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¿Otro Estado fallido?

No olvidemos que Yemen ya era el país árabe más pobre antes de que las revueltas iniciadas en febrero hicieran caer a este Estado en un vertiginoso descenso hacia el caos.

La evacuación a principios de junio del presidente Alí Abdallah Saleh hacia Arabia Saudí –tras un ataque contra el Palacio Presidencial que a punto estuvo de costarle la vida– ha hecho desaparecer en buena medida a Yemen de los titulares de los medios de comunicación del mundo. Es como si de pronto las masas enardecidas hubieran desaparecido de las calles de Saná y de otras importantes ciudades del país, y como si este verdadero epicentro del activismo global de Al Qaeda hubiera entrado en una dinámica de normalización.

Nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que, aunque el vicepresidente ocupa interinamente el puesto de Saleh, y los rumores sobre el posible regreso de este último se escuchan en ocasiones, hay escasas probabilidades de que ocurra. El vacío de poder es cada día que pasa más evidente, y la inseguridad que en paralelo crece es cada vez más inquietante. El que el 22 de junio huyeran más de 60 presos de Al Qaeda de una cárcel de la ciudad portuaria de Mukalla, en el sur del país, es buen indicador de lo que ocurre, y de lo que puede seguir ocurriendo en un país y en una región especialmente delicados.

Zinyibar, capital de la provincia meridional de Abyan, ha perdido prácticamente toda presencia del Estado y está en vías de convertirse en feudo de Al Qaeda. El 29 de junio, terroristas de dicha red asesinaban en esa ciudad a 26 militares. Enfrente, en Somalia, la violencia no remite. Ésta  proxima la finalización de la misión de entrenamiento que –liderada por militares españoles– ha preparado bajo bandera de la UE durante meses al embrión de las Fuerzas Armadas y de Seguridad del Gobierno Federal de Transición. Pero el trabajo no está finalizado. El gran peligro que encontramos en esta zona del mundo, en la que se encuentran el Cuerno de África y la zona meridional de la Península Arábiga, es que, en lugar de localizar en ella al único Estado fallido que puede calificarse de tal, Somalia, acabemos localizando pronto dos cuando Yemen se incorpore a tan lúgubre categoría.

No olvidemos que Yemen ya era el país árabe más pobre antes de que las revueltas iniciadas en febrero hicieran caer a este Estado en un vertiginoso descenso hacia el caos. Sería sin duda una muy mala noticia que, en los momentos en los que se observa en el horizonte un escenario de deterioro progresivo de la situación en Afganistán, ante el anuncio del inicio de la retirada estadounidense, se ofrezca al terrorismo yihadista salafista como regalo la posibilidad de abrir un segundo frente donde moverse con comodidad, alimentar el radicalismo y preparar –como se ha venido haciendo desde años atrás tanto en Pakistán/Afganistán como en Yemen– atentados en suelo occidental.

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