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Javier Somalo

¡Vivan las Correas!

Abandonemos toda esperanza hasta que no se aborde con coraje la reforma de la Justicia; cuanto más sonado sea un juicio más se ocultará la verdad.

Francisco Correa, con su voz quebrada, iba a dejar a Enrico Caruso como simple aficionado. Su declaración y el anuncio de que colaboraría con la Justicia levantaron casi tanta expectación como el propio caso Gürtel, o sea diez veces más que cualquiera de los otros casos de corrupción que, en Cataluña y Andalucía, han hecho desaparecer por trasvase miles de millones de euros.

En un momento determinado de la "confesión" de Correa ante la fiscal salieron a la luz dos personajes, viejos conocidos de los que frecuentan cuentas suizas o de los que persiguen alguna: Ramón Blanco Balín y Arturo Gianfranco Fasana. No es novedad, aparecen en muchas páginas de la causa. Tampoco es nueva la existencia de una cuenta suiza gestionada por ellos que parece intocable y que motivó incluso una pregunta parlamentaria de Alberto Garzón, cuando era de IU, en una en Comisión de Secretos Oficiales. Según parece, todo el que se ha acercado a esa cuenta bautizada como Soleado, en referencia a sus clientes españoles, ha quedado petrificado. Dicen que en una comisión rogatoria enviada a Suiza, un inspector de Policía español pidió a Fasana que abriera una carpeta que, según el asesor de inversores, no estaba estrictamente relacionada con la diligencia que motivó la comisión rogatoria. Si la abro, dijo, "mañana se hunde España". Y, por lo visto, les permitió cotillear un poquito, apenas unas iniciales, para que los huracanes, terremotos y tsunamis no salieran a desolar el país y que los policías quedaran convencidos de la enorme trascendencia de mantener el secreto. Se ha llegado incluso a publicar –hay demasiadas versiones de esta película– que los funcionarios dieron cuenta de lo poco que supieran a su vuelta a España pero que el informe se traspapeló en algún sótano.

Años después, y con la misma fatuidad, Francisco Correa trajo el asunto a la actualidad contestando a la fiscal, que ni siquiera le había preguntado por ello. Habló del consejo que pidió a Ramón Blanco Balín, en calidad de ex inspector de Hacienda, sobre si sería conveniente que regularizara su cuenta suiza. El consejero le dijo –o eso dice Correa– que de ninguna manera, que en esa cuenta había gente muy importante, ya saben, "mañana se hunde España". Y Correa hizo lo esperado, que no es cantar sino silbar con disimulo cerrando su relato sobre ese particular con esta frase:

…y creo que no debería decir más en esta Sala porque entonces sería una revolución, abrirían mañana o esta tarde con eso todos los periódicos.

Pero ahí queda eso. Por supuesto, el espacio que deja la ausencia de información tiende a ocuparse con rumores o con noticias sin sujeto. En el caso de la cuenta Soleado –Caja de Pandora, deberían rebautizarla–, con más o menos ímpetu, muchos medios de comunicación han atribuido el secretismo a la presencia de la Corona emérita y otras personalidades relevantes del mundo empresarial, a que es una especie de cuenta nodriza para los VIP y hasta a la aparición de la ya casi olvidada Corinna zu Sayn-Wittgenstein. Ni mucho menos es un secreto pero ahí está, en el limbo de las noticias sin confirmar o de los rumores infundados. Fin del problema.

Por lo mismo, un golpe con contragolpe de Estado quedará para que cada 23 de febrero se vendan libros o rueden películas con la versión definitiva, siempre inédita hasta la fecha del estreno, y que los miembros de aquella lista del Gobierno de Salvación, fieles a la autoridad –militar, por supuesto– los lean, vean, reseñen o protagonicen. Por lo mismo, los GAL nos dejaron una foto robada a Felipe González testificando ante el Tribunal Supremo mientras un ministro, un secretario de Estado y varios mandos policiales hacían de dique en el trullo. Y por lo mismo –y esto es lo más grave–, España "no está preparada para conocer la verdad" del 11-M y el "caminito de Jerez" sigue infestado de malas hierbas que lo hacen impracticable.

Por muy mediática que nos pinten una manta, en España jamás se levantará más allá de la convenida esquina donde ya se ha colocado la conveniente mierda, sólo una parte. Y la mierda, en los juicios, ha de salir como la verdad: toda y nada más que eso aunque el reo no esté obligado a decirla. Pero abandonemos toda esperanza hasta que no se aborde con coraje la reforma de la Justicia; cuanto más sonado sea un juicio más se ocultará la verdad. Por el bien de España, dicen. Y si alguna vez se enseña la patita por encima de la rodilla contra algún Poder Fáctico –sea o no Fácilmente Reconocible– te cierran, te echan o te caen ocho millones de euros de querella por no sé qué daños. O, al menos, lo intentan.

Quieren al ciudadano, al justiciable, tirando de las "caenas" del carro para llevar a su Fernando VII –nuestra Justicia– a aplastar la libertad, lanzando vítores ante el asombro de los caballos, liberados de su carga. "Caenas" de la libertad, Correas de nuestra Justicia. En la Gürtel, en los ERE, en los cursos de Formación, en los casos Pujol y familia, en el 23-F, en los GAL, en el 11-M…

Si "mañana se hunde España" o si hay "una revolución" no será porque asome la verdad oculta sino por la costumbre de ocultarla.

En España

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