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ESTADOS UNIDOS

Lynne Stewart: La izquierda, a juicio

La abogada radical de oficio Lynne Stewart es un icono progresista. Protégé del último William Kunstler y de Ramsey Clark, miembro del Gremio Nacional de Abogados y del Centro para los Derechos Constitucionales, Stewart personaliza el profesionalismo comprometido de la "izquierda legal". Bajo este código, los abogados radicales seleccionan a clientes que ven como víctimas en las que se ceba un sistema opresor o como campeones proscritos de una causa justa.

La abogada radical de oficio Lynne Stewart es un icono progresista. Protégé del último William Kunstler y de Ramsey Clark, miembro del Gremio Nacional de Abogados y del Centro para los Derechos Constitucionales, Stewart personaliza el profesionalismo comprometido de la "izquierda legal". Bajo este código, los abogados radicales seleccionan a clientes que ven como víctimas en las que se ceba un sistema opresor o como campeones proscritos de una causa justa.
En primer plano, Lynne Stewart. Detrás, un retrato del dictador Castro.
Lynne Stewart es la ex abogada del jeque ciego Omar Abdul Rahmán, condenado por ser el cerebro del primer atentado contra el World Trade Center. Ella misma está siendo juzgada actualmente como terrorista por ayudar e incitar al jeque, cuando era su cliente, a llevar a cabo su agenda terrorista.
 
Stewart es defendida por Michael Tigar, un celebrado abogado de Washington al que conozco como un radical de Berkeley a comienzos de los años 60 y que es asimismo el consejero de Terry Nichols, el segundo terrorista condenado por el ataque contra el Oklahoma City Federal Building de 1995. Tigar es en sí mismo un icono progresista, autor de libros como El Derecho y el ascenso del capitalismo o Persuasión: el arte del litigante.
 
La idea de persuasión de Michael Tigar es recogida en el relato del New York Times sobre el juicio de Stewart: "Tigar relató que mientras el gobierno designó a Abdel Rahmán como un terrorista peligroso, para Stewart era 'un ancianito' encerrado en condiciones de aislamiento cruel, en una prisión federal de Rochester, Minnesota. Tigar comparó al jeque con Nelson Mandela y Menahem Begin, que en un momento de sus carreras fueron tratados como terroristas".
 
Sería justo decir que la izquierda está en sí misma sometida a juicio en el caso Stewart. La idea que Tigar está intentando vender al jurado –que su cliente ve a Abdel Rahmán como un ancianito cruelmente aislado– es ridícula. Lynne Stewart aprueba, citas en mano, la "violencia directa", que –como ella misma explicó al New York Times– "sería la (...) dirigida contra las instituciones que perpetúan el capitalismo, el racismo y el sexismo". El World Trade Center, por ejemplo. Lynne Stewart aprueba a los yihadistas musulmanes en particular: "Básicamente son fuerzas de liberación nacional", declaró a la publicación marxista Monthly Review. "Tengo la sensación de que si se diera poder a los islamistas, serían movimientos dentro de sus propios países (...) de liberación".
 
En la convención anual del Gremio Nacional de Abogados atacó a su propio país, que tiene "un gobierno venenoso que extiende su veneno al estamento político de todos los rincones del mundo"; y brindó por sus héroes: "Ho (Chi Minh) y Mao y Lenin, Fidel…", y por supuesto el Che Guevara, al que citó: "A riesgo de parecer ridículo, déjeme decir que una gran sensación de amor dirige al revolucionario verdadero".
 
El abogado radical Ron Kuby, otro protégé de Kunstler, describió a un reportero del New York Times la "pasional (...) identificación" de Stewart con el jeque ciego, y confesó que los abogados de movimiento, como él mismo, son "cobardes… (que) viven indirectamente a través de sus clientes”. “Los abogados 'de movimiento', en especial, se identifican con las personas a las que representan”, añadió.
 
Y ése es exactamente el problema, de Lynne Stewart, de Michael Tigar y de la izquierda a la que representan. Hoy, en tiempo de guerra, la izquierda está emprendiendo un ataque total contra su propio gobierno democrático. Identifica como víctimas e incluso como "libertadores" a los terroristas islámicos que desean destruirnos. Michael Moore lo ha dicho en muchas ocasiones: "Los iraquíes que se han levantado contra la ocupación no son 'insurgentes' o 'terroristas' o `El Enemigo'. Son la Revolución, los Héroes, y su número crecerá, y ganarán. ¿Entendido, señor Bush?". En la página web de izquierdas CommonDreams.org, el ex radical del SDS y senador demócrata de California Tom Hayden hasta se ha sacado de la manga un plan para derrotar a su propio país: "El movimiento pacifista puede forzar a la Administración Bush a salir de Irak negándole financiación, tropas y alianzas necesarias para su estrategia de dominación".
 
Esto ya no es una oposición leal. Ya no es la voz de un futuro progresista que se habría opuesto previamente a la misoginia, el gangsterismo e incluso la depravación de regímenes como el de Saddam Hussein o de movimientos como el Grupo Islámico del jeque Omar Abdel Rahmán. Cualquiera que sea el resultado del juicio a Stewart, el juicio más general a la izquierda que ella representa –un juicio que un día pronunciará un veredicto sobre sus lealtades y su integridad– continuará.
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