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José T. Raga

Si no saben, que se vayan

Los que nos gobiernan van totalmente desorientados, sin rumbo y deprisa.

Que los que nos gobiernan van totalmente desorientados, sin rumbo y deprisa, está al alcance de todos. El problema abarca al Gobierno en su conjunto, porque de aquellos que esperábamos resultados más positivos se ven postergados, cuando no aplastados por los otros, con mandatos que no admiten crítica alguna y, lo que es peor, respaldados por las Cortes. La desazón del pueblo está ahí: aquellos de los que esperábamos resultados positivos tampoco valoran demasiado su dignidad, aceptando que se la pisoteen antes que dimitir.

La dimisión, que en cualquier país serio se presenta ante la mínima tacha de la persona, en España debe de considerarse una razón de Estado. No han aprendido los afectados que aun el más tonto de ellos está por encima del Estado, y que su dignidad personal prima, o debe primar, sobre los intereses del Estado –que no debe de tener intereses, porque nunca los ha manifestado– .

Es curioso que, ante la debacle en todos los campos –económico, político, social…– del Gobierno Sánchez, un buen número de ministros, secretarios de Estado, directores generales, servidores sin distinción, supongo que, obedeciendo órdenes, han difundido por los medios su reconocimiento de errores cometidos, de objetivos perversos, de la confusión creada por órdenes y contraórdenes.

Todos los días, alguien o álguienes aparecen reconociendo lo mal que lo han hecho. Bien por el reconocimiento, pero de dimisión, nada. Eso se llama desvergüenza. El único que nunca se ha equivocado, que nunca ha errado, es el presidente, que ha errado en todo; peor aún si no es error.

Nuestro problema es que el Gobierno, sin virtud alguna, siempre tiene un grupo de palmeros que, valiéndose algunos de su cátedra, otros de sus seguidores, otros, los más, de su populismo, aplauden y justifican todos sus desmanes.

Un analista, catedrático universitario de Economía, no cuestiona, a la hora de justificar la subida de impuestos –sacrificio del pueblo español–, la dimensión del Gobierno actual, que, como causa de mayor gasto, requiere mayores impuestos. ¿Qué Economía enseñará a sus alumnos?

Mi planteamiento difiere abiertamente del colega referido. Por ello, dejo sobre el tapete, para quien esté interesado, un ejercicio de simulación. Supongamos, inicialmente, que todos los que entraron, a todos los niveles y tiempos, en el segundo Gobierno de Sánchez volvieran a los puestos laborales que ocupaban en los tres meses anteriores a ser elegidos para tan noble misión: ¿cómo quedaría el Presupuesto 2021 y qué impuestos habría que crear o incrementar, si alguno?

La paradoja política es que, para que los elegidos, disfruten de una vida que jamás hubieran imaginado, muchos españoles, sufrirán también una escasez que nunca habrían imaginado. Y ahí incluimos no sólo lo económico, también la restricción de libertades. Y, ¡oh, idea maldita!, recuperación de la censura para impedir las críticas al Gobierno.

Pero ellos, como si nada.

En España

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