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José Manuel Puertas

La obra maestra de Sergio Scariolo

El triunfo de España en el Eurobasket encumbra definitivamente al seleccionador nacional al Olimpo de su gremio.

El triunfo de España en el Eurobasket encumbra definitivamente al seleccionador nacional al Olimpo de su gremio.
Sergio Scariolo, exultante tras ganar su cuarto Eurobasket | FEB

De pronto, cuando pensábamos que lo habíamos visto todo, la realidad nos ha golpeado en las narices a los incrédulos. España, campeona de Europa por cuarta vez cuando nadie imaginaba algo así. Vaticinábamos, no sin razón visto lo visto, estar ante el mejor Eurobasket de la historia. "¡Dos MVP de la NBA como Antetokounmpo y Jokic disputando el torneo, y otro que lo deberá ser en breve como Doncic!", subrayaban las previas. Los pronósticos hablaban de una Serbia difícilmente mejorable, de una Eslovenia huracanada en ataque. Del juego interior lituano: "¡Sabonis y Valanciunas, poca broma!" De las piernas frescas alemanas, la versatilidad en ataque de Italia o de la completísima plantilla de Francia. Y qué decir de una Grecia que, al fin, tenía un entrenador de elite en la figura de Dimitris Itoudis. Todos ellos podían, por qué no, aspirar a la medalla oro. Y por detrás se hablaba de figuras descollantes, como Lauri Markkanenn o la pareja bosnio-herzegovina que forman Musa y Nurkic.

De España se hablaba poco. Reconozcámoslo. No nos la creíamos ni nosotros, por mucho que siempre se dijera eso por parte de los rivales de "España siempre es España y hay que respetarla". Daba la sensación de que ni el propio Sergio Scariolo, viejo zorro, creía en sus mimbres. "¡No tenemos talento!", vaticinaba con esa piel de cordero que tan bien le queda. Con ese traje de víctima propiciatoria que tanto ayuda a quitar presión a los jugadores. Al punto de que en ‘Tirando a Fallar’ nos hayamos preguntando en alguna ocasión si el mensaje podía ser hasta contradictorio, haciendo creer a la plantilla que era incluso peor de lo que realmente era.

Pero no. Este señor nacido en Brescia y afincado en Marbella lo ha vuelto a hacer. Nos ha vuelto a callar la boca a casi todos. Y hasta a él mismo, aunque no creo que eso le importe porque empiezo a pensar que engañarnos a nosotros y a los rivales forma parte de una estrategia premeditada con la que él sonríe y acaricia un gato mientras nos ve discutir a los demás.

Sergio Scariolo es un genio en lo táctico al mismo nivel que en lo estratégico. Su imagen saliendo del O2 Arena tras ganar la semifinal ante Alemania, sin esbozar una mínima sonrisa entre la euforia de sus jugadores y cuerpo técnico, a los que pedía abandonar la pista cuanto antes, lo dice todo. Este tipo tiene un plan. Compite hasta el extremo. Busca las rendijas en el oponente donde casi nadie las encuentra. Y, desde luego, mejora el potencial de sus jugadores. Sus críticos un día pensarían que a la España de los Gasol, de Navarro o de Calderón e Ibaka la podría entrenar un mono con dos pistolas. Se le acusó de eso en alguna ocasión. Entiendo que ese argumento ha quedado ya muy desfasado, tras ver la obra de arte llevada a cabo por el seleccionador nacional en la última Copa del Mundo y el recién terminado Eurobasket.

Esta joya de Sergio Scariolo incluye todo tipo de detalles que degustar. Arranca con esa gestión magnífica que aparta a España de casi toda presión y la sitúa… octava o novena favorita en los pronósticos. Continúa la hoja de ruta ganando sensaciones en la fase de grupos, pese a algún patinazo casi que esperado porque, no lo olvidemos, el suelo de esta selección es más bajo y mucho más alcanzable para rivales de clase media. Prosigue volviendo loca a la selección lituana con un repertorio interminable de defensas alternativas. Llegó un punto en que los bálticos no tenían ni idea de qué estarían atacando en el siguiente turno ofensivo. Mucho mérito a Luis Guil también en esto, por cierto. Continúa convenciendo, por una vez, a los suyos de ser mejores que el rival, durante el descanso ante Finlandia. Y suma un nuevo capítulo exprimiendo al extremo lo que es desde hace años el ADN del jugador español. Casi nunca es el más fuerte ni el más alto. Muchas veces no es el que tiene más talento. Pero siempre, siempre, es el que mejor compite en situaciones de tensión. Este es un legado heredado de Los Ángeles’84 y magnificado por los Juniors de Oro, que parece haberse arraigado para siempre en este país. Bendita herencia, como se ha visto este verano en cada categoría inferior: todas ellas tuvieron a España en sus finales continentales o mundiales. Con la absoluta, campeona después de haber remontado desventajas de más de diez puntos en octavos, cuartos y semifinales. Ahí es nada.

Pero claro, esta obra de Scariolo va más allá de lo colectivo. Ha sacado lo mejor de todos y cada uno de sus jugadores. Ha convertido a Lorenzo Brown, un notable jugador de Euroliga, en una estrella europea. Ha hecho de Alberto Díaz, en cierto modo uno de los ‘malos’ de la Liga Endesa para muchos rivales, el héroe del pueblo. Ha sacado lo mejor de la versión ‘microondas’ en ataque de Darío Brizuela. Ha escondido a Usman Garuba y Juancho Hernangómez de las críticas en la preparación para hacerles piezas capitales de un equipo que ha ido mejorando por días hasta la final. Qué final de Juancho, por cierto. Ha forjado la enorme madurez de un Rudy Fernández al que nadie a los 20 años, y quizá ni a los 30, imaginaría como el enorme capitán y leyenda en que se ha convertido a los 37. El primero en tirarse a por cada balón poniendo en riesgo su maltrecha espalda y mostrando el camino al resto en cada acción, como a un Xabi López-Arostegui que, sin tener el talento del balear, bien podría ser durante los próximos años esa navaja suiza para la selección tan necesaria en cualquier equipo campeón. Scariolo ha logrado que Sebas Sáiz y Jaime Fernández, pese a tener menos minutos, rindieran en cada aparición en la pista. Excelente en la final Jaime Fernández en ataque y defensa. Ha convertido a España en un equipo en el que juegan doce jugadores, asunto complejísimo en un torneo tan corto. Que en un rol similar, Joel Parra, otro que pinta a vestir muchos años de rojigualda, fuera trascendental con su defensa ante Finlandia. Scariolo ha dado la confianza a Jaime Pradilla para asumir que de verdad y por qué no, puede ser un jugador importante a futuro en la pintura de España. Y ante todo está lo de Willy Hernangómez. Un MVP al que el propio italiano se ha hartado de tirar de las orejas durante años para acabar convirtiéndolo en el mejor pívot de este Eurobasket. Dominador en ataque, con una efectividad digna de otra época para un ‘5’. Certero en los tiros libres, con lo que eso vale. Y dando pasos en defensa, quizá su gran laguna, para alcanzar un nivel más que decente.

Esta es la gran obra maestra de Scariolo. El tipo al que tenemos la bendita fortuna de tener como seleccionador. Porque no, ya no es el mejor de nuestra historia. Creo que es el mejor técnico FIBA a nivel de selecciones de todos los tiempos. Acumula cuatro Eurobasket, una Copa del Mundo, dos platas y un bronce olímpicos. Y las dos últimas joyas de orfebrería de 2019 y este 2022 le sitúan, como mínimo, en la misma mesa que el mejor en su gremio, se llame Gomelsky o se llame como se llame.

Qué suerte la nuestra de que Scariolo dirija el supuesto y temido salto al vacío del baloncesto español tras los juniors de oro. Cuando no volvería a crecer la hierba… vaticinábamos los agoreros. Pues menuda transición esta, para esperar a todo lo que viene por detrás como se ha visto este verano. Este señor se merece que le perdonemos todo, hasta la chorrada de la xenofobia sobre Lorenzo Brown. Porque el mejor escribano echa un borrón. Y él, es el mejor en lo suyo. De largo.

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