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ECONOMÍA

Hay que abolir los Bancos Centrales

Para tener un sistema monetario sano es necesario derogar la legislación bancaria y abolir de inmediato los Bancos Centrales. Esto suele considerarse una medida sorprendente e incluso extremista, ya que casi todo el mundo parece aceptar que el Gobierno ostente el monopolio de la emisión de dinero. Pues bien, yo no encuentro justificación alguna para dicho monopolio.

Para tener un sistema monetario sano es necesario derogar la legislación bancaria y abolir de inmediato los Bancos Centrales. Esto suele considerarse una medida sorprendente e incluso extremista, ya que casi todo el mundo parece aceptar que el Gobierno ostente el monopolio de la emisión de dinero. Pues bien, yo no encuentro justificación alguna para dicho monopolio.
Sede del Banco Central Europeo.
Las crisis bancarias y las crisis económicas de carácter cíclico son inseparables de la manipulación monetaria. Las políticas expansionistas dan lugar a unos tipos de interés artificialmente bajos, que crean la sensación de que hay un mayor ahorro disponible, es decir, que ha habido un cambio de preferencia temporal, lo que induce a que se invierta en proyectos antieconómicos.
 
La idea de fondo del paradigma dominante en cuestiones monetarias es que puede haber una manipulación adecuada de la oferta monetaria y los tipos de interés, que fomente un crecimiento estable y sostenido. El problema de quienes defienden esta idea es que no entienden que el tipo de interés es, claramente, un fenómeno de mercado. Es un importante precio de mercado que relaciona los bienes presentes con los futuros. En los procesos empresariales de coordinación intertemporal tiene un papel protagonista porque regula la relación entre consumo, ahorro e inversión.
 
El ajuste de los comportamientos presentes y futuros lo realiza la función empresarial en el mercado de intercambio de bienes presentes por bienes futuros. Es en este mercado donde se fija el tipo de interés, que está constituido por toda la estructura productiva de la sociedad, en la que los ahorradores renuncian al consumo inmediato y ofrecen bienes presentes a los propietarios de los factores originarios de producción y bienes de capital a cambio de obtener un mayor valor en el futuro.
 
No importa si la autoridad monetaria decide expandir, contraer o dejar intacta la masa monetaria: cualquier decisión que tome distorsionará los precios relativos. Los responsables de los Bancos Centrales forzosamente se equivocan, porque sus decisiones serán distintas de las que se hubieran adoptado en los procesos de mercado.
 
Ludwig von Mises.Además, decía Mises que ninguna ley económica es más impopular que ésta: los tipos de interés son, a largo plazo, independientes de la cantidad de dinero, porque ni siquiera la más grande expansión de crédito puede cambiar la diferencia de valoración entre bienes presentes y futuros.
 
No se entiende cómo algunos liberales que se oponen a la existencia de órganos de planificación central cuyo objetivo sea establecer el precio de distintos bienes deseen, sin embargo, mantener los Bancos Centrales, órganos de planificación central que pretenden establecer tasas de interés. Hay que abolir los Bancos Centrales de la misma forma que se debe abolir cualquier organismo de planificación central.
 
Los tipos de interés son precios, y el mercado es el único instrumento que permite conocer cuáles son las preferencias de ahorradores y consumidores. Los Bancos Centrales han usurpado el papel del mercado en la esfera monetaria. No existe un criterio objetivo para fijar un tipo de interés. Por tanto, no se puede hablar de que los tipos sean altos o bajos, porque no hay punto de referencia para fundamentar esta afirmación. Conceptos como fine tuning o cantidad óptima de dinero carecen de sentido y deberían ser eliminados de los manuales de economía.
 
El intervencionismo monetario no puede conseguir lo que se propone y está condenado al fracaso. No puede hacerlo porque es imposible que los directores y funcionarios de los Bancos Centrales tengan la información necesaria. Es lógicamente imposible, porque la información relevante es práctica, se encuentra dispersa entre toda la gente de forma tácita y, por tanto, no es articulable. No puede ser formalizada, y no se puede concebir su transmisión al órgano director. Y, aunque fuera transmisible, el órgano de planificación central no podría asimilar e interpretar el inmenso volumen de información necesaria.
 
Lo único que se consigue con los Bancos Centrales es provocar una generalizada mala inversión de los recursos y factores productivos e imposibilitar que se descubran los desajustes que se dan en la sociedad. Por lo tanto, se genera descoordinación y desajuste, porque los agentes actúan de manera contradictoria y sin darse cuenta de que cometen errores sistemáticos. Lo cual desemboca en la ausencia de calidad de bienes y servicios e incluso en escasez. Curiosamente, se utiliza esta descoordinación social para justificar ulteriores dosis de intervención.
 
Hayek.Hayek señaló que un organismo monopolista único no puede poseer la información que permite determinar la oferta de dinero; y añadió: "Incluso si supiera lo que debe hacer en beneficio del interés general, habitualmente no estaría en disposición de actuar de ese modo".
 
Hay que ser muy ingenuo para creer que los funcionarios gubernamentales y los directivos de los Bancos Centrales son guardianes desinteresados de nuestro bienestar que no intentarán buscar privilegios y réditos políticos mediante el monopolio de la emisión de moneda. En ese sentido, la autoridad monetaria puede beneficiar a sectores o industrias por motivos políticos simplemente obligando a los bancos a ampliar el crédito a la vivienda o a la agricultura, por ejemplo. Otra manera de conseguir rédito político es seguir una política monetaria expansiva en los años electorales. De esa manera se consigue una reducción temporal del desempleo a muy corto plazo, lo cual puede hacer que los votantes se decanten por el partido gobernante. Así sucedió en la reelección de Nixon, en 1972. Pero a largo plazo estas políticas son económicamente destructivas y pueden lograr que el poder político consiga su principal fin: perpetuarse en el poder.
 
Otro motivo para suprimir los Bancos Centrales es que no pagan por sus errores, como sí lo haría un empresario o cualquiera de nosotros en un mercado libre. En este sentido, L. H. White comparaba su funcionamiento con el de un Imperio. La eliminación del monopolio de la emisión de dinero haría mucho más difícil el intervencionismo y el control estatal de la economía.
 
La existencia de una sociedad libre implica necesariamente la comprensión de los fenómenos monetarios. El desconocimiento teórico conduce a grandes dosis de intervencionismo y coacción estatal. De ahí que Hayek considerara que la historia es la historia de la inflación generada por los Gobiernos para su propio beneficio.
 
Es verdad que estos fenómenos son muy complejos, abstractos y difíciles de entender. Incluso un pensador de la talla de Hayek llegó a defender el monopolio gubernamental en materia monetaria, en Los fundamentos de la libertad. Afortunadamente, cambió su postura en La desnacionalización del dinero. Rectificar es de sabios, y Hayek lo era.
 
 
© AIPE
 
JUAN MORILLO BENTUÉ, miembro del Instituto Juan de Mariana.
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