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Francisco Pérez Abellán

Veinte años no son nada

Francisco Holgado no quiere que la Justicia le dé definitivamente la espalda.

¿Deben prescribir los asesinatos a los veinte años? Francisco Holgado, el padre coraje, a punto de sufrir la herida final de que prescriba dentro de unos días la investigación sin resolver de su hijo, que murió de veinte puñaladas en la gasolinera en la que trabajaba, recorre España a pie para pedir que el caso siga abierto. ¿Alguien a quien le han matado un hijo se resigna a que después de veinte años de incapacidad judicial para encontrar al asesino el autor se dé a conocer y no pueda ser perseguido? Pues así están las cosas.

Uno tiene que superar en Madrid el atasco carmeno de cada día, jugarse el tipo mientras circula por calles en las que madres, niños, ancianos y discapacitados tratan de evitar las innumerables bicicletas que las atraviesan a toda velocidad con la desvergüenza de pasarse por el arco del triunfo la prohibición de circular por las aceras y procura no pisar las ratas, que se pasean impunes y que no se veían desde la posguerra, para acercarse a ver el sprint final, en el que el padre coraje intenta ver a la alcaldesa y exjuez Manuela Carmena, que le han dicho que tiene prisa y puede irse sin recibirlo. Holgado se disfrazó de delincuente para infiltrarse entre los camellos de droga y averiguar por su cuenta lo que no consiguió la policía. Hizo acopio de informaciones y logró que se hiciera un segundo juicio contra los que cree implicados, pero las pruebas reunidas por él, que por desgracia no es profesional de la investigación, no fueron sólidas para obtener una condena. ¿Le dará Carmena la monserga jurídica o le abrirá una esperanza? ¿Le hablará la juez o la alcaldesa?

Un asesinato en España prescribe a los veinte años desde su comisión y el crimen que se llevó a su hijo está a punto de cumplirlos, por lo que debe darse prisa para protestar antes de que inevitablemente prescriba, sabedor, porque su abogado José Miguel Ayllón le tiene al día, de que lo único que puede conseguir es que la gente se dé cuenta de que solo si todos lo exigen conseguirán que las cosas cambien.

Carmena podría haber sido el enésimo mandatario que le da de lado. Paco Holgado, 71 años, que no fuma, come poco y cena más poco, exhibe su cuerpo de andarín hasta arribar a las cercanías del Ayuntamiento madrileño. Su solicitud de entrevistarse con el ministro de Justicia y con el presidente del Gobierno no tiene respuesta. ¿Es posible que de cara a las próximas elecciones generales alguno de los líderes que se presentan, Pedro Sánchez, Alberto Rivera o Pablo Iglesias, se interese por el dolor infame de un padre? ¿Alguno será capaz de recibirlo en su recorrido?

Holgado viene a decirles que asesinaron a su hijo cuando estaba en su trabajo, una doble infamia, en el interior de una gasolinera de una poderosa petrolera y que aquello fue un festival de errores. No se investigó bien y como consecuencia forma parte de hasta ese veinte por ciento de casos sin resolver o sin solución que solo en España se considera un porcentaje normal. Juan, el hijo obrero de Paco Holgado, fue sorprendido en el transcurso de un robo en el que se calcula que se llevaron unas sesenta mil pesetas y unas botellas de whisky, además de la vida arrancada de veinte puntazos. La escena del crimen estaba llena de rastros que no alumbraron ninguna pista tal vez porque no se hizo bien. Holgado se puso una peluca y unas gafas rayban de imitación y se echó a las cloacas de la delincuencia. Tuvo el valor de lo insólito y la imprudencia de jugarse la vida, pero ¿qué padre no lo haría? Tal vez habría que escuchar su oración ante la tumba de su hijo: sus promesas incumplidas de que encontraría a los culpables.

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