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DESDE GEORGETOWN

La estrategia republicana

Sobre la campaña de las elecciones presidenciales electorales se han ido sabiendo muchas cosas. Los dos candidatos recibieron una suma de dinero similar, con 60 millones de dólares de ventaja para los republicanos. Pero los republicanos, según explica un reportaje publicado en el Washington Post, se lo gastaron mejor que sus adversarios.

Sobre la campaña de las elecciones presidenciales electorales se han ido sabiendo muchas cosas. Los dos candidatos recibieron una suma de dinero similar, con 60 millones de dólares de ventaja para los republicanos. Pero los republicanos, según explica un reportaje publicado en el Washington Post, se lo gastaron mejor que sus adversarios.
El mensaje estuvo más centralizado: el Partido Republicano controlaba el 83% del dinero gastado en televisión, mientras que el Partido Demócrata sólo controlaba el 62%. Kerry era incapaz de repetir un discurso e improvisaba cada vez que abría la boca. Bush remachaba una y otra vez el mismo discurso. Los demócratas contaron con el apoyo de la tropa variopinta, antes alegre y hoy siniestra, de la industria del espectáculo. Los republicanos consiguieron algo aún mejor: concentrarse en el ataque a los titiriteros progresistas.
 
Tanto la campaña republicana como la demócrata recurrieron al ataque personal. Kerry resultó más vulnerable a las imputaciones de los veteranos de Vietnam, al haberse convertido él mismo, con su historial, sus dudas y sus contradicciones, en la encarnación de la crisis americana de los años setenta. Bush, en cambio, salió reforzado de las calumnias que sobre él vertió la CBS.
 
La campaña republicana fue considerablemente más sofisticada que la demócrata. Esta se centró en mensajes ideológicos. Los republicanos aplicaron técnicas de marketing muy complejas (preferencias en consumo de bebidas, marcas de coches o programas informativos) para identificar a posibles votantes republicanos, aquilatar sus posibles convicciones y personalizar –"customizar"– el mensaje político para movilizarlos.
 
Los republicanos también exploraron las nuevas áreas urbanas de crecimiento rápido, los llamados "exurban", más allá de los suburbios de las ciudades, donde se suelen instalar las familias jóvenes, con ambiciones profesionales y una visión relativamente conservadora de su propio entorno y de los valores en que quieren que crezcan sus hijos. Se ha hablado mucho del voto religioso, al que efectivamente el partido republicano ha dado una gran importancia, pero también se ha tomado como objetivo los nuevos empresarios. Como ya se sabía, muchos de estos no son blancos, ni hombres: mujeres, hispanos y negros. "(En 2002) la mayoría de los nuevas empresas fundadas en California lo fueron por afroamericanos, hispanos y mujeres", declaró Karl Rove en 2003. "Hubo más empresas creadas por mujeres que por hombres. Y no sé exactamente por qué, pero la gente casada y con hijos tiende a ser más republicana que demócrata."
 
El Partido Republicano movilizó a sus bases y a sus simpatizantes desde muchos meses antes, y no sólo con un mensaje defensivo, en contra de una posible amenaza progresista. Ofreció unas ideas positivas, de optimismo y reafirmación. "Hay que tener un programa enérgico en política interior y exterior", sigue diciendo Rove. "No hay que autolimitarse. Hay que ser audaz. La gente quiere que se le hable de cambios importantes y significativos. No le gusta la dieta de micropolítica en dosis reducidas."
 
Ha sido una campaña deducida de la idea que Karl Rove, como Bush, tienen acerca del espectro político. Se lo dividen los republicanos y los demócratas, sin que haya nada entre ellos. "No hay nada entremedias", declaró Rove, también en 2003. Rove prefiere hablar de personas sin filiación política, porque la idea de que hay algo entremedias "sugiere que son centristas, y no lo son. Pueden ser de izquierdas, pueden ser de derechas, y a veces es difícil caracterizarlos en el espectro de izquierdas y derechas."
 
La reflexión lleva al fondo de la campaña republicana: profundizar en una propuesta consistentemente conservadora y a partir de ahí ganar terreno al adversario. Los votantes no se consiguen mediante una disolución de la propia propuesta destinada a no atemorizar al supuesto votante de centro. Se consiguen mediante una reafirmación de las propias ideas, la apelación a los propios militantes y la búsqueda incansable, a partir de ahí, del nuevo voto utilizando todas las técnicas posibles de acercamiento e insistiendo en el contacto personal y la individualización del mensaje.
Los progresistas y muchos demócratas se basan en esta realidad para calificar a Bush y a sus votantes de extrema derecha. Unos se equivocan y otros mienten. Lo tienen muy claro, en cambio, en cuanto a los objetivos de Bush y su equipo: además de aplicar las propuestas políticas en la campaña, intentarán asegurar la mayoría republicana y consolidar para el futuro un cambio de fondo, histórico, en la composición política de la sociedad norteamericana. El respaldo social al ideario conservador es considerablemente más amplio que el del ideario progresista. Y por primera vez en los últimos veinte años, hay tantos republicanos como demócratas inscritos como electores.
 
Es una historia que el Partido Popular español, con un electorado leal y unas bases firmemente dispuestas a la movilización, podría tomar como ejemplo.
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