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José García Domínguez

'Con Iceta vivíamos mejor'

Contaban con que en febrero el previsible incremento de la abstención fruto del miedo les beneficiaría. Y en esto apareció Illa.

Contaban con que en febrero el previsible incremento de la abstención fruto del miedo les beneficiaría. Y en esto apareció Illa.
Pere Aragonès. | Pau Venteo (Europa Press)

Parafraseando al difunto Vázquez Montalbán, el autor de aquella pregunta tan celebrada a cuenta de si con Franco vivíamos mejor, resulta evidente que el Gobierno de la Generalitat sí vivía mucho mejor con Iceta al frente del PSC. La prueba es ese incontrolado ataque de pánico que les entró, tanto a la Esquerra como a los de Puigdemont, tras saber que tendrían que enfrentarse a Illa, no al otro. A ese respecto, la coartada del covid en su intento desesperado para desconvocar las elecciones no deja de remitir a un cuento chino del todo inverosímil. Que los contagios iban a aumentar tras la Navidad lo sabía todo el mundo y, no obstante saberlo, Aragonès y Puigdemont nada hicieron a fin de impedir que los comicios fuesen en febrero. Algo, el cambiar la fecha, que estuvo al alcance de su mano durante todo el tiempo. Obviamente, contaban con que en febrero el previsible incremento de la abstención fruto del miedo les beneficiaría. Y en esto apareció Illa.

Illa es un candidato muy bueno, el mejor que ha tenido el PSC desde el primer Pasqual Maragall, aquel aún virginal y previo al tripartito, que está llamado a refutar con su presencia la premisa principal sobre la que se asentaba el diseño de escenario que se habían formado los dos socios de la Plaza de San Jaime. Un diseño, el de los separatistas, esencialmente acertado. Porque lo que podríamos llamar idea-fuerza del bloque en el poder apelaba a que, tras el paréntesis de muy intensa agitación emocional que vivió Cataluña hasta el clímax final del procés, la vieja rutina de siempre, los hábitos mentales de los tiempos del pujolismo volverían a instalarse en la conducta de los electores. ¿Y eso qué significa? Pues, dicho crudamente, que los charnegos, o sea la mitad de Cataluña, recuperarían su tradicional hábito de abstenerse de modo estadísticamente significativo en las citas autonómicas. Mientras que, por el contrario, la base sociológica del secesionismo, esto es, las capas medias urbanas tradicionales más la población rural de raigambre autóctona, acudiría en masa, como siempre, a la cita con las urnas. Grosso modo, un análisis, sí, correcto, muy verosímil. Yo lo habría firmado. Pero el aterrizaje inesperado de Illa lo cambia todo. Todo. Llorarán a Iceta.

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