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José García Domínguez

La defenestración de Iceta

A Iceta había que matarlo (políticamente) ahora, exactamente igual que en su día hubo que ejecutar, con prisas y de modo sumarísimo, a Vidal Cuadras.

A Iceta había que matarlo (políticamente) ahora, exactamente  igual que en su día hubo que ejecutar, con prisas y de modo sumarísimo, a Vidal Cuadras.
EFE

Tan súbita, tan inesperada, tan sorprendente, tan inexplicable en apariencia, tan criticada - incluso en público - por la propia víctima, la muy extraña defenestración de Miquel Iceta tras apenas haber tomado posesión de su despacho en el Ministerio de Política Territorial ( casi ni cumplió cinco meses en el cargo) responde, en realidad, a un clásico de la política española que hunde sus raíces en el tristemente célebre Pacto del Majestic de 1996. A Iceta había que matarlo (políticamente) ahora, exactamente igual que en su día hubo que ejecutar, con prisas y de modo sumarísimo, a Vidal Cuadras. De hecho, la crónica de la muerte anunciada de Iceta en tanto que actor político relevante en el escenario madrileño ya se empezó a escribir cuando Esquerra Republicana, y pese a la voluntad manifiesta de Sánchez en sentido contrario, logró desbaratar su candidatura para presidir el Senado. Fue el primer veto. Pero no el último.

Y es que no cabe otra explicación alternativa tanto para que el tan rumoreado salto del primer secretario del PSC al núcleo duro el poder en el Ejecutivo quedase en nada, que en nada quedó, como para su cese en un área importante y con impacto en el ámbito autonómico, cartera en la que no se le dejó tiempo material para acreditar una eventual incompetencia que justificara su ulterior degradación. Estamos, decía, ante más de lo de siempre. Cuando el PP necesitó a los nacionalistas catalanes para afianzarse en la Moncloa, Pujol impuso que el único catalán que quería ver, tanto en Barcelona como en Madrid, iba a ser él mismo. Y el PP accedió. Aznar les daría la Sanidad, la Educación, la Policía y la cabeza de Vidal Cuadras; ellos, a cambio, le darían la mayoría en las Cortes. Y Junqueras, que ansía convertirse en el Pujol del siglo XXI, ha procedido igual que su mentor espiritual. La única diferencia radica en que el pagano madrileño de turno será el PSOE, no el PP. Pero todo lo demás va a resultar igual. Algo que incluye la eliminación de la competencia en Cataluña. Que se vaya preparando Illa. Las órdenes para su castración preventiva no tardarán en llegar.

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