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EL NUEVO EMBAJADOR

La solución Paco Vázquez

En los tiempos de estudiante en Madrid de don Francisco Vázquez, flamante embajador de la España constitucional ante la Santa Sede, estaba de moda la lectura del filósofo marxista alemán Ernst Bloch.

En los tiempos de estudiante en Madrid de don Francisco Vázquez, flamante embajador de la España constitucional ante la Santa Sede, estaba de moda la lectura del filósofo marxista alemán Ernst Bloch.
Francisco Vázquez, nuevo embajador ante la Santa Sede

Pensador de la esperanza, de un marxismo de rostro humano, de una vuelta de tuerca al materialismo dialéctico y a la lucha de clases, Bloch escribió algunas páginas que produjeron no poca fascinación en ambientes eclesiales. En una de ellas nos dejó lo siguiente: "No todas las personas existen en el mundo en el mismo Ahora. Sólo lo hacen externamente, por el hecho de que se las puede ver hoy".

El ahora socialista de Vázquez no es el mismo que el ahora de Zapatero, ni el de todos los jóvenes que le rodean, aclaman y perpetúan. Tampoco lo es el aquí, como acabamos de ver con ese promoveatur ut, es decir, destitución hacia arriba para quitarse un problema de encima. El otrora alcalde de La Coruña, que había bebido en sus años jóvenes de las fuentes de la doctrina social de don Ángel Herrera, en el Instituto Social León XIII, es consciente que su socialismo está anclado en el servicio al pueblo, a los ciudadanos, a la comunidad. Y ese hecho hoy es escándalo para no pocos.

Paco Vázquez sabe que el Evangelio tiene una dimensión social indiscutible y que ha sido una de las fuerzas más destacadas del progreso en la historia. Conoce a la Iglesia como pocos, desde dentro y desde fuera, y no se siente alejado de las preocupaciones por las verdaderas reformas de la Iglesia. Nunca ha utilizado su confesión sustantiva de cristiano, en el socialismo, para tender puentes con una orilla que no estuviera bien asentada en la firmeza de un humanismo constructor del bien común. Cuantas veces su confesión de cristiano produjo escándalo en sus compañeros, e incluso un cierto rechazo; ocasión que aprovechaba para afianzarse en la idea de que la mejor forma de hacer política es la que nos recuerda lo que dice el Evangelio sobre los pobres como los preferidos de Dios. Es consciente, en resumen, de que su socialismo no es un publicismo de última generación para el que las identidades fuertes se encuentran en la disolución del hombre y en la revolución de unos supuestos valores que se agotan en el mismo momento de su uso y consumo.

El nuevo socialismo de rostro humano de Zapatero no es más que una marca de comercio justo y una moneda de cambio educativo con la que todo el mundo gana y todo el mundo pierde. Bien distinto de la vida...

Francisco Vázquez no es, ni lo ha sido nunca, un demagogo de última generación. Representa a una generación de socialistas a la que su coherencia entre la fe y la vida les había conducido a la política. Eran románticos de una redención, de una liberación integral de la persona que asumía la naturaleza humana y se entregaba al realismo de la construcción del bien común. A la generación de Paco Vázquez, en el PSOE, les llamaban los vaticanistas. Y mira tú por donde, el último superviviente va a vivir balo la sombra de la cúpula de Bernini.

Zapatero con el difunto Juan Pablo IIZapatero ha hecho una jugada maestra, y hay que reconocérselo. Ha conseguido contentar a todos los actores implicados: al protagonista, al Vaticano, a los obispos españoles y a los socialistas que veían en las palabras de Paco Vázquez una permanente amenaza para el "todo vale" tan de moda. La visita de Benedicto XVI a España está encima, y pende ya sobre el Gobierno como una espada de Damocles. La terminal de Moncloa en Roma ha sido incapaz de explicar qué está pasando en España y qué está haciendo Zapatero, el líder moral de la Alianza de las Civilizaciones.

La oportunidad llegó y la solución Vázquez se ha planteado como una solución definitiva para enmendar los desencuentros entre la Iglesia y el gobierno, que no el Estado, como debiera ser. Pero lo que ha olvidado Zapatero es que la solución no sirve tanto en Roma como en Madrid, porque el problema no está en las orillas del Tíber. La solución a los problemas entre la Iglesia, mejor dicho, la concepción cristiana de la vida, lo cristiano y los cristianos, y las políticas del gobierno socialista está aquí, en Madrid, en España, en la mesa del Consejo de Ministros, en el Parlamento, en los colegios, en los juzgados, en los laboratorios y en las clínicas privadas, en la vida de las personas.

Don Francisco Vázquez será, a partir de ahora, capaz de dar razones de lo que hace el gobierno y de por qué lo hace; será capaz de ser un excelente anfitrión para los ministros que quieran darse un baño de diplomacia. Pero lo que no podrá hacer es negar la evidencia, ocultar la realidad, o cambiar el nervio laicista del gobierno del PSOE. Como dice un castizo, don Francisco, a quien Dios se la dé, san Pedro se la bendiga.
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