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José García Domínguez

Pedro Sánchez y la cuarta vía

Por Navidad, cuando prescriba la tediosa charanga autodeterminista, Mas, Duran, Iceta y compañía volverán a sacar del baúl de la Piquer la tercera vía.

Por Navidad, cuando prescriba la tediosa charanga autodeterminista, Mas, Duran, Iceta y compañía volverán a sacar del baúl de la Piquer la tercera vía.

Todo el mundo lo sabe, el 9 de noviembre no habrá ningún referéndum en Cataluña. Y el 10 de noviembre amanecerá un día como otro cualquiera. No va a pasar nada, nada de nada. Igual que en aquella vieja letra de Sabina, el que sueñe con emociones fuertes que busque en otra canción. En el fondo, el nacionalismo no deja de ser un modo de embellecer con coartadas quiméricas el espíritu gregario de la calle. De ahí que un cuarto de siglo de obsesiva catequesis identitaria haya tenido por orwelliano epílogo que, en el país cada vez más petit, toda la gente ansíe opinar como toda la gente.

Una patología colectiva que explicaría algo tan inexplicable como la repentina conversión al independentismo de la mitad de la población local, hoy suprema prueba de corrección política en Cataluña y, hace apenas un suspiro, desvarío risible alojado en la estricta marginalidad. Porque si algo retrata al sarampión soberanista es su vocación de soufflé que con idéntica rapidez se infla y se desinfla. Rásquese un poco bajo la superficie sentimental sobre la que se asienta la convicción independentista y emergerá idéntica realidad que cuando la bullanga del Estatut. A la hora de la verdad, aquel aparente fervor masivo en reclamo de su perentoria reforma se tradujo en humo de pajas llegado el instante de las urnas. No fue a votar ni el apuntador.

El asunto apenas importaba a cuatro ruidosos gatos. El soufflé, ya se sabe. Y ahora habrá de suceder otro tanto de lo mismo. Por Navidad, cuando prescriba la tediosa charanga autodeterminista, Mas, Duran, Iceta y compañía volverán a sacar del baúl de la Piquer la tercera vía. La enésima conjura para acabar con el café para todos, corsé que diluye el particularismo catalanista en el federalismo igualitario que de facto define al Estado de las Autonomías. Lo suyo es diseñar un nuevo Estado, asimétrico huelga decirlo, con solo cuatro territorios en verdad dotados de poder político (los tres que dicen históricos con el añadido inevitable de Andalucía). Más ruido, la especialidad de la casa. En eso, nadie lo dude, habrán andado maquinando Sánchez y el Muy Honorable hace apenas un rato. Ni puñetero caso, la cuarta vía, he ahí la solución. Ya escampará.

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