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Itxu Díaz

Una ocurrencia resiliente de 302 millones

El reparto de los fondos europeos se parece cada vez más a las juergas de Boris Johnson.

El reparto de los fondos europeos se parece cada vez más a las juergas de Boris Johnson.
Pedro Sánchez, todo sonrisas. | EFE

Soy un firme defensor del silencio. En cierto modo, considero que todo el mundo debería estar callado todo el tiempo, pero admito que mi opinión no es popular. El silencio es inspirador, tranquilo, e inteligente. El cardenal Robert Sarah escribió un libro maravilloso sobre el silencio. El rey emérito alcanzó uno de sus momentos cumbre con su célebre apología sobre el tema: "¿Por qué no te callas?". Incluso un impostor colosal como Mahatma Gandhi alabó el silencio, tal vez porque el suyo le permitió ocultar su verdadero rostro. Como norma, todo lo que no es silencio es ruido. Y, salvo pagar impuestos, nada me molesta más que el bullicio. La UE promovió en 2002 una directiva contra el ruido, pero no ha resultado muy eficaz porque, a día de hoy, Alberto Garzón y Yolanda Díaz siguen hablando.

Contra todo pronóstico, el Gobierno acaba de comenzar a preocuparse por el asunto. Pero a su manera: destinando 302 millones de euros a estudiar el ruido de las carreteras. Si bien es cierto que las carreteras braman, no es ni mucho menos el más molesto. Resulta ensordecedor, por ejemplo, el zumbido que brota de la Moncloa, y nadie está trazando mapas estratégicos de ruido allí.

Con todo, la noticia no es que el Gobierno tire trescientos millones en descubrir algo que yo mismo puedo desvelar desde la barra del bar, que las carreteras hacen ruido, sino que esa investigación se realice mediante el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, creado por Sánchez para canalizar los fondos destinados por la UE a reparar los daños de la crisis sanitaria. Todo parece indicar que el Gobierno ha descubierto una inédita relación causa-efecto entre el coronavirus y el ruido de los coches. Esta no la vimos venir.

El reparto de los fondos europeos se parece cada vez más a las juergas de Boris Johnson. Cualquier día el BOE terminará la redacción de sus convocatorias con un animoso: "¡No olvides traer tu propia botella de vino!". Manejo la hipótesis de que están distribuyendo el dinero europeo de madrugada, con ayuda de media docena de whiskies y una ruleta. Antes que el ruido de los coches, los fondos se han ido dedicando a actividades tan ingeniosas y productivas como publicitar el Ingreso Mínimo Vital (42 millones), financiar la necropsia de los cetáceos (257.875 euros), evitar que los pájaros se electrocuten con tendidos eléctricos (60 millones) o enviar al extranjero a escritores españoles para alimentar su "creación literaria y crecimiento personal", que es lo mismo que podrían conseguir desde su casa fumando marihuana y haciendo taichí.

Que el Gobierno de la Gente proteja a los pájaros no puede sorprendernos. Es la historia del socialismo español desde el primer día. Qué Sánchez luche contra el ruido, tampoco, porque no quiero ni imaginar cómo serán esos Consejos de Ministros cuando comienza el cacareo de todos esos intelectuales. Pero incluso a un amante del silencio como yo le resulta difícil encontrar algo que justifique el vínculo entre la recuperación económica y los mapas estratégicos del ruido en las carreteras.

Sospecho que la explicación está en esa misteriosa alusión a la resiliencia, que también forma parte del encabezado del plan. La resiliencia es una herramienta que se usa comúnmente para detectar a bobos y trincones. Si ves que alguien exhibe esta palabra, primero prepara la cartera porque se acerca un nuevo impuesto e inmediatamente después fíjate bien en su cara, porque estás sin duda ante un ejemplar de idiota común. El detector funciona siempre y el Gobierno lo sabe. Es razonable que ponga en marcha cebos para que los idiotas piquen y así poder tenerlos localizados. Lo malo es que, abonados los 302 millones europeos a los autores de los mapas de ruido, con o sin resiliencia, los únicos idiotas seremos los contribuyentes, y también los únicos electrocutados. Y todo apunta a que de nuestra necropsia se va a encargar el Doctor Simón. Un win-win, como dicen los tecno-snobs.

Al final, he sometido el asunto a juicio en el bar de abajo y el dueño se ha quedado mucho más aliviado al saber que el Gobierno dedicará fondos de recuperación a investigar el runrún de las carreteras; vale, para ser completamente sincero, Manolo –hostelero y poeta– me ha dicho: "Ese ruido que oyes ahí afuera no es el viento, son los cojones de Sánchez en movimiento". Me gusta España, porque es una inmensa columna de opinión.

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