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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Afinidades progres

Un país que considera que el aborto es progresista, que el derecho a "morir dignamente" es progresista; que las únicas víctimas de nuestra guerra civil fueron las del franquismo; que nuestros jóvenes deben ser, por obligación y por ley, imbéciles (de ahí la imposición de la "Educación para la Ciudadanía"); un país así es un país enfermo.

Un país que considera que el aborto es progresista, que el derecho a "morir dignamente" es progresista; que las únicas víctimas de nuestra guerra civil fueron las del franquismo; que nuestros jóvenes deben ser, por obligación y por ley, imbéciles (de ahí la imposición de la "Educación para la Ciudadanía"); un país así es un país enfermo.
Que conste que yo soy partidario de la contracepción y adversario del aborto. Que conste que Andrés Nin, Camilo Berneri, Muñoz Seca y docenas de miles más no fueron víctimas del franquismo, y que lo de Paracuellos no fue una matanza franquista. ¿Dónde está la sepultura de Andrés Nin?
 
La dignidad de la muerte es una cuestión grave y absolutamente privada, y en cuanto a la eutanasia, toda la verborrea actual es de una hipocresía supina: todos los días, en todos los hospitales del mundo, los médicos deciden pinchar a enfermos incurables, o que consideran como tales; por lo tanto, exigir como derecho progresista una práctica cotidiana es de minusválidos.
 
Podría alargar la lista de mis indignaciones. Podría denunciar, por ejemplo, esa Justicia independiente que está en manos de los partidos (y cuanto más poder tengan éstos, más independiente será su Justicia). Podría denunciar muchas más cosas sin siquiera referirme a la crisis económica (dejar la economía a cargo de los políticos es como dejarle un Ferrari a un ciego); pero, de todas formas, mis cabreos poco tienen que ver con los de Antonio Elorza: véase su "Verano en negro" del pasado día 6.
 
Dejaré de lado, bondadosamente, sus retóricas críticas a Bush, que tendría la culpa de todo, hasta de lo que ocurre en Georgia. Elorza se queja porque en la universidad le han rechazado, y por primera vez, un "proyecto de investigación". "Se trataba de analizar en nuestro país las nuevas formas de engarce entre poder político y medios de información", nos informa. Un proyecto en el que pretendía meterse con la El Mundo, la COPE y LD (la eterna amalgama), y con "la relación de Mediapro con el Gobierno".
 
Hasta los ciegos pueden ver que es esto último lo que le han censurado, porque meterse con nosotros sólo le hubiera valido un sobresaliente. Digo "nosotros" para no escurrir el bulto, pero yo, en realidad, tengo poco que ver con la COPE, aparte de mi amistad con Federico Jiménez Losantos y mi aprecio por César Vidal, y nada con El Mundo; en cambio, con LD, mucho.
 
Las relaciones del Gobierno con Mediapro son interesantes porque han desatado una guerra comercial entre el Imperio Polanco y el poder zapaterista. Que nadie busque atisbos de política, ideología y, menos aún, ética en esta guerra: se trata únicamente de pelas, parné, pasta y plusvalía, y por ende de influencia. El caso es que El País se ha puesto a criticar varios aspectos de la política del Gobierno y a elogiar al nuevo PP, nacido en Valencia.
 
Para un lector obligado de ese periódico global, la situación tiene sus ventajas: nada es más aburrido que la unanimidad en la servidumbre voluntaria; pero también tiene sus inconvenientes: por ejemplo, cuando Nicole Muchnik, ¡la pobre!, se pone a colaborar regularmente, o cuando, en su afán de apertura, los de El País abren sus sábanas a José Piqué o a José María Lasalle.
 
Que el secretario de Estudios del PP se convierta en columnista de El País constituye, desde luego, un dato significativo, pero lo que es aún más significativo es que los artículos de este señor Lassalle sean más socialburócratas y conformistas progres que los de Fernando Savater o Antonio Elorza, prácticamente los dos únicos colaboradores habituales de esa casa que aún piensan, a veces.
 
"Durante el macartismo, Estados Unidos padeció un clima político tan enrarecido y despiadado que estuvo a punto de hacer saltar sus centenarios goznes liberales". Así comenzaba Lassalle su artículo "Afinidades despectivas" el pasado día 7. He ahí la versión comunista del macartismo, que nada puso en peligro, aunque, eso sí, cometió atropellos contra la libertad. Lo cual no quita que el Senado de los EEUU tuviera razón al nombrar una comisión sobre las actividades antinorteamericanas (en castizo: las actividades del KGB en los USA) y al disolverla cinco años más tarde, debido, precisamente, a sus exageraciones. Basta con leer el libro de Stephen Koch El fin de la inocencia para darse cuenta de la importancia y peligrosidad de la actividad comunista en los años de la posguerra, una de cuyas metas, y probablemente la más importante, era el robo de los secretos de la bomba atómica.
 
Lassalle.No voy a meterme aquí y ahora en la farragosa enumeración de los pensadores liberales buenos y malos según Lassalle, porque no tiene el menor interés, y sólo le sirve para mostrar sus pantorrillas de estudioso. Resumiré diciendo que finge descubrir una feroz pugna entre neoconservadores y liberales en los USA, y demuestra así su ignorancia o mala fe, porque en ningún momento precisa que el término liberal no tiene el mismo sentido en los USA que en Europa.
 
Allí, liberal es sinónimo de izquierda (concretamente, de la izquierda no marxista-leninista); y cuando despotrica contra los neoconservadores que critican a los liberales se olvida de precisar que están criticando a la izquierda norteamericana. Evidentemente, no estoy diciendo que los neoconservadores tengan siempre razón, pero es obvio que Lassalle miente.
 
Si es por ignorancia, que vuelva a sus estudios; si es por voluntad de dar gato por liebre, que se calle.
 
Termina su artículo con una nota de optimismo: los neoconservadores norteamericanos están de capa caída, y eso, "sea quien sea el que gane las elecciones presidenciales de noviembre". Por lo visto, según Lassalle tanto monta, monta tanto, Obama como McCain: los dos serían liberales, o sea de izquierdas; y Bush, el enemigo de todos, el nuevo McCarthy, en los delirios progres del secretario de Estudios del PP. Dicho sea de paso, es muy probable que si le habla a Rajoy de Popper, pongamos, Rajoy le pregunte: "¿Quién es ese torero?".
 
De pronto me entra una duda: me pregunto si Lassalle está hablando de los EEUU, o si en realidad se está refiriendo a España; si lo que nos está diciendo es que, en el fondo, Rajoy y Zapatero son igual de liberales –de izquierda–. Y su enemigo común... ¿no sería, por casualidad, Esperanza Aguirre?
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