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ENIGMAS DE LA HISTORIA

¿Pudo evitarse el desastre de Pearl Harbor?

El 7 de diciembre de 1941, la flota norteamericana atracada en Pearl Harbor, Hawaii, fue objeto de un ataque sorpresa llevado a cabo por la aviación nipona. Se trató, sin ningún género de dudas, de una de las victorias conseguidas a menor costo de toda la historia militar. Al cabo de dos horas, los ocho acorazados norteamericanos que se encontraban en la base habían sido hundidos o averiados, y un porcentaje elevado de los cruceros y destructores habían sido objeto de daños. Por lo que se refiere a las bases aéreas de Oahu estaban arruinadas y casi la totalidad de sus aviones habían sido destruidos. Por lo que se refiere a las bajas humanas, el número de muertos superaba holgadamente los dos millares. Para obtener este triunfo los japoneses sólo habían perdido 29 aviones y 55 hombres. ¿Pudo haberse evitado semejante desastre?

Se ha especulado mucho con los beneficios que derivaron para Roosevelt del ataque japonés sobre Pearl Harbor. Gracias al mismo, la política aislacionista se vio definitivamente rechazada en Estados Unidos y la nación entró en guerra propiciando la derrota del III Reich y del Japón. Sin embargo, aunque ese aspecto resulta innegable no es menos cierto que la magnitud del desastre sufrido por Estados Unidos en Pearl Harbor pudo haberse evitado. Las razones para que no fuera así resultaron diversas. La primera oportunidad para conjurar la catástrofe se produjo a las 18.30 de la tarde anterior al ataque. Por aquel entonces la flota japonesa se hallaba a 800 kilómetros de distancia y el teniente coronel George Bicknell del servicio secreto llevó al comandante en jefe, Walter Short, un mensaje interceptado por el FBI. Se trataba de una comunicación enviada desde Tokio a un japonés de Honolulu. Tokio pedía información sobre algunos aspectos militares y sobre flores. Literalmente, el mensaje afirmaba: “En la actualidad las plantas dan menos flores que en otra época del año pero los hibiscos y las flores de Pascua ya se han abierto”. A ambos oficiales les llamó la atención aquel mensaje —costoso por otra parte— dedicado a hablar de flores. Sin embargo, resultaba difícil de aceptar que una operación militar se anunciara por teléfono de manera que decidieron consultar todo con la almohada y decidir al día siguiente.

A las 3, 42 de la madrugada mientras los dos oficiales dormían y la flota se hallaba a 450 kms de distancia, el dragaminas Condor avistó un periscopio cerca de la boca de Pearl Harbor. Inmediatamente pasó una comunicación al destructor Ward pero el esfuerzo de éste por hallar el sumergible resultó vano. Ninguno de los barcos avisó a sus superiores. El Condor porque el Ward no había confirmado su supuesto hallazgo y el Ward porque, a fin de cuentas, quien afirmaba haber visto algo era el Condor. Incluso la estación radiotelefónica que había transmitido las llamadas permaneció en silencio ya que si los barcos no informaban por qué iba a hacerlo ella. A esas alturas, los primeros aviones japoneses estaban ya despegando.

A las 6,45 de la mañana —la flota nipona estaba a 290 kms— el Ward vio frente a Pearl Harbor la torre de mando de un submarino extranjero. Lo atacó y logró hundirlo pero cuando informó a sus superiores, éstos pensaron que, más probablemente, se trataba de una boya y enviaron un destructor para colaborar con el Ward mientras esperaban a contar con más elementos de juicio.

A las siete —los aviones se hallaban tan sólo a 220 kms— dos soldados que atendían la estación de radar descubrieron la pantalla tan cubierta de manchas que pensaron que el aparato se había estropeado. Sin embargo, no tardaron en reparar en que se trataba de un número de aviones impresionante que se dirigía hacia las islas. Telefonearon al centro de información pero este se hallaba a cargo de un subteniente inexperto que desempeñaba el mando mientras sus superiores tenían el día de permiso. Para remate el bisoño oficial había escuchado durante la madrugada las instrucciones de la estación KGMB guiando aviones americanos y pensó que ésos y no otros eran los que se acercaban.

A pesar de todos los errores anteriores, quizá la situación se podía haber salvado. Sobre las 7,30 un mensajero abandonaba la oficina de la RCA en Honolulu con un mensaje del general Marshall. El militar había sabido que a la 1 —7,30 de Pearl Harbor— Japón iba a romper las conversaciones que mantenía en Washington. Resultaba urgente comunicar aquella eventualidad pero en lugar de recurrir al teléfono, Marshall optó por la radio movido por razones de seguridad. Las condiciones atmosféricas eran malas y el mensaje tardó en llegar hora y media, cuando lo hizo además carecía de indicación de que fuera urgente. Cuando el mensajero lo llevaba a su destino contempló como Pearl Harbor estaba cubierto por el humo negro fruto de las explosiones.

Aparte de los errores, reales o supuestos, del mando y de Washington lo cierto es que la catástrofe de Pearl Harbor pudo ser evitada o paliada en cinco ocasiones al menos. Si no sucedió así se debió únicamente a una circunstancia, la de que los hombres son seres humanos, limitados por la condición humana y sujetos a cometer fallos humanos.
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