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COSTA DE MARFIL

Memorias de África

La crisis de Costa de Marfil ha producido muchas reacciones que resucitan análisis del género que tanto abundaban en Europa durante la descolonización. Criticas que en muchos casos se han extendido al conjunto de la acción militar francesa en África desde 1960. Sin ninguna pormenorización se ha descrito como pataletas de colonialista venido a menos operaciones tan dispares como Chad, Zaire, Centroafrica, etc. Lenguaje que lleva a preguntarse si realmente los hechos merecen una aproximación progre tan superada por acontecimientos posteriores.

Ya casi nadie sitúa que entonces vivíamos en guerra fría, y la prolongación de la misma que solían representar aquellos conflictos. Efectivamente, sin despreciar otros intereses, aquellos combates solían frenar intentos de expansión soviética a través de sus tradicionales agentes de ventas angoleños, libios e incluso cubanos (estos últimos a través de divisiones regulares). En aquellos días de disuasión nuclear, el enfrentamiento directo era impensable por lo que sistemáticamente se realizaba mediante intermediarios o en teatros de operaciones lejanos al primer mundo. Búsqueda de nuevas zonas de influencia roja iniciada desde 1945 que en el Africa francófona, y a pesar de ser terreno abonado para la utopía socialista, chocaron una y otra vez con la perseverante acción de las armas galas. A toro pasado la fulminante caída del bloque socialista parece un hecho natural, pero en aquel tiempo, tan reciente como olvidado, la victoria del mundo libre se antojaba como una misión casi imposible que obligaba a no ceder frente alguno.
 
Así las cosas, la intervención en Zaire de 1978 hizo frente a la invasión de Shaba por una guerrilla katangueña procedente de Angola e instruida por Cubanos, dejando tras de si una masacre de hombres, mujeres y niños occidentales. Ante la lentitud en la respuesta belga, antiguo colonizador, Giscard decidió el envío de un regimiento de paracaidistas que en 72 horas saltó sobre Kolwezi liberando a la población y evitando que una zona rica en uranio cayera en manos poco recomendables. Como anécdota truculenta, recordaremos que Mitterand, siempre tan versátil, desde la oposición pidió la disolución de la Legión extranjera por haber ayudado a mantener al corrupto Mobutu.
 
En Chad, varias generaciones de soldados galos, muchos de reemplazo, se tostaron al abrasador sol del desierto del Tibesti. La tenacidad que caracterizó la defensa de la independencia chadiana, casi treinta años de operativos encadenados, evito la anexión por el régimen libio. Los hombres que lucharon y murieron frustrando la expansión de Gadafi por el Sahel merecían un mejor recuerdo que el leído y escuchado estos días.
 
Incluso el derrocamiento del inefable Bokassa tuvo como punto de partida el descubrimiento de las nacientes relaciones de este estratégico territorio con la Yamahiría. La operación barracuda fue ejecutada por apenas 200 paracaidistas que, sin derramar una gota de sangre, aterrizaron directamente en el aeropuerto de Bangui con una fajo de billetes con el que fueron pagando meses de salarios atrasados a las tropas que debían hacerles frente ...
 
A fin de cuentas, al occidente democrático le vino muy bien que alguien asumiera el trabajo sucio en un ámbito que quedaba fuera del atlántico norte. No digamos a los EE.UU. que no hubieran podido mover un dedo sin provocar el escándalo de los bien pensantes europeos. A nadie escapa que a Francia se le permite hacer cosas que los americanos no se pueden ni imaginar. Los dirigentes que se beneficiaron de los acuerdos de defensa mutua no solían destacar por su acrisolada honestidad pero, como dijo Kissinger, "es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta".
 
Terminada la guerra fría, lo que ahora sucede en Costa de Marfil ya no tiene nada que ver con los condicionantes de aquellos conflictos. Pero para Francia supone un auténtico drama en tanto que su relación con Costa de Marfil fue muy estrecha desde su independencia manejada por el irrepetible Huphouet-Boigny, con beneficio para ambas partes. Una suave descolonización que hizo de aquel país una isla de estabilidad económica, hasta tal punto que se convirtió en un destacado receptor de inmigración. La afirmación de que Francia está interesada con el mantenimiento de la partición del país no se tiene en pie si se tiene en cuenta la zozobra que la guerra civil supone para los importantísimos intereses económicos, y para miles de expatriados que viven en la angustia.
 
La antigua metrópoli tiene muy poco que ganar y todo que perder frente aun demagogo como Gbagbo que no recuerda como cuando llegaron los franceses los rebeldes estaban en los arrabales de Abiyan. El bombardeo del campamento galo fue intencionado, lo que pone de manifiesto la proporcionalidad de la incruenta respuesta francesa. El embargo votado por el Consejo de Seguridad, se une al apoyo que el resto de los Estados africanos han dado a Chirac.
 
La semana pasada, un misionero español describía la situación en una tertulia radiofónica como una rebelión del "pueblo" que defendía a su gobernante socialista. Los alegres "patriotas" marfileños tienen tanto de reacción popular espontánea como las gentes que rodearon las sedes del PP el 13-M. Se imagina alguien la reacción de la comunidad internacional si en un Estado de mayoría blanca grupos afines al gobierno lanzasen mensajes de agresión a una minoría negra. Pero sea cual sea el resultado Francia perderá, en mayor o menor medida, una confianza de décadas.
 
Para terminar me permitirán una digresión ibérica. Cuando un gobierno, por muy electo que sea, llegado al poder mantiene activas milicias violentas en el papel de longa manu de su doctrina, pierde la legitimidad que recibió de las urnas. Esto va por ERC y la presión que crean en Cataluña determinados grupos en Universidades, ceremonias y otros ámbitos que debieran ser de libre expresión y que hace tiempo dejaron de serlo.
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