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José García Domínguez

Si cae Kiev, caerá Rusia

Todavía están a tiempo de no entrar en Kiev. Porque en Afganistán cayó la URSS, al cabo una simple ficción jurídica. Pero ahora sería Rusia.

Todavía están a tiempo de no entrar en Kiev. Porque en Afganistán cayó la URSS, al cabo una simple ficción jurídica. Pero ahora sería Rusia.
Casa destruida tras un ataque ruso en Dnipro | Cordon Press

Ahora mismo, y pese a todos los muertos y a toda la destrucción, también pese a toda la ignominia, la situación todavía tiene vuelta atrás. Pero si los rusos llegan a entrar en Kiev, provocando una larga carnicería calle por calle, casa por casa, algo así como un sucedáneo contemporáneo de la batalla de Stalingrado, ya no quedará ninguna salida para ellos, ni digna ni indigna. Ninguna. Kiev puede ser el punto de no retorno para Putin. Y si todavía escucha a alguien en el Ejército, los militares profesionales, que en todas partes suelen ser los más fríos, racionales y sensatos cuando los aficionados civiles empiezan a perder la cabeza y a desvariar, deberían recordarle lo que dijo en privado Zbigniew Brzezinski, el asesor de seguridad nacional de Carter, cuando el Buró Político del PCUS dio la orden de entrar con los tanques en Afganistán.

"No presionamos a los rusos para que intervinieran, pero a sabiendas aumentamos la probabilidad de que lo hicieran". Literales, esas fueron sus palabras. Una jugada maestra. Los soviéticos acababan de meterse de cabeza en su propia guerra del Vietnam. Un Vietnam desértico y pedregoso que no sólo acabaría un par de lustros después con la derrota humillante del Ejército Rojo, sino con la propia entrada en barrena de la Unión Soviética, incapaz de soportar el coste político y económico de aquella partida en la que, antes de empezar, sabían que llevarían todas las de perder. Porque los rusos, sí, lo sabían, lo sabían perfectamente. Al punto de que Andropov, entonces jefe del KGB (como Putin) y futuro líder supremo (como Putin), lo llegó a verbalizar de modo abierto.

¿Por qué lo hicieron, entonces? Pues por lo mismo que lo está haciendo Putin ahora. En Afganistán, como hoy en Ucrania, los rusos temían dos cosas. La primera, que la presencia de un gobierno hostil en su misma frontera pudiera contagiar políticamente a su propia población doméstica. La segunda, que otras potencias, en aquel caso concreto Estados Unidos o China, acabasen estableciendo bases militares permanentes demasiado cerca de su suelo. Seguro que el razonamiento previo a la invasión de Ucrania en la cumbre del régimen no habrá sido muy distinto. Aunque todavía están a tiempo de no entrar en Kiev. Porque aquella vez cayó la URSS, al cabo una simple ficción jurídica. Pero ahora sería Rusia.

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