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LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA

La amistad

Tomo del texto de Alberto Mira Almodóvar que precede como "ofrecimiento" al gran Sumisiones voluntarias de Gabriel Albiac la definición de la amistad de Maurice Blanchot, "esa relación sin dependencia, sin episodio y donde, no obstante, cabe toda la sencillez de la vida". La traigo para decir que no estoy de acuerdo. Diría incluso que se puede esbozar otra por oposición.


	Tomo del texto de Alberto Mira Almodóvar que precede como "ofrecimiento" al gran Sumisiones voluntarias de Gabriel Albiac la definición de la amistad de Maurice Blanchot, "esa relación sin dependencia, sin episodio y donde, no obstante, cabe toda la sencillez de la vida". La traigo para decir que no estoy de acuerdo. Diría incluso que se puede esbozar otra por oposición.

El texto escrito más antiguo conocido, el sumerio Poema de Gilgamesh, es, entre otras varias cosas, la historia de una amistad, la del protagonista con Enkidu. Lo mismo sucede en la Ilíada de Homero: la muerte de Héctor desata la cólera de Aquiles. Son relaciones con dependencia. Y con episodio. Y nada sencillas. ¿Y dónde está la sencillez de la vida en el vínculo de Hamlet con Horacio? ¿Y desde cuándo son independientes don Quijote y Sancho, esos dos espejos?

La amistad está infravalorada. Yo he escrito bastante acerca de la pasión amorosa, y lo he hecho porque ha sido uno de los nudos de mi existencia: tan importante como la amistad. Que no es eso que une a los viejos en la partida de dominó de después de la siesta, ni a los jóvenes en el botellón: eso es el hábito.

La amistad es un sentimiento. Uno se amista como se enamora, por una elección no consciente que implica toda su personalidad: una elección de orden cultural, estético, emocional e intelectual. Al igual que la pasión amorosa, la amistad requiere una praxis para perdurar en el tiempo. Esa praxis suele ser menos ruidosa que la de la pasión, más semejante a la del amor maduro que se sitúa más allá de la pasión misma, que es su desarrollo deseable y rara vez alcanzado. Creo que el amor maduro se logra precisamente cuando al arrebato inicial del enamoramiento que lleva a la pasión se le suma una profunda amistad: confianza, complicidad, humor y ese raro estado en que la presencia de cada uno, en vez de sombra, echa luz sobre el otro, lo hace mejor, más bello y más productivo.

La amistad es una forma del amor que suele situarse más lejos de la sexualidad que éste. Suele. Hay amistades altamente sexualizadas, aun cuando ninguno de los miembros de la pareja amistosa sea consciente de ello. En la mayoría de los casos, en la elección amistosa la sexualidad interviene sobre todo en lo estético. Y la gran diferencia entre una grande y duradera amistad y un grande y duradero amor no es, como se tiende a creer, de intensidad, sino de sexualidad en el sentido más elemental del término: con los amigos del mismo sexo no se tienen hijos. Porque las pasiones que alcanzan a estabilizarse como amor convierten a los amantes en padres.

¿Y cuál es la praxis de la amistad? Desde luego, no eso que la posmodernidad ha denominado solidaridad. La solidaridad, hecho social, no individual, es uno de los modos, el menos eficaz, de la caridad. Y la caridad es general o no es. No se da lo que se tiene al amigo, sino al que lo necesita. Se viste al desnudo, se da de comer al hambriento, de beber al sediento. Que puede ser también el amigo, o el hermano, pero se le da porque hace falta. El amigo, como el amante o el esposo, está más allá de eso, porque la caridad no requiere otra emoción que no sea la suscitada por la injusticia que ha de repararse. Pero ciertamente el amigo, como el amante o el esposo, puede ser, y suele ser, de no mediar traición, el mejor socio del mundo. La praxis de la amistad es, pues, utilitaria. Nada de qué avergonzarse: el amor pasional también es utilitario: debe serlo para ser productivo e iluminador y no destructivo y sombrío.

La confianza es utilitaria en ese mismo sentido, y necesaria para la pasión amorosa, para el amor maduro y para la amistad.

La otra praxis de la amistad, pese a lo sostenido por Blanchot, radica en el episodio. En la muerte de Héctor y en la cólera de Aquiles. En la enfermedad, en el dolor, en la pasión destructiva del otro, en su muerte. Y en su alegría y en su triunfo.

El idish creó una palabra maravillosa para definir a los amigos definitivos que se adquirían en la fuga de la Europa suicida del siglo XX (en el XXI sigue siendo suicida): shipbruder, "hermano de barco". Esas amistades inquebrantables, propias de las migraciones masivas, eran hijas del episodio. Un episodio trágico. Aniquilador, de no existir la mediación de la amistad como escudo del alma para detener las injurias de la vida, que nada tenían de sencillo. El hermano de barco era el tío de los hijos que se tenían en tierras lejanas.

Hace poco escuché a uno de esos soberbios de café que saben tan bien lo que piensa Mourinho como lo que va a pasar en las próximas generales. Decía el ignorante: "Los amigos están para lo que están, pero lo que importa es la familia". A saber para qué están sus amigos, pero los míos forman parte de mi familia. Y con pocos parientes de sangre puedo hablar de lo que hablo con mis amigos.

Una cosa más, para completar este apunte: la ruptura de una amistad puede ser tan espantosa como una ruptura pasional, dejar para siempre un hueco imposible de tapar en nuestras emociones. Dicho desde mis 64, aquella edad remota para los Beatles, cuando ya he sufrido pérdidas de toda clase. 

 

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