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Jesús Fernández Úbeda

Cuca Gamarra y Miguel Ángel Blanco ganan el debate

La portavoz del PP hizo, en la tarde de este martes, algo que la izquierda domina y que la derecha, en general, desconoce: marcar la agenda.

La portavoz del PP hizo, en la tarde de este martes, algo que la izquierda domina y que la derecha, en general, desconoce: marcar la agenda.
La portavoz del PP, Cuca Gamarra, interviene durante el debate sobre el estado de la nación que comienza este martes en el Congreso. | EFE

Yo, que nunca vi atacar naves en llamas más allá de Orión, he contemplado, absolutamente sorprendido, cómo Cuca Gamarra trituraba a Pedro Sánchez en el debate sobre el estado de la Nación, anulando su homilía matutina. Más allá del vis a vis dialéctico, donde ejerció un papel más que notable, la portavoz del PP hizo, en la tarde de este martes, algo que la izquierda domina y que la derecha, en general, desconoce: marcar la agenda, establecer el discurso nuclear, convertir en rémoras a los otros.

La reivindicación por parte de Gamarra de la memoria de Miguel Ángel Blanco, restando sesenta segundos a su intervención y convirtiéndolos en un minuto de silencio, generó una atmósfera nueva en la idiosincrasia de la jornada parlamentaria. Toda la cámara se puso en pie –más de uno se asomó/nos asomamos por la tribuna de prensa para comprobar qué hacían los diputados de Bildu–. Concluido el homenaje, la portavoz popular recordó que su compañero "fue asesinado por ser concejal del PP, como antes y después lo fueron tantos políticos del PP, del PSOE y de UPN" y que "sus restos no reposan en su tierra natal porque los que no le dejaron vivir, no le dejan descansar". Atizó a Sánchez por convertir "a Bildu en notario de la transición" lanzando "un manto de ignominia sobre los gobiernos de Adolfo Suárez, Calvo Sotelo y Felipe González" y repitió que derogarán la Ley de Memoria Democrática para recuperar "el espíritu de la Transición". Después, como es habitual en sus filas, la exalcaldesa de Logroño metamorfoseó en un Pokémon económico, y la disertación perdió picante, perdió aje, mas no fuerza. Por su parte, el ministro Escrivá se descojonaba vivo mirando no sé qué en su teléfono móvil mientras la interviniente hablaba sobre política energética.

Concluyó Gamarra y la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, le brindó un agradecimiento envenenado: "La ordenación del pleno y de los debates y, por tanto, de los minutos de silencio, se plantean en la Junta de Portavoces, y agradecería que, por lealtad a los procedimientos de la Cámara, así continuara siendo". El homenaje escoció, vaya. Sánchez, en su bronca réplica, reivindicó a Blanco y a las víctimas de ETA, "pero también, mal que les pese a ustedes, a las de la dictadura franquista". El presidente se manifestó nervioso y hasta tartamudeó varias veces: "Quienes realmente han utilizado el dolor de las víctimas del terrorismo con fines espurios han sido los dirigentes del PP". También pidió a los genoveses que condenen el golpe de Estado del 36, cosa que ya hizo, Aznar mediante, el 20-N de 2002.

Gamarra inició su segunda réplica con cachondeíto: "Señor Sánchez, la verdad es que le he visto flojo". El hemiciclo se deshuevó. "No es que nos iguale –dijo la portavoz popular– usted a nosotros con Bildu: es que nos humilla poniéndoles a ellos por encima de nosotros. No se equivoque". Sánchez, "perdido como un viejo que pierde al tute" (Sabina), le reprochó que utilizara la palabra "españolitos" para referirse a "nuestros ciudadanos".

Abascal comenzó raro, exprimiendo estribillos que sólo corean sus groupies más cafeteros –que si el globalismo de aquí, que si los medios de acullá, etcétera–. Mejoró su discurso con el paso de los minutos: indicó que el Gobierno y sus socios "son los émulos del Frente Popular" y criticó el "fanatismo climático, que es el mismo que el de los grandes banqueros y de los CEOs de las grandes multinacionales y de los fondos de inversión", amén de la Ley de Memoria Democrática, "Ley de Memoria Etarra, más bien". "Reconstruiremos todo lo que destruyan y levantaremos todo lo que derriben, desde la economía hasta la cruz –refiriéndose a la del Valle de los Caídos–", añadió.

Sánchez, desnortado, contraatacó aludiendo al "ridículo" discurso de García-Gallardo –presente en el Palacio de las Cortes– sobre el sexo y la procreación y al Orgullo, que hay que seguir celebrando "para mandarles a ustedes al armario de la Historia". "Usted ya forma parte del pasado –respondió Abascal–. Todos sus proyectos pertenecen a un tiempo que España necesita superar. Usted está de salida, si es que no está fuera ya".

Llegó el turno de la agónica/agonizante podemia: Jaume Asens comparó, de una manera absurda, a los inmigrantes que murieron en Melilla con Miguel Ángel Blanco, y Echenique suplicó que se revalide la coalición socialpodemita "después del 2023". Rufián, sin mencionarlos, exigió "legislar" contra Inda y Ferreras. Batet le regañó por sacar unas balas utilizadas, presuntamente, por la gendarmería marroquí contra inmigrantes subsaharianos. Sánchez, enfadadísimo, se acordó del 23F. Este miércoles, más.

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