
En esta obra, el político demócrata se dedica a presentar a un Bush anti-Kioto rehén de los lobbies del petróleo y otras industrias supuestamente contaminantes.
Ante un nuevo libro, primero hay que saber de quién procede y comprobar si el autor cuenta con el suficiente prestigio como para que su razonamiento pueda ser considerado válido. Kennedy, de entrada es un ecologista de pro, como su mentor, el que fuera candidato a la presidencia de los Estados Unidos, Albert Gore. Quizá sea tan ecologista como su maestro y sea capaz de concluir que "cada objeto y ser vivo tiene una fuerza espiritual única, imbuida de un sentido misterioso y con poderes desconocidos" y que "la tierra debe ser salvada del hombre". Probablemente, de ahí le vengan manías tales como querer prohibir los parques eólicos aun cuando la energía que generan es renovable y por ello, no contaminante.
A fuer de ecologista, Kennedy también es izquierdista y por eso en una entrevista en el diario canadiense The National Post, mantuvo que "el ecologismo subraya la cuestión de cómo asignar la riqueza social, los recursos naturales, los linderos de los terrenos y si se estos recursos han sido distribuidos justamente entre todas las personas". Como ha comentado Mark Milke en RFK Jr.'s Politics of Conveniente, con estas palabras Kennedy demuestra que el ecologismo "es una extensión de la política de la lucha de clases por otros medios". No es de extrañar que en USA, a los ecologistas les denominen "sandías" porque son verdes por fuera pero rojos por dentro.
En el artículo que precede a su libro, Crimes Against Nature, Kennedy sostiene que los lobbies "conspiran para destripar la infraestructura de leyes y regulaciones que protegen el medio ambiente y eliminar las leyes ecologistas más importantes para final de año". Por si no fuera poco, Kennedy compara "el cinismo corporativo del gobierno de Bush con el ascenso del fascismo en los años 30" (sic).Cuando uno dice tantas cosas sobre ecologismo, se expone a que un analista de la talla de Jonathan Adler desmonte las mentiras con que el chico de los Kennedy, jalona su artículo.
Según Adler, Kennedy sostiene que la Agencia de Protección Medio Ambiental no sancionó por incumplir la "Clean Air Act" a las plantas industriales que obtienen energía a partir del carbón. Sin embargo, omite que la ley se aplica a dichas empresas ya que, entre otras obligaciones, se les exige la instalación de equipos para reducir las emisiones contaminantes. Al parecer, Kennedy tiene más críticas hacia el actual presidente del Gobierno como cuando asevera que Bush redefinió el concepto de lo que es "Dióxido de Carbono para no considerarlo un agente contaminante sujeto a la regulación de la Clean Air Act". Sin embargo, cualquiera que tenga conocimiento de esta ley, como se supone que debería suceder en todo abogado especialista en Medio Ambiente como el Sr. Kennedy, sabe que la norma nunca ha incluido dentro de los agentes contaminantes al C02. La pléyade de mentiras que ofrece en cada párrafo el artículo de Kennedy, son refutadas por Adler con la misma precisión quirúrgica con que Bohm-Bawerk demostrara que la teoría de la explotación de Marx era una estafa intelectual.
Finalmente, Kennedy llega a asegurar que Bush firmó una carta en que se oponía a Kioto porque "exceptuando al 80% del mundo, incluyendo China y La India y resultaba un medio injusto e ineficaz de afrontar el cambio climático" aparte de poder causar "un daño gravísimo a la economía del país".Como se pueden imaginar, la inspiración sólo pudo proceder de políticos de su partido con "fuertes vínculos industriales" como Hagel, Craig, Helms y Roberta.
El demócrata de rancio abolengo consigue combinando el rumor y sacando las citas de contexto que creamos que Bush es un desalmado por no querer cumplir el Protocolo de Kioto. Sin embargo, Kennedy omite mencionar que fue el Cato Institute a través del prestigioso climatólogo Patrick Michaels el que convenció a Bush de que el Protocolo de Kioto carecía de suficiente soporte científico como acaba de concluir la academia de las Ciencias Rusa y por entonces los firmantes de la Declaración de Leipzig.
De hecho, Michaels en conjunción con Fred Singer y Richard Lindzen han demostrado que el Protocolo de Kyoto asume las conclusiones del panel de científicos de Naciones Unidos (IPCC) que afirman que la tierra se ha calentado desde 1979 en 0,17º por década cuando, como comenta Daniel Rodríguez, en sus informes, "existen discrepancias entre las distintas medidas de temperatura, y los ecologistas se quedan con la única de entre las tres que indica que puede haber calentamiento". Así pues, Bush asumió como razonable el escepticismo de estos científicos que subrayaban el uso partidista de los sistemas de medición por parte del IPCC. De hecho, si este grupo de científicos, se hubiera tomado la molestia de contrastar sus datos con los que arrojan los satélites y los globos, se hubieran encontrado con que estos sistemas no reflejan un aumento llamativo en la temperatura de la tierra desde 1979 hasta hoy.
Asimismo, Michaels también demostró que el enorme esfuerzo económico que se tendría que asumir para cumplir el Protocolo de Kioto no iba a servir de nada ya que el tratado pretendía reducir las emisiones de Co2 al 5% de las existentes en 1990 para el periodo 2008-2012 sin poder augurar una reducción significativa de la temperatura de la tierra.
La visión de Bush que nos ofrece Kennedy está plagada de mezquindad y argumentos ad hominem y poco de certezas. El presidente de los Estados Unidos pudo haber cambiado de opinión como subraya Kennedy pero no por los intereses de los grupos de presión sino tras comprobar que la única actitud razonable frente al Protocolo de Kioto es el escepticismo a lo Hume.
Evidentemente la conocida editorial Harpers Collins no pretende publicar libros como los de Michaels y de Fred Singer en que se trate con rigor el calentamiento de la tierra sino un libelo venenoso y letal como los de Michael Moore. La pregunta que cabe hacerse es si Kennedy será mas fino en el goebbelsiano arte de la manipulación política que el frustrado candidato a la Asociación del Rifle, Moore. No se puede esperar demasiado de este libro tras conocer un poco más el tipo de ensayo al que los demócratas dedican sus esfuerzos puesto que retoman el lirismo romántico de los grandes teóricos del ecologismo como Rachel Carlson que mintieron cuanto hizo falta para lograr sus propósitos.