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Francisco Pérez Abellán

Falsos secuestros

Las redes sociales, única fuente de información para una mayoría de ciudadanos, son el lugar más adecuado para la difusión de bulos y la creación de estados viciados de opinión.

Hace demasiado tiempo que los bulos llegan antes que la información, más lejos y mejor redactados. Hay una alerta reciente de presuntos secuestros de niños en distintos puntos de España, en especial en Madrid. Algunos son falsos, eso seguro, pero en todos se ha reaccionado tarde y cuando la psicosis se había apoderado de la población. En cualquier caso, las autoridades están obligadas a responder de forma contundente, separando el grano de la paja o estableciendo sin duda la verdad. Y ya están tardando.

Las redes sociales, única fuente de información para una mayoría de ciudadanos, son el lugar más adecuado para la difusión de bulos y la creación de estados viciados de opinión. El periodismo profesional, la única herramienta capaz de combatir las fake news, o noticias falsas, está en franca retirada. Era un oficio de "ir, ver y contarlo", y cada vez más está en manos del rastreo de las redes preñadas de vicios y mentiras. No solo hay en ellas perturbadores solitarios dedicados a intoxicar, sino que se adivinan naves industriales como la oficina de El apartamento de Jack Lemmon, llenas de trolls tecleando en miles de ordenadores o teléfonos móviles para cambiar el mundo a gusto de quien les paga.

Es posible que en la oleada de presuntos secuestros se mezclen intentos ciertos con falsos y hasta alguno con la insidiosa intención de provocar el terror. Entre otras cosas, se han detectado mensajes de voz más falsos que Judas.

Todo lo cual sirve para una conclusión cierta: vivimos con una falsa sensación de seguridad, por lo que hemos bajado la guardia en la custodia de los pequeños, y flojeado especialmente en la prevención. Hasta que no pasa algo no se reacciona, hasta el punto de que después de haber resuelto algún crimen de importancia no se toman medidas especiales para que no se vuelva a repetir. Como ejemplo, puede decirse que se ha comprobado que hay padres que dejan a sus hijos en manos de personas de las que saben poco o nada.

La realidad es que ni siquiera se ha hecho el esfuerzo de informar con detalle de lo ocurrido: ¿cuántos han sido los episodios de secuestro? ¿Dónde? La confusión es tal que cada uno debe procurarse un recuento personal, que va desde los cinco casos de Madrid, que son al menos seis con el intento de llevarse un bebé de la zona de Las Tablas, hasta un número indeterminado en el resto del país.

Hay que destacar que es sumamente extraño que, de los casos contabilizados de forma oficial, ninguno haya tenido éxito. Parece inverosímil que delincuentes profesionales no logren sus propósitos contra niños desprevenidos.

El síndrome de la ciudad acosada sólo se desmonta con investigación e información contrastada. Resolviendo los secuestros auténticos con la captura de los secuestradores y pinchando las mentiras, si las hubiere. Les adelanto que, afortunadamente, en España los secuestros no suelen favorecer a los delincuentes. Véase la resolución del de Melodie Nakachian, uno de los más sonados. En casos como los de Yeremi o Sara Morales, el misterio impide saber si fueron víctimas de esta clase de delincuencia. Pero no cabe duda de que la estrategia adecuada no es dejar que se acumulen los sucesos hasta que la montaña sobrecoja.

En España

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