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DRAGONES Y MAZMORRAS

Más de lo mismo

Se termina el año irremisiblemente. Pero no se preocupen que inmediatamente empieza otro y no hay asomos de que vaya a ser muy diferente. Si acaso empeorable. Por doquier asoma su feo rostro la política abaratando y desbarantando archivos, museos y hasta bibliotecas. Véase sino la Nacional convertida de nuevo, como en épocas pretéritas, en la casa de Tócame Roque o el … de la Bernarda, donde cualquiera puede entrar.

Se termina el año irremisiblemente. Pero no se preocupen que inmediatamente empieza otro y no hay asomos de que vaya a ser muy diferente. Si acaso empeorable. Por doquier asoma su feo rostro la política abaratando y desbarantando archivos, museos y hasta bibliotecas. Véase sino la Nacional convertida de nuevo, como en épocas pretéritas, en la casa de Tócame Roque o el … de la Bernarda, donde cualquiera puede entrar.
Todo porque Rosa Regás, que en aquellos años vivía amparada en la periferia del poder y no se enteraba de nada, ha pensado que eso de investigar es elitista y ella es tan democrática como Franco. Recuerdo lo que le costó al pobre Juan Pablo Fusi, primer director de la Biblioteca (del primer gobierno socialista, por cierto) limitar la entrada a quienes iban a consultar libros y a investigar, que es lo que hay que hacer en una Biblioteca Nacional, y no ir a preparar Administrativo con los apuntes de clase o a leer el periódico. ¡A saber si no acabarán volviendo a alojarse en sus tenebrosos cuchitriles, cuál rémoras de la gigantesca ballena, asociaciones culturales como aquellas que, sin hacer ascos a la tutela franquista, tenían sede en su vientre y que a pesar de su acendrado izquierdismo y de la militancia comunista de algunos de sus dirigentes medraban a la lumbre del dictatorial estado! Con esta situación a todas luces irregular, también acabó el mentado Fusi, iniciando la Biblioteca una etapa, no sé si más fructífera desde el punto de vista intelectual, pero desde luego más limpia.
 
No crean, inducidos por este largo exordio, que rehuyo mis obligaciones de cronista; sólo que durante estas vacaciones, en las que se juntan de seguido Navidad, Fin de Año y Reyes, se interrumpen las presentaciones de libros y otros encuentros literarios y lo único que puedo referirles por lo menudo son los libros que leo o los espectáculos a los que asisto. Y entre estos últimos hubo uno que llamó poderosamente mi atención, no porque me gustara o disgustara sino porque me pareció muy sintomático de lo que ocurre en el mundo de la cultura cuando ganan los "buenos". Me refiero a El retablo de las maravillas. Cinco variaciones sobre un tema de Cervantes, servido y dirigido por Albert Boadella y su compañía El Joglars. Es la primera vez que asisto a una representación de este grupo y, a la luz de los elogios que siempre he oído sobre sus actuaciones, confieso que me decepcionó. Consisten las tales variaciones en una burla evidente de la necedad humana que engrandece lo vano y se deja embaucar por el oropel y la fama. Los mejores son los episodios meramente culturales, como aquel en el que se hace mofa del arte contemporáneo o ese otro que pone en solfa la estúpida admiración por la tomadura de pelo de la cocina contemporánea, amasada con aire y dinero. Sin embargo los "cuadros" políticos y religiosos realizaban una crítica demasiado previsible, demasiado fácil y bastante oficial y temerosa de lo políticamente correcto: se trataba en suma de meterse mucho con Aznar, ridiculizando levemente a Felipe González, tarea casi insulsa, de puro sencilla. Nada sobre las grandes necedades del momento. A estas alturas, habría sido mucho más divertido (y bastante más arriesgado) escenificar una comunión laica, o una boda entre homosexuales, que las manidas bromitas sobre el Opus. Incluso la broma lingüística del principio está completamente periclitada: El cómico de la legua que levanta el retablo, queriendo pasar por extranjero, se dirige a dos alabarderos en un galimatías que ellos no entienden y le dicen con mucho desprecio: "¡Habla en cristiano, catalán!". Se conoce que a 18 de noviembre de 2004, fecha en la que empezaron las representaciones en el Albéniz, teatro oficial de la Comunidad de Madrid, Albert Boadella es el único que todavía no se ha enterado de que la broma, para ser eficaz y sobre todo actual, habría tenido que ser absolutamente a la inversa. Pero como dice el propio Boadella, hoy "los niños están domesticados, los artistas comprados con dinero público y los filósofos ejerciendo de funcionarios".
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