrae muy poco. Nada, para ser sincero.

Nos hablan de los desayunos, al parecer pantagruélicos, de nuestros antepasados. O no saben de qué hablan o, si lo saben, se lo callan. Que un agricultor de otros tiempos fuese capaz de almorzar –uso almuerzo en el sentido de "comida que se hace por la mañana"– más o menos lo que nosotros comemos a mediodía no debe extrañarnos... porque no almorzaba nada más levantarse, sino unas cuantas horas después, cuando ya había trabajado en el campo.

Un viejo dicho francés establecía que levantarse a las seis, almorzar a las diez, cenar a las seis y acostarse a las diez dan al hombre diez veces diez (años). Pero ese déjeuner de cuatro horas después de levantarse ha pasado a ser el petit déjeuner de hoy, antes de salir de casa. Los italianos también llaman al desayuno piccola colazione. Y nosotros solemos decir "desayuno", que no almuerzo.

O sea: pongamos un zumo de naranja, un café con leche, pan, fresco o tostado, o bollería, por supuesto de obrador de pastelería, mantequilla, mermelada... El clásico desayuno continental, que, efectivamente, contiene lácteos –leche y mantequilla–, fruta –zumo y mermelada– y cereales –que se sepa, el pan y los croissants los tienen como principal materia prima-.

Lo que me da mucho que pensar cuando hablamos de desayunos al estilo británico es un hecho bastante incuestionable: sin hacer de menos a nadie, las tres mejores cocinas de Europa son la francesa, la italiana y la española, enumeradas sin la menor intención de establecer una clasificación.

Y resulta que la mayoría de los franceses, italianos y españoles desayunamos más bien poco... para cánones anglosajones. Sabemos que a mediodía vamos a comer bien, no un simple sándwich envuelto en plástico. Se diga lo que se diga, para un latino la comida más importante del día es la del mediodía, concepto algo nebuloso que va desde más o menos la una de la tarde en Francia o Italia hasta las típicas dos y media o tres de España.

Los otros, a mediodía, se las arreglan con un tentempié cuya composición es, cuantitativa y cualitativamente, bastante inferior a nuestro almuerzo propiamente dicho, ese pincho de media mañana que solemos llamar "las once", y muchas veces más parco que uno de nuestros aperitivos. Porque ésa es otra: a nosotros nos gusta desayunar ligero, comer algo a media mañana, o sea, como los viejos franceses, cuando llevamos algunas horas trabajando, tomar el aperitivo con los amigos... y comer bien.

Pero, claro, las normas dietéticas que nos esclavizan vienen, qué le vamos a hacer, de las culturas anglosajonas, no de las latinas. Para qué hablar de cosas tan ajenas a ellos y tan nuestras como las tertulias, la siesta, la partidita de mus... Mucho se habla de la dieta mediterránea, sin comprender que esa dieta tiene su propio ritmo de vida, su propio entorno, no fácilmente trasladable a otras latitudes. La dieta mediterránea made in USA no es, de verdad, dieta mediterránea: es, simplemente, comer unas cosas en lugar de otras.

Pese al creciente nivel de hipocondría que nos invade, los latinos, los mediterráneos, todavía damos importancia, a la hora de comer, a algo fundamental: el placer. Hacemos algo más que alimentarnos. No es extraño, así, que una señora inglesa le dijese en cierta ocasión a Julio Camba: "Mr. Camba, come usted de una forma verdaderamente impúdica". Envidia cochina, se lo digo yo.

Total: no podemos claudicar. Debemos defender a toda costa nuestra identidad, nuestra cultura, nuestra civilización. Y nuestras costumbres gastronómicas son parte importantísima de todo ello. Así que... ¡viva el frugal (?) desayuno de café con leche, zumo de naranja y tostada con mantequilla (o aceite)! Y, sobre todo, ¡viva una cocina que nos permite disfrutar como nos merecemos a la hora de comer, o sea: a mediodía, después del aperitivo!

© EFE
0
comentarios