Menú
CIENCIA

¿Volverán los mamuts?

Un grupo internacional de científicos está reconstruyendo el ADN de un mamut, un pariente de los elefantes que proliferó en la Edad del Hielo y que se extinguió por causas aún poco conocidas. ¿Volveremos a ver estas bestias proboscidias en los zoológicos?

Un grupo internacional de científicos está reconstruyendo el ADN de un mamut, un pariente de los elefantes que proliferó en la Edad del Hielo y que se extinguió por causas aún poco conocidas. ¿Volveremos a ver estas bestias proboscidias en los zoológicos?
Hace unos 2 millones de años, durante el Pleistoceno, proliferaron los mastodontes y los mamuts en los continentes septentrionales. A pesar de su corpulencia y enormes defensas, estos proboscidios no tuvieron un final feliz. Lo único que lograron en su devenir evolutivo fue sufrir una extinción masiva, al quedar atrapados en el hielo.
 
Esta era al menos la versión tradicional que explicaba su desaparición, hasta que este mismo año el arqueólogo estadounidense Todd Surovell asegurara, en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, que lo que los llevó a la extinción no fue el cambio climático, sino la habilidad cinegética de los hombres primitivos. Sea como fuere, el caso es que las diferentes especies de mamuts, así como su primo el mastodonte norteamericano (Mammut americanum) fueron borradas de la faz de la Tierra hace entre 50.000 y 10.000 añios, aunque hay quienes creen que una pequeña población se mantuvo viva hasta hace 3.500 años en la tundra siberiana. De hecho, en Siberia se han encontrado algunos congelados, con la carne y el pelaje en perfecto estado de conservación.
 
El hallazgo de mamuts preservados de la descomposición en los hielos perpetuos despertó la imaginación de las mentes más fantasiosas durante los dos últimos siglos, que apostaron por que algún día la ciencia pudiera devolverles la vida. Hoy, la genética podría hacerlo realidad, o casi.
 
Pinturas de Altamira.En esta línea puede encuadrarse el artículo que esta semana publica un consorcio internacional de científicos en la revista Science. Sus autores aseguran que han conseguido secuenciar nada más y nada menos que 13 millones de pares de bases de ADN, esto es, 13 millones de letras del genoma de un mamut lanudo (Mammuthus primigenius) encontrado en la tundra siberiana; el mismo que los hombres de Altamira nos dejaron dibujados.
 
El trabajo de estos expertos es sencillamente fabuloso y envidiable, a pesar de que la cantidad de ADN de mamut que han conseguido secuenciar representa sólo el 1% del total. Una de las mayores aspiraciones de la Paleontología moderna es obtener la secuencia genética de especies ya extintas; pero no, como muchos creen, para revivirlas, pues la Naturaleza ya les dio su oportunidad, sino para comprender cuestiones básicas de la aparición de especies a escala molecular, las claves genéticas que hacen que una criatura evolucione hasta convertirse en otra nueva o se introduzca en un callejón sin salida destinado a la extinción, así como las trasformaciones genéticas que sufrieron los animales salvajes en el proceso de domesticación.
 
En este sentido, los fósiles han aportado pocas pistas genéticas de los procesos evolutivos debido a la precaria conservación de su ADN y a nuestra limitada habilidad para rescatarlo. La mayor parte del ADN extraído de los fósiles está roto en millones de fragmentos que no tienen más de 300 bases de longitud. ¿Se imaginan el trabajo que supone recomponer una enciclopedia a partir de fragmentos de texto de 300 palabras, o menos, mezclados y, en la mayor parte de los casos, incompletos o perdidos? Una labor casi imposible. Además, el ADN extraído de los fósiles generalmente consiste en una mezcla de ADN procedentes de bacterias, hongos e incluso contaminantes humanos.
 
Hasta hace poco, los científicos no sabían cómo afrontar este problema. Para evitarlo, preferían estudiar los genes presentes en el ADN mitocondrial, que se halla dentro de las mitocondrias –las centrales energéticas de la célula– y que heredamos exclusivamente por vía materna. Recordemos que el otro ADN es el nuclear, el que está en el interior del núcleo de las células y hace que cada persona sea única e irrepetible. Ahora bien, el genoma mitocondrial rescatado del material fósil aporta una información muy limitada, que nada tiene que ver con el tesoro documental guardado en el ADN nuclear. Pero toparse con una hebra de éste bien conservada es un milagro.
 
En casos contados, los científicos han conseguido aislar y escrutar el ADN de fósiles que se han preservado en los depósitos de cuevas áridas, en el hielo o en el permafrost, sitios donde la temperatura de los restos biológicos enterrados no sube de 10 grados bajo cero. Por ejemplo, en los hielos perpetuos un fragmento de ADN puede permanecer inalterado durante más de un millón de años.
 
Para intentar hacerse con ADN de mamut, el equipo cinético internacional liderado por investigadores las universidades McMaster (Canadá) y Penn State (Estados Unidos) tomó varias muestras de los restos mejor conservados de estos elefántidos, que se hallan en el Mommoth Museum, una especie de cueva helada situada en Khatanga, al sureste de la península de Taimar, en Rusia. Mediante unas modernas técnicas genéticas, entre las que se halla la reacción en cadena de la polimerasa, que permite hacer en una abrir y cerrar de ojos miles de copias de un fragmento de ADN, los científicos consiguieron secuenciar 28 millones de pares de bases y, lo que es más importante, determinar que casi la mitad, 13 millones de letras, eran ADN de mamut. El restante material genético pertenecía a microorganismos de la tundra, como hongos, bacterias, nematodos e incluso un par de plantas.
 
En palabras de Webb Miller, profesor de la Penn State University y uno de los responsables del estudio, la pequeña fracción del genoma del mamut ya les ha permitido señalar que es idéntico en un 98,5% a la del elefante africano actual (Loxodonta africana), lo que concuerda con la tesis de que ambas especies se separaron, evolutivamente hablando, hace de 5 a 6 millones de años. No hay que olvidar que los elefantes africano y asiático son los parientes vivos de los mamuts.
 
Cuando se obtenga toda la secuencia genética del mamut, cosa que esperan conseguir los científicos en un par de años, podrán compararla con la de los elefantes modernos, para de esta manera saber qué genes son diferentes entre las especies vivas y extintas. Dichos genes serán los que hacen a un mamut ser un mamut, y a un elefante, un elefante. Sabido esto, los investigadores esperan clonar el primer mamut para revivirlo; cosa que, en mi opinión, es más un deseo que una realidad en un futuro cercano. Pero imaginar no cuesta dinero.
 
El mamut no es el único animal del pasado que se quiere revivir, al menos en términos genéticos. Algunos investigadores están recopilando y aislando secuencias de ADN del osos de las cavernas (Ursus spelaeus), un pariente extinguido del oso pardo; y otros quieren hacer lo mismo con los dinosaurios. Mary Schweitzer, de la Universidad de Carolina del Norte, en EEUU, ha asegurado recientemente que está a punto de poder confirmar la obtención de ADN de dinosaurio a partir de tejidos blandos de estas bestias conservados durante más de 65 millones de años. Fascinante.
0
comentarios